39. La calma después de la tormenta

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Tanto Edward como Nicholas la estuvieron llamando toda la noche. 

Más el segundo que el primero, que desistió luego de unas cuantas llamadas ignoradas. Sabía que su Señor Ojos de Paraíso no se rendiría tan fácilmente, pero también era consciente de que le daría el espacio necesario. Por eso se sorprendió tanto cuando oyó el timbre en la mañana.

Suspiró molesta, no quería verlo todavía. Seguía enfada por su comportamiento de machito de las cavernas, aun no podía creerse que él tuviera esa clase de conductas. Esa nueva información la hacía replantarse variedad de cosas, cosas que la hacían dudar, porque, aunque sabía con toda certeza que lo quería con toda su alma, ya no estaba segura de querer seguir junto a Nicholas si se comportaba así.

No estaba dispuesta a pasar el resto de su vida con alguien con actitudes violentas, ya estas exagerando otra vez, se reprochó. Él ni siquiera te ha dicho que te quiere y tú ya estás pensando en la eternidad, demasiada ficción en tu mente Amelie.

Con todas estas ideas en la cabeza y sin muchas ganas, bajó las escaleras para recibirlo en el portal, todavía no se sentía capacitada para dejarlo entrar nuevamente en su casa. Tampoco quería hacerlo, temía acabar cediendo y olvidando todo lo que quería decirle tan solo con ver su encantadora sonrisa.

Por eso se sorprendió y puede que se decepcionara también un poquito, al abrir y encontrarse con el magullado rostro de Edward, en lugar de la familiar y adorada cara de Nick que era la que en realidad esperaba ver.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó sin mucha cortesía. 

Verle el color rojizo, ahora casi morado, de los golpes que se habían dado la noche anterior, empeoró su humor que de por sí ya era malo.

— ¡Hola! — Dijo soltando un suspiro aliviado al verla aparecer. — Quería pedirte perdón, he intentado llamarte. — Era evidente que no estaba muy seguro de cómo proceder, pues estaba claro que ella seguía enfadada. ¿Sabría la verdad? Se preguntó presa del pánico, seguro que no, dudaba que hubiese hablado ya con Collins, pero tendría que asegurarse. — ¿Podemos hablar en algún sitio?

Amelie no comprendía porque él parecía bastante asustado y preocupado, como si temiera que algo realmente grave hubiese sucedido. Que extraño, dudaba que tuviese miedo de que Nick apareciera, pero ¿Qué otra cosa podía ser? Se había llevado una buena paliza, la verdad.

— Hablemos aquí. — Aceptó a medias, podían ir a otro sitio, pero tampoco pensaba meterlo a él en su casa de momento. En cambio, se encaminó hacia un pequeño banco que había en el jardín de la comunidad. — ¿Qué querías?

— Disculparme. — Habló dudoso, intentando encontrar sus ojos.

— ¿Por qué de todo exactamente?

— ¿Por todo? — Necesitaba que ella le dijera que era exactamente lo que la tenía molesta, maldición tenía que saber si ella sabía lo del bar. Pero se estaba cerrando en banda, utilizando con él solo las palabras justas. — No lo sé, debería también disculparme por... — Sus pensamientos viajaron a un lugar más agradable, a un espectacular momento de la noche pasada. 

Los ojos de Edward se dirigieron a los rosados labios de Amelie. Deseando volver a acercarse, totalmente dispuesto a hacerlo nuevamente, preparado para saborearlos hasta cansarse. Esa condenada boca era mucho más deliciosa de lo que había logrado imaginar. 

Si tan solo pudiera eliminar a Collins de la ecuación, estaba seguro de poder tenerla tanto como quisiera... 

Lo borraría, todavía no sabía cómo, pero lo haría. No pensaba dejarlo ganar esta vez.

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora