Nick todavía no podía creer que todo hubiese acabado de esa forma, se había dado la vuelta cerrando la puerta y marchándose.
¿Cómo pudo hacer eso sin más? ¿Por qué no intentó convencerla? ¿Cómo pudo irse sin hacer nada? ¿En qué clase de cobarde le convertía eso?
Es verdad que estaban enfadados, que lo mejor era dejar que las cosas se calmaran un poco antes intentar arreglarlo, pero ya había pasado el tiempo y ninguno de los dos había hecho absolutamente nada.
Él seguía estático e inmóvil, desde la distancia e incapaz de hacer algo para volver a ella. Bueno, eso no era del todo cierto, él había estado tentado de llamarla infinidad de veces, se acercó hasta su casa otras tantas, pero sin atreverse a llegar realmente, como si fuera un acosador. Incluso se había planteado escribirle algo en las redes, como al principio, cuando se conocieron.
Pero al final, no había hecho nada, se quedó en completo silencio como un idiota mientras ella se iba alejando cada vez más de él.
Se decía que no quería presionarla, que Amelie lo buscaría cuando estuviese preparada, pero los días seguían pasando y lo único que avanzaba era el reloj mientras él se quedaba sentado en el sofá viendo la televisión sin realmente verla.
Ni siquiera había sido capaz de ir a trabajar.
¿Así era como se sentía una verdadera ruptura, entonces? ¿Cómo si su mundo se estuviera acabando, pero a la vez siguiera funcionando sin detenerse? Antes de conocer a la Princesa de las Letras, nada le había afectado tanto hasta el punto de hacerlo sentir dolorido y patético.
Tal vez si la quisiera un poco menos sería capaz de hablar, de presentarse en su casa, de exigirle, de hacer algo que lo solucionara todo. En cambio, allí estaba, con un montón de sentimientos que amenazaban con desbordarse o asfixiarlo mientras él permanecía echado en el sofá de su casa, sin hacer absolutamente nada, porque no sabía cómo arreglarlo todo.
Sonó el timbre de la entrada, pero no se movió.
Seguro que era Nate haciéndose el decente por una vez en su vida, entraría solo en cualquier momento o mejor, pensaría que no estaba y se marcharía. No quería aguantarlo quejándose de lo desastrosa que estaba su casa, después de haber pasado varios días dejando desperdigados los envoltorios de comida precocinada y sin haber limpiado nada.
El timbré sonó una vez más.
No pensaba abrir. Estaba seguro de que incluso él mismo apestaba y, además, tenía algunos pegotes secos de ramen en la camiseta. ¿Y el pelo? No quería imaginar como estaría, ni siquiera se había mirado en el espejo durante varios días. Quien quiera que fuera, era mejor que se marchara, definitivamente no estaba presentable para nadie.
Otra vez el timbre. Aunque en esta ocasión sonaba de manera más insistente.
Parece que al final tendría que abrir. Tal vez era algo importante, el mundo seguía después de todo, aunque él se sintiese o viese como basura. Apartó algunos paquetes vacíos y se encaminó hasta la puerta sin muchas ganas.
Abrió una pequeña rendija, solo lo suficiente para asomar la cabeza y ver de quien se trataba.
Se sorprendió bastante al encontrarse con una mujer de cabello oscuro elegantemente vestida, pero bueno lo cierto es que tampoco le importaba mucho quien fuera, no tenía ánimos de lidiar con nadie en ese momento.
— Lo siento señorita. — Dijo tratando de parecer amable. — Pero ahora mismo estoy ocupado.
Luego de eso comenzó a cerrar. La extraña mirada curiosa que ella le estaba dando lo incomodaba. Ya sabía que estaba horrible, no era necesaria tanta inspección, pensó malhumorado.
ESTÁS LEYENDO
¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]
Roman d'amourAmelie Lennox es una escritora novel a la que gusta estar muy cerca de sus lectores y compartirlo todo con ellos y con su amiga Bris, claro. Todo funciona genial en su vida, hasta que conoce a Nicholas Collins, una sensación en Hollywood y el hombre...