Nicholas entró trabajosamente en el apartamento de Amelie, debido a todas las bolsas que llevaba en los brazos, cargadas con lo que había comprado para preparar la cena de esa noche para ambos.
En cuanto pudo, soltó todo antes de que se le acabara cayendo o creando un estropicio por todo el suelo. Descansó durante unos segundos para recuperar el aliento y luego se dispuso a recoger, pero no alcanzó a juntarlo nuevamente, para llevarlo poco a poco a la cocina, porque la puerta repiqueteó con un característico llamado que ya conocía a la perfección.
Dos golpes suaves, uno fuerte, otro suave y dos fuertes.
— ¡Hola, príncipe Nick! —Gritó Emma animada, saltando a sus brazos en cuanto abrió la puerta. Aunque su rutilante emoción, desapareció de pronto al ver todas las bolsas todavía dispersas alrededor de la entrada. — Oh no... tendría que haber esperado un poco más para venir, así no tenía que cargar con la compra. — Se quejó.
— ¿Por eso has dejado que hiciera malabares intentando no perder nada mientras abría? Que malita eres a veces, pequeña traviesa. — Le dijo divertido, besando su coronilla con cariño fraternal.
Sabía que la niña lo espiaba desde el principio. Porque pese a que se había hecho el desentendido fingiendo que no se daba cuenta, vio moverse ligeramente la puerta entornada de su casa en cuanto llegó. Además, pudo distinguir como el fino hilo de luz que escapaba de dentro del apartamento, era cortado por una figura bastante pequeña, creando una sobra bajita que intentaba con muy poco éxito, contener la risa.
— Sí, la verdad es que sí. — Aceptó ella sin nada de arrepentimiento o culpabilidad. — Pero bueno, ya que al final estoy aquí te ayudaré. — Pronunció después con un dramático suspiro de resignación.
La pequeña se agachó con mucho esfuerzo, para encargarse de una de las bolsas más pequeñas, la que apenas pesaba y parecía vacía. Nicholas intentó no reírse ante tamaña desfachatez y la siguió con el resto de los paquetes.
— Vaya, gracias por tu esfuerzo. Seguro que no habría podido sin ti.
— Lo sé príncipe, lo sé. — Admitió sin remordimientos, luego se subió tranquila a una de las banquetas altas de la habitación.
Se movió durante unos segundos, buscando una posición adecuada y cuando sintió que estaba lista, se sentó a mirarlo con mucha atención. Con los codos sobre la mesa y la cara apoyada en sus diminutas manos.
— ¿Qué planes tienes para hoy? — Preguntó curiosa sin apartar los ojos de él.
— Preparar la cena y ver una película con Amelie.
— ¿Sólo eso? — Se quejó luciendo decepcionada. — Am Am cena todos los días y ve películas casi siempre, que aburrido. Menos mal que he venido, es obvio que me necesitas. — Él se quedó de espaldas fingiendo arreglar algunas cosas para ocultar su enorme sonrisa.
— Es posible que sí, supongo que me urge una cómplice para esto. ¿Qué me sugieres pequeña reina? — Preguntó por fin mirándola, con toda la seriedad que pudo reunir. Mientras se sentaba frente a ella adoptando la misma pose y dispuesto, como siempre, a oír todas las sugerencias que tenía.
Luego de estar un rato escuchando las descabelladas, aunque divertidas ideas de la niña, consiguió convencerla para que lo ayudara a preparar algo sencillo y bonito.
Sobra decir que él fue quien hizo la mayor parte del trabajo, pero no le molestó, todo lo contrario, puesto que le gustaba mucho pasar tiempo con la pequeña. Sabía con seguridad, que siempre que ella estuviera presente no se aburriría.
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¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]
RomanceAmelie Lennox es una escritora novel a la que gusta estar muy cerca de sus lectores y compartirlo todo con ellos y con su amiga Bris, claro. Todo funciona genial en su vida, hasta que conoce a Nicholas Collins, una sensación en Hollywood y el hombre...