32. ¿A la playa o al bosque? Yo digo que a los dos

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— Todavía no puedo creer que la cena estuviese tan deliciosa. — Dijo Amelie animada, acomodándose mejor en el sofá del salón para ver una película.

Al final, la cena había transcurrido normal y tranquila. Aún flotaba en el aire la intensidad de todo lo compartido antes, pero lo hacía de forma cómoda, agradable. De una manera que les ayudaba a crear un nuevo nivel de profundidad en su relación, uno que a ambos les gustaba.

Ella también lo alagó de multitud de maneras por sus dotes culinarias, mientras degustaba sus platillos. Compartieron como les había ido el día, variedad de anécdotas divertidas y finalmente, después de un sabroso postre, se encaminaron hasta el sofá donde se encontraban en estos momentos.

Volvieron a poner música de fondo para acompañar la comida, solo que vez escogieron algo más aminado y pese a estar ahora decidiendo que querían ver en televisión, aún no la habían quitado. Era como uno de esos momentos en que las melodías te atrapan y las vas dejando hasta el último segundo posible. Como cuando llegas a tu destino, pero te quedas unos minutos más en el automóvil esperando a que la canción acabe.

— Sí, tus dudas me ofenden un poco. — Se quejó para nada enfadado Nicholas, como respuesta a sus dudas anteriores. — Aunque las acepto, con lo que no puedo es con ese pequeño y precioso codo tuyo que tanto mueves contra mi pobre estómago lleno. — Añadió con la voz un poco estrangulada.

— ¿Qué? ¡Perdón! — Amelie apartó el brazo rápidamente, conteniendo la risa.

No quería ser mala, pero la situación le parecía graciosa. Después de todo, llevaba bastante tiempo moviendo el brazo, intentando encontrar una postura cómoda para ver la tele. Mientras, el pobre hombre, estuvo sufriendo en silencio hasta que ya no pudo más.

— No pasa nada, ya está. Y no te rías de mí mujer cruel, sé que lo estas aguantando. 

En cuanto le dijo eso, ella ya no pudo contenerse y soltó una gran carcajada. Nicholas se apresuró a sostenerla antes de que quisiera escapar o alejarse, luego se colocó un poco mejor, haciendo que sus cuerpos encontrasen rápidamente la posición perfecta para estar los dos cómodos. 

— Así está mejor. — pronunció él con un suspiro de alivio mezclado con gozo, después de lograr postura ideal. 

Sin codos asesinos, pelirrojos cabellos haciéndole cosquillas en la nariz, o cualquier cosa similar e incómoda. 

— Bien, perdón por lo de antes. No fue mi intención, lo juro. — Se apresuró a agregar Amelie cuando notó la fingida reticencia de él. — Y ahora pasemos a lo importante, cuéntame dónde aprendiste a cocinar. — Cuestionó, aprovechando que aún estaban repasando la larga lista de películas en busca de alguna que les llamase la atención.

— Llevo muchos años viviendo solo, era eso o morir de hambre. — Dijo con sencillez. — ¿Deberíamos hacer popcorn?

— ¡No! Ni se te ocurra moverte, tenemos "la posición" — Enfatizó las palabras para darle más importancia, estaba increíblemente cómoda y se negaba a perderlo por más comida. — Si alguno se levanta ahora, jamás volveremos a encontrarla. — Él asintió a modo de aceptación y ella retomó la conversación anterior. — Pero lo haces tan bien, cocinar digo ¿Te sale solo?

— Lo cierto es que no, estuve un tiempo yendo a clases de cocina. — Admitió bajito y despacio. Como si le diera vergüenza que Amelie descubriera la verdad que se escondía detrás.

— Ah wow ¿Y se puede saber cómo es que acabaste haciéndolo?

— Es una historia bastante tonta, la verdad. — La risa era evidente en su voz y en el retumbar de su pecho pegado a la espalda de ella, así que más que verla, la sintió. 

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora