38. Las tormentas chocan entre sí

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Amelie se alegraba de poder salir sola, empezaba a sentirse un poco agobiada de que todos estuviesen tan pendientes de ella. Comprendía que pudieran estar preocupados, pero ella ya estaba bien, no necesitaba tantos cuidados. 

Era raro tener a tanta gente a su alrededor tratando de protegerla. Normalmente era al revés y así lo prefería. Además, la verdad era que no le había ocurrido nada grave, por lo que no veía necesarias tantas atenciones. 

No iba a mentir diciendo que no le encantaba tener a Nick todo para ella y además, consintiéndola al máximo como si fuera una niña. Pero se había acostumbrado tanto a pasar tiempo a solas consigo misma, sobre todo desde que empezó a dedicarse a escribir, que ahora lo necesitaba para sentirse bien.

La soledad es adictiva, había leído una vez en alguna parte. 

Debía admitir que era totalmente cierto para ella, la adoraba. Estaba segura de que, si Nicholas no fuera tan arrolladoramente especial, probablemente nunca se habría dado la oportunidad de enamorarse o de pensar en pasar el resto de su vida con alguien.

Cuanto había cambiado él su pequeño mundo sin apenas darse cuenta...

Al pisar la acera, la brisa agradable de la noche le golpeo suavemente la piel del rostro y sintió que podía respirar tranquilamente por fin. Solo unos segundos sola para poder aspirar profundamente sintiéndose normal otra vez, era todo lo que necesitaba ahora mismo para poder seguir funcionando como un ser humano.

— Hola Amie ¿Qué tal te encuentras?

Oh, que poco le había durado el momento de paz, pensó abriendo los ojos lentamente y sonriendo a Eddie que se encontraba de pie ante ella.

—Hola, muy bien ya. Gracias por preguntar.

— No es nada, sólo estaba preocupado. Como todos supongo. — Añadió con una sonrisa agradable. — ¿Ibas a salir?

— Ah no. Bueno sí, pero solo a dar un paseo por aquí cerca.

— ¿Te molesta si te acompaño?

Pues sí, pensó ella algo desilusionada y luego se arrepintió por haber tenido una reflexión tan cruel con alguien. Sobre todo, con él, a quién más tenía que agradecerle, pues era quien la había encontrado aquella noche e impedido que le sucediera algo realmente malo.

— Claro que no, vamos. — Dijo más animada — La noche está de lo más agradable y sería una pena desaprovecharlo.

— Me alegro de ver que estás bien. — Comentó Eddie dejando salir un suspiro un poco después, ella le miró. — Me preocupé mucho al ver que Collins te llevaba tan de repente y además, sin preocuparse por que vieras a un médico. — Añadió algo molesto.

— No pasa nada, era lo que yo quería.

— Pero tú no estabas en posesión de decidir. — Insistió.

— Tampoco estaba tan mal. — Trataba de quitar un poco de importancia al asunto, porque para ella realmente no la tenía. — Además, mi amigo Milo es médico y vive frente a mi puerta. No era necesario ir a un hospital a menos que él lo creyera así.

— Ah comprendo, eso me tranquiliza bastante. — Asintió no realmente convencido, pero igual siguió hablando. — Siento no haberte contactado antes, por cierto. — Añadió metiendo las manos en los bolsillos y pateando una pequeña piedra.

— Es igual tampoco es que fuera tan grave. — Comentó encogiéndose de hombros. — Simplemente dormí muchísimo y se me pasó todo.

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora