2. Que pragmático, Mr Bean.

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Ahora me encontraba en el aeropuerto, sola.

Yupi, que miserable era mi vida.

¿Inflo los globitos?

Tú en serio eres una insensible.

Esperaba que llegara mi avión y conducirme a mi indiscutible fin. Tal vez y solo tal vez, esto traería algo bueno en mi vida.

Estaremos lejos de Madeline.

¿A quien quería engañar? Estaba aterrada, casi me abrace a la falda de mi madre, pero obvio esta no estaba.

Las manos me sudaban y me las pasaba una y otra vez por mi jeans, no dejaba de sonar las gomas de mis converse contra el suelo, en un gesto más que nervioso. Nadie había venido conmigo, pero ¿quién lo haría? Ni mi propia madre me había traído al aeropuerto para asegurarse que no me escapaba, eso era muestra de lo poco que le importaba lo que me pasara.

Mis ojos se cristalizaron, pero no lloraría, ya no debía sorprenderme la actitud fría de mamá, aunque eso no evitaba que escociera. Mi cabello caía en ondas ocultando mi estado de ánimo, lo último que quería era que alguien se sentase junto a mí, pensando ser un buen consejero.

Y no lo iba a negar, estaba tan dolida y tan molesta por sentirme tan frustrada. Escuche los altavoces anunciando mi vuelo, tome mi mochila, ya había registrado mi maleta y camine lentamente, esperando... ¿Esperando que? Ni Gabe había podido venir, tenía un examen de suma importancia que lo ayudaría a alcanzar sus sueños y aunque insistió no lo deje acompañarme.

Suspiré tomé mi dignidad y me coloqué en la fila para abordar el avión.

—¡Charlie! —gritaron a mis espaldas haciéndome girar y entorpecer la fila. Muchos se quejaron, pero yo sonreí y no me importo. Me salí de la fila y caminé hacía él —¿Pensabas irte sin despedirte?

—Pensé que estabas en clases —dije elevando un poco mi mirada, pues Gabe era mucho más alto que yo.

—¿Y no despedirme de mi pitufina revoltosa? Imposible —soltó y yo reí emocionada.

—Eres un imbécil, Gabe. —Me tomó de la mano y me atrajo hacía el.

—Tu imbécil favorito —dijo revolviéndome el cabello, yo pase mis manos por su torso y hundí mi cara en su pecho, aspirando su aroma—. Escucha, solo me dieron diez minutos y en la Universidad media hora, Charlie pórtate bien, no te metas en problemas y cuídate por favor —sonreí, entendiendo el mensaje—. ¿Llevas todo?

—Sí, papá.

—Sí, claro. Ten —me paso la cartuchera que yo conocía muy bien— no la vuelvas a perder, por favor y hablo en serio, cuídate. Si sientes que ya no puedes, llámame y enseguida estaré ahí ¿vale? —su cara de seriedad, me hicieron quererlo más.

Lo abrace una última vez.

—Vale.

—Y ahora ve —me empujo para que caminará a abordar el avión. Me gire y corrí hacía el envolviéndolo nuevamente en un abrazo. Ahora sí que solté algunas lágrimas.

—Hey tranquila que no he muerto y seguiré aquí cuando vuelvas.

—Eres muy gracioso Gabe —el me dio un beso en la mejilla y ahora sí que corrí a abordar el avión. Me senté junto a la ventanilla en primera clase y me coloque mis audífonos para comenzar a reproducir la playlist de mi celular. Sería un viaje extenuante.

A Gabe no solo no le bastó con venir al aeropuerto, me había mandado un mensaje extenso, donde me pedía encarecidamente que me cuidase. El avión aterrizó, me desabroche el cinturón y esperé a que la cabina se despejara, para así tomar mi mochila y salir. Recogí mis maletas y esperé a que llegasen por mi, aunque no sabía quién llegaría por mi o si llegarían.

Amanecer En ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora