42. La tempestad se ha detenido

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— ¿Quién era esa morena que se acaba de marchar? — Preguntó Nate con el ceño fruncido en señal de enfado, saliendo de repente de dentro de la casa de Nicholas y evidentemente sorprendiéndolo.

—¿Qué...? ¿Cómo has...? — Negó con la cabeza sin acabar las preguntas, no tenía sentido tratar de averiguar cómo hacia Nathaniel la mitad de las cosas o porqué. 

A estas alturas de su relación se suponía que ya debería de estar acostumbrado a sus comportamientos peculiares, no entendía por qué no lo estaba. Seguramente era porque cuando creía que lo había visto todo, su amigo encontraba una nueva forma de desconcertarlo.

— Olvídalo, no importa. — Contestó, prefiriendo no buscar explicaciones. 

— Acabo de llegar  — Dijo el aludido con una gran sonrisa de suficiencia, generada por saber que había logrado aturdir a su amigo nuevamente. Levantó las bolsas que llevaba en la mano derecha para enseñarle su contenido. — Venía a vivir la ruptura contigo, pero veo que no es necesario. — Añadió con algo acidez, mientras intentaba taladrarlo con la mirada.

¿Por qué había una mujer con cabello negro ahí? 

Se preguntaba irritado el músico. La única que tenía derecho de estar allí era la pequeña zanahoria a la que todos llamaban Amelie Marie Lennox. Tal vez era ella y llevaba peluca o ¿Se habría cambiado color de pelo de manera drástica? Había escuchado en alguna parte que las mujeres hacían ese tipo de cosas luego de una ruptura. 

Él realmente esperaba que fuera algo de eso, porque no quería tener que pegar a su amigo para ordenarles las ideas y que volviera al camino correcto.

— ¿Con helado? — Preguntó dudoso Nicholas, ignorando complemente sus intentos de intimidarle — Quita ese tono de fastidio, no es nada raro. — Al ver que él otro no se detenía y no pensaba hacerlo en breve, le contó la verdad. En ese momento no quería lidiar con sus quejas sin sentido. — Era la hermana de Amelie.

— ¿Que? — Cuestionó perplejo y luego dejó salir un fuerte suspiro aliviado al comprender por fin la situación. — Ahh... que susto me has dado. — Soltó otro pesado suspiro mientras se colocaba la mano libre en el pecho, como si llevase semanas conteniendo el aire y no apenas unos segundos. — Pensaba que habías ido corriendo a hacer tonterías en los brazos de otra mujer.

— Sabes que no soy de esa clase de hombre.

— Tampoco eras de los que se enamoran y mira por dónde, una encantadora pelirroja te tiene de cabeza. — Nick lo miró con cierto reproche, no hacía falta que se regodeara por eso ahora. Mejor entraba en la casa, pensó, si tan solo pudiera realmente deshacerse de él... — Y respondiendo a tu anterior pregunta, sí, helado. Así resuelven los problemas de pareja en las películas.

— ¿Quienes? ¿Las adolescentes despechas y estereotipadas? — Preguntó burlón. —Lamento decirte que somos demasiado mayores para cualquiera de esas cosas.

— Que aguafiestas Nicholas. — Le reprochó siguiéndolo dentro, otra vez. — Solo quería comer desde el bote y que llorásemos juntos, porque seguro eso calmaba un poco tu malherido corazón y además, nos serviría para estrechar más nuestros lazos de amistad. — Nick se rio entre dientes por el comentario y siguió recogiendo el salón, fingiendo que no lo escuchaba.

— Menuda tontería. — Se quejó poco después, solo por fastidiarlo.  — Algún día tienes que decirme donde está tu fábrica de ideas estúpidas, los demandaré por lo que han hecho contigo.

— Ah que desagradecido eres, no sé por qué me preocupo por ti o por qué somos amigos. — Se quejó Nate haciéndose el enfadado, pero de todas formas ayudándolo a poner en orden la casa. Se alegraba de que por fin empezara a sentirse mejor. — También había traído películas para llorar, me las recomendó la muchacha de la tienda. — Añadió malhumorado.

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora