Nick estaba recogiendo y limpiando un poco su casa que ya lo necesitaba. No había querido dejar a Amelie sola, pero tanto ella como Milo, le aseguraron que estaba completamente bien. Además, la pequeña Emma prometió encargarse de vigilarla constantemente, así que finalmente se marchó.
Necesitaba llevarse algunas pertenencias y papales del trabajo para quedarse luego con ella a pasar la noche.
También deseaba comprarle unas cuantas cosas deliciosas para comer, que sabía que le encantarían. Quería consentirla un poco, aunque era consciente de que ya se encontraba completamente bien y no había sido más que un gran susto, no podía quitarse la preocupación de encima tan fácilmente.
Alguien había intentado hacerle daño a su pequeña Princesa de las Letras.
— ¡Hasta que por fin te encuentro! — Exclamó Nate entrando en su casa como siempre, como si no existiera puerta y asustándolo.
— ¡Ay! ¡Tienes que dejar de hacer eso! — Después de tantas veces, se suponía que debería de estar acostumbrado, pero no era así. Parecía que su amigo escogía el momento exacto del día en el que más distraído estaba para aparecer y hacerle saltar el corazón. — ¿Qué te pasa? lo dices como si llevaras siglos buscándome. — Preguntó colocándose una mano en el pecho.
— Es que lo parece, quería hablar contigo. — Murmuró dejándose caer en el sofá, sintiéndose agotado.
No le gustaba nada lo que habían descubierto al hablar con los dos muchachos del bar. Tampoco quería tener que contárselo a su amigo, pero alguien debía hacerlo y mejor él que cualquier otra persona.
— ¿Y por qué no me has llamado? No es como si no lo hicieras a cada rato y por cualquier tontería. — Dijo divertido volviendo a sus tareas.
— Es que quería contártelo en persona. — El tono de voz de Nate era completamente serio, así que Nick se volvió hacia a él prestándole atención.
Parecía que esta vez estaba allí realmente por algo importante.
— De acuerdo, dime que ha pasado. — Empezaba a preocuparle la actitud del músico, no recordaba haberle visto nunca tan circunspecto.
— Encontramos a los chicos que alteraron la bebida de Amelie.
— ¿Qué? Pero eso es genial. — Respiró tranquilo, pudo sentir como una parte tensionada de él, se deshacía lentamente. Los responsables pagarían y ya no podría hacer daño a nadie. Claro que, si sólo era eso, no entendía porque Nate parecía tan sombrío — ¿Los denunciaron?
— En realidad no.— Admitió el otro, algo incómodo. — La verdad es que solo eran dos críos asustados que querían ganarse algo de dinero fácil
— ¿Cómo? ¡Pero drogaron a Amelie! ¿A quién le importa que fueran solo dos niños tontos? Hicieron lo que hicieron, tienen que pagar. — Protestó enfadado.
Ahora sí que no comprendía nada, pensó, mientras una extraña sensación de cosquilleo parecida a un presentimiento se instalaba firmemente en el fondo de su cabeza.
— No exactamente — Volvió a decir el músico, Nick lo mira todavía sin comprender nada. ¿Por qué daba tantas vueltas? ¿Qué era lo que no se atrevía a contar? — O sea sí, técnicamente lo hicieron ellos, pero fue por pedido de otra persona. De alguien que les pagó.
— ¿Qué? — Ahí estallaron completamente las sospechas en su mente, mientras una sensación helada le recorría la espalda. Por alguna extraña razón, tenía la sensación de que ya sabría cuáles serían las respuestas antes de oírlas. — ¿Me estás diciendo que alguien quería drogar a Amelie? — Sabía que estaba cada vez más alterado y aunque lo intentaba, le costaba controlarse.
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¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]
RomanceAmelie Lennox es una escritora novel a la que gusta estar muy cerca de sus lectores y compartirlo todo con ellos y con su amiga Bris, claro. Todo funciona genial en su vida, hasta que conoce a Nicholas Collins, una sensación en Hollywood y el hombre...