33. Miss Harrington.

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Mire la hora en mi teléfono, Keith me había dicho que nos encontraríamos aquí, para ir juntos al partido y aún no había hecho acto de presencia. Ninguno de los dos.

Hoy era el último partido después de una larga jornada, en los que había asistido, por insistencia de Keith. Tessa se había apartado un poco de mí, lo cual noté extraño, y cuando intente acercarme a ella, me esquivo. Lo único que sabía, era que había tenido una discusión con Ethan y estos habían terminado.

Este último había intentado hablar conmigo en varias ocasiones, pero siempre llegaban Cameron o Keith y él se marchaba. Tessa apenas y me saludaba. No iba a negarlo me dolía, era relativamente la única amiga que había hecho en el internado, pero no entendía su comportamiento.

Keith entro corriendo al comedor, miro a su alrededor y cuando dio conmigo sonrió.

—¿Esperaste mucho? —Preguntó, cuando se acercó.

— ¿Dónde estabas? —pregunte cruzándome de brazos.

—Me quede dormido, preciosa —dijo acercándose y dándome un casto beso en los labios.

—Y después dice que soy yo la vaga —dije.

—Es que una pitufina muy curiosa me dejo despierto hasta tarde —el meneo sus cejas y yo enrojecí.

—Te dije, que te fueras a tu habitación, que yo terminaría de ver la serie, tú insististe,

—Vale, mea culpa —él sonrió— ¿vamos? —Preguntó y yo asentí, lo tomé de la mano y ambos salimos del comedor.

Cameron nos esperaba fuera y juntos caminamos a donde se reunían los demás, pero antes Keith me guio a los baños.

—Keith ¿a dónde vamos? los autobuses están por allá.

—Sí, pero antes quiero hacer algo —mire a Cameron y este puso los ojos en blanco. Ambos nos metimos en el baño y Cameron quedo afuera.

— ¿Qué hacemos aquí? —saco algo de su mochila y me la mostro.

—Quiero que uses esto —me paso una franela, dos tallas más grandes que yo, con el estandarte del equipo y en las espaldas, rezaba: Miss Harrington en letras grandes y brillantes.

Lo mire como si fuese estúpido.

—¿Es en serio, Keith? —escuche a Cameron reír. Keith se encogió de hombros con una enorme sonrisa— no me pondré eso —dije con rotundidad.

Ladeo la cabeza, me tomo de las caderas y me acerco a él.

—No saldremos de aquí hasta que te la pongas —dijo muy cerca de mis labios.

—Ni creas que con eso podrás convencerme. Es estúpida.

—Es original —contraataco él.

—Apúrense chicos —grito Cameron.

—No me la pondré.

—Entonces no saldremos de aquí.

—Keith... —negó y refunfuñe tomando la ridícula camiseta para ponérmela y el sonrió mostrando todos sus dientes. Dándole la espalda camine a un cubículo y lo escuche bufar.

Mala idea.

Salí con cara de asco.

—¿Qué sucede?

—Estos baños están asquerosos.

—Puedes cambiarte delante de mí. No es algo que no hubiese visto ya —mis mejillas enrojecieron.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora