21. Tal vez los recuerdos sean todo lo que tenemos

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Amelie era incapaz de salir de la nube de felicidad y ensoñación en la que se había metido desde su primera cita con Nick, hasta ahora, cuando el día que llevaba tanto tiempo temiendo había llegado. Hoy conocería la verdad, sabría por fin si todo era producto de una bonita fantasía, un hermoso sueño creado especialmente para ella o, por el contrario, la simple y maravillosa realidad superando a la ficción. 

Sin embargo, no quería pensar en esas cosas todavía. Prefería seguir disfrutando de la tranquilidad de la mañana sentada en el pequeño balcón de su apartamento, continuar deleitándose con los suaves rayos de sol besándole la cara o del ligero calor de la taza de té acariciándole las manos. 

Pero, sobre todo, quería seguir rememorando las últimas semanas junto a Nick.

Luego de compartir con todos sus seguidores una foto de las bellísimas flores de chocolate que él le había enviado, así como algunas fotografías de la primera cita, no volvió a mencionarle en las redes. Varias personas seguían preguntando por él, queriendo saber si estaban juntos, si se veían con frecuencia, como era en persona... pero luego de contar, con algunos detalles, lo encantador que había sido durante su primer encuentro, ya no hubo más nada.

Claro que, eso no implicaba que no se siguieran viendo, era en realidad todo lo contrario. Lo que sucedía, es que ella simplemente prefería dejar solo para ellos dos lo que estaba pasando, al menos de momento.

Es cierto que a Amelie le gustaba mucho compartir con sus lectores las cosas buenas o no tan buenas que le sucedían, pero es que con Nick apenas estaban comenzando a conocerse. Además, no sabía exactamente que pensar con respecto a él, por supuesto que tampoco quería analizar muy a fondo lo que la estaba haciendo sentir cada vez con más frecuencia.

 Evidentemente no podía compartir con todo internet ese mar de dudas en el que se estaba hundiendo cada vez más. Tal vez, en el futuro, le contara a la gente como habían sido algunas de sus agradables citas con él, pero de momento, sólo las vivía, sentía, disfrutaba y por supuesto compartía con su querida Bris.

Una nube blanca, grande y mullida atravesó el cielo hasta entonces de un color azul perfecto, pasó justo delante de sus ojos transportándola una de sus citas con Nick. 

La tarde había estado tan agradable aquel día que decidieron dar un simple paseo por el parque y comprarse unos helados. Recordaba como habían discutido, entre bromas, sobre cuál era el mejor sabor del mundo, mientras ella defendía a capa y espada la menta con trozos de chocolate, él peleaba valientemente por la crema con pedacitos de galleta Oreo. 

La batalla acabó con Nicholas como claro vencedor debido a las trampas, fingiendo inocencia había manchado la mejilla izquierda de Amelie con su helado, luego de un primer momento de sorpresa y risas, ella se distrajo buscando algo con lo que limpiarse. Por su puesto eso era precisamente lo que él esperaba, por lo que aprovechó sin dudarlo su oportunidad de tomar la mano en que ella sostenía el cucurucho y robárselo casi todo de un solo bocado ante la estupefacta mirada de su dueña. 

"— Tenías razón, la menta está buenísima. — Le había dicho él tremendamente orgulloso de su artimaña, aunque el frescor del helado le estuviese quemando la lengua. — Pero sigo prefiriendo el de crema" 

Luego de esas palabras, se había acercado a ella y le había limpiado la crema de la mejilla con un beso lento y suave.

Ella sonrió como una tonta evocando ese recuerdo y un escalofrío le recorrió velozmente la espalda. Aún podía sentir el sabor de la menta en la boca, el calor de sus manos unidas, y el roce frío pero delicado de los labios de Nicholas sobre su piel. 

Después de eso se habían acostado en el césped en el que llevaban sentados un buen rato. Sintiéndose cerca, pero sin mirarse, con los ojos enganchados en la bóveda celeste sobre ellos y buscando formas animadas en las nubes como si todavía fuesen dos niños pequeños. Aunque aquello no fue el mejor momento del día, ese había llegado poco después, cuando él se había movido más cerca de ella, permitiéndole sentir su aliento, ahora otra vez cálido, rozándole un lado de la cara. 

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora