35. La naranja pornosa.

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Durante los últimos días, Cameron había estado actuando extraño.

Lo notaba distante y ausente, siempre sumergido en sus pensamientos. Pensé en hablar con él, pero cada vez que intentaba acercarme él se escabullía, o tenía alguna excusa. Casi no se sentaba con nosotros en los recesos y ya no hablábamos como antes y en el momento en lo que cruzábamos más de dos palabras, intentaba decir algo, se quedaba a media frase y se iba. No sabía que pasaba con él, pero tampoco me dejaba acercarme y ya no sabía cómo intentar entablar una plática con él sin que saliese huyendo.

Recordaba había tomado, la misma actitud, cuando estábamos en su casa, pero nosotros habíamos hablado y lo habíamos solucionado. Ahora no entendía que pasaba.

Unas manos fueron puestas sobre mis ojos, lastimándome un poco con los anteojos.

—Adivina quién soy —susurraron en mi oído.

—No puedo, no soy adivina —lo escuche reír entre dientes.

—Que listilla, arruina momentos —sonreí, el tomo asiento a mi lado, no sin antes darme un beso en la mejilla.

Los chicos que pasaban a nuestro alrededor, en el comedor, se nos quedaron mirando. Eso era algo, que también, había notado. Los chicos cuchicheaban cuando me veían pasar y empeoraba si iba acompañada de Keith, pensé que era el furor, que me hubiese pedido ser su novia, pero ya hace un tiempo de eso ¿por qué seguían haciéndolo?

—¿Has visto a Cameron? —pregunte y él me miro confundido.

— ¿Por qué la pregunta?

—No lo he visto desde ayer y ha estado actuando extraño.

—Cameron por lo general es extraño —dijo y yo dulcemente, lo golpee. El me miro con una ceja enarcada.

—No seas idiota, me refiero a que esta distante. Siempre está ausente, como si pensara en algo durante un largo rato.

—No le des tanta importancia, seguro está teniendo problemas con Brianna —dijo y yo lo pensé

—¿De verdad lo crees? —sabía que había estado en contacto con ella y que habían llegado a un consenso, nada oficial, pero lo intentaban se conocían y se daban margen de espacio.

—Sí, pitufina. A él, realmente le gusta esa chica. —lo pensé para después asentir.

Mi teléfono timbro y lo mire.

Era Bryce.

Había estado llamando durante los últimos días y solía dejarlo en buzón. No quería ser mala, pero Bryce en una conversación me había dejado claro que Keith no era de su agrado y lo último que quería era a alguien atosigándome sobre todo lo malo, que había en Keith.

Keith me quito el teléfono y contesto antes que yo pudiese reaccionar.

—Quiero saber ¿por qué te tomas el atrevimiento de llamar a mi novia? —dijo con el ceño fruncido y en un movimiento rápido le quite el teléfono.

—¿Charlie?

—Eh... sí, soy yo —murmuré— lamento eso.

—¿Quien había contestado?

—Eh, Keith.

—¿Son pareja? —murmuró. Keith quiso acuitarme el teléfono, pero le lance una mirada y el levanto sus manos, en señal de rendición.

—Sí.

— ¿Desde cuándo? —y cuando iba a responder Keith me quito el teléfono nuevamente.

—Desde... no es tu problema —dijo y puse los ojos en blanco. Le quite el teléfono nuevamente.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora