50. Nueva York.

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La fría brisa de Nueva York era implacable. Lyssa condujo por las transitadas calles, mientras yo apreciaba el paisaje.

Ya habíamos dejado a Gabe, Becca y la bebe Ross, en su nueva casa.

Lyssa estaciono y ambas bajamos. Cameron se apresuró a ayudarme y lo miré con mala cara.

—Es la costumbre —puse los ojos en blanco.

Miré a Lyssa, quien miraba la enorme mansión que se extendía ante nosotras.

—¿Segura que podemos estar aquí? —pregunté y ella me miró y me sonrió dulcemente.

—Claro Charlie. Esta casa es nuestra.

—Tuya, fue la casa que compró tu papá, mientras estaba casado con mamá —recordé y ella me miró con una sonrisa.

—No, es nuestra, según el notario que me hizo los papeles.

—Hay muchas cosas que no me dices —refunfuñe y ella rio.

—Vamos —dijo y entramos con Cam detrás de nosotras.

Hacía tres días, había ido a la visita de Liam, hacía dos me habían quitado la férula y aun usaba muletas, debía hacer terapia y mucha, puesto que no podía apoyar aun el pie.

Y después de tanto rogarle a papá y a Lyssa, me habían dejado volver a Nueva York. Necesitaba ver a mamá, antes de cerrar esta etapa en mi vida. Suspire ya extrañaba a Keith.

Keith, no había podido venir, me había hecho entender de muchas formas que estaba a solo una llamada.

Entre él y yo, las cosas marchaban suavemente, después de todo lo que habíamos pasado, era lo mejor.

Aunque no negaba que lo echaba de menos y quería que él estuviese allí para abrazarme, pero no podía y debía conformarme con que me estuviese mandando mensajes hace media hora.

Apenas pusimos un pie dentro, esta estaba hecha un desastre. Miré a Lyssa sin comprender.

—¿Era necesario esto? —pregunte levantando una lámpara del suelo.

Mamá, en serio se había vuelto loca.

Cameron permanecía en silencio mientras recogía algunas fotografías de Lyssa del suelo. Y si, solo de Lyssa.

—Dejemos esto así, mañana llamaré a los empleados para que se reincorporen —Cam y yo asentimos.

—Quisiera ir a mi habitación —y Cameron sonrió, puse los ojos en blanco. El se cruzó de brazos—. Cameron ¿Podrías ayudarme?

—Esperaba que lo pidieras —le saque el dedo del medio—. Debes dejar de juntarte con Keith —reí. Él flexiono sus rodillas y yo subí a su espalda y tomó las muletas.

Lyssa rió y dijo que ordenaría algo para comer.

Cameron avanzaba mientras yo lo guiaba.

—Esta casa es tan tétrica.

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé, se siente tan sola. Como si nadie la hubiese habitado en mucho tiempo, es impersonal y fría.

—Tienes razón, supongo que después que me fuera y Gabe y su padre también lo hicieran, la casa comenzó a quedar sola igual que mamá.

El abrió la puerta de mi habitación y me dejó en el suelo, para comenzar a tocar todo lo que pudiese.

Parecía un niño al cual le habían dado libertad para tocar.

Mi habitación estaba tal cual la había dejado. Creo que nadie había entrado a mi habitación desde que me había marchado al internado. Aunque estaba limpia, solo había un poco de polvo y eso solo era obra de Gabe.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora