Algunas limonadas especiales de James y unas cuantas conversaciones después, comenzó el mayor espectáculo que ofrecía ese lugar, el atardecer. Nick no la había llevado allí pensando en eso, pero el tiempo se había escapado demasiado rápidamente sin que lo notaran por lo que aún seguían ahí cuando el ocaso los alcanzó.
Poco a poco fueron llegando parejas y familias que se iban sentando a lo largo de la arena para contemplar el mejor momento de ese día.
El gran sol iba perdiendo su color a medida que se escondía detrás del océano, dejando su sombra pintada en el cielo y creando un caleidoscopio de tonos que iban desde el morado más claro hasta el amarillo más brillante. La gran estrella partía lentamente, cambiando, apagándose, hasta la mañana siguiente para permitir respirar a la pálida luna, dejando el horizonte oscuro y frío.
Teñido de fuego al principio, sombrío y salpicado de estrellas después.
Cuando el astro rey finalmente desapareció, llevándose consigo sus últimos destellos de luz y dejando reinar ahora a la luna, James encendió algunas antorchas y velas, iluminando las mesas y los alrededores de su bar. Dándole al ambiente nocturno una atmosfera tan mágica e idílica como la que tenía el sobrecogedor paisaje diurno.
También subió un poco más el volumen de la gastada radio, haciendo viajar más lejos sus sonidos que bailaban con el viento hasta perderse en la negritud del mar. Las melodías antiguas, de amores pasados que sienten tanto o más que los actuales, hacían eco por los alrededores, invitando a dejarse llevar.
Algunos enamorados se marcharon en cuanto acabó el crepúsculo, otros siguieron compartiendo secretos sentados a la orilla del plateado mar, pero muchos se acercaron al bar o aprovecharon las suaves luces del entorno para bailar tranquilamente en la arena.
Era como un paraíso atemporal, del cual su dueño realmente podía estar orgulloso.
— Nick... ¿te importa si saco un cuaderno y me pongo a escribir un momento? — Lo miraba dudosa, porque eso ya había sido un problema antes para ella y no quería estropear una tarde tan bonita como la que habían tenido. —No es que esté aburrida ni nada de eso, — se apresuró a explicar, — es que se me acaba de ocurrir una idea y...
—¿Una idea? ¿Ahora? ¿De verdad?
— Sí, ahora. Pero, no pasa nada, puedo hacerlo después.
— ¿Pero, se te acaba de ocurrir? O ¿es algo de antes? — él parecía más emocionado o fascinado que espantado.
— Llevo unos minutos dándole vueltas, la verdad. Lo siento si parecía algo distraída.
— No pasa nada, me parece bastante increíble, la verdad. ¿Has traído algo para escribir? Si no tal vez James tenga algo por ahí que... — él hizo ademán de levantarse para ir en busca de algún papel, pero ella le detuvo.
— No hace falta, siempre llevo algo conmigo, por si me llegan las ideas de repente. —Ella comenzó a rebuscar en su bolso y sacó un viejo cuaderno de cuero rojizo — ¿De verdad no te importa?
— Claro que no, hazlo y tomate tu tiempo, tranquila. — Dijo sinceramente.
— ¡Gracias! Te prometo que no me llevará mucho tiempo, solo unas pocas palabras. Lo que pasa es que, si no lo hago, no podré dejar de pensar en eso y me costará prestar atención a otras cosas.
— No te preocupes, de verdad, trabaja con calma. Y si necesitas un protagonista atractivo, no dudes en mirarme para describirme detalladamente. — Le guiñó un ojo descaradamente y luego sonrió divertido por su propia broma.
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¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]
RomanceAmelie Lennox es una escritora novel a la que gusta estar muy cerca de sus lectores y compartirlo todo con ellos y con su amiga Bris, claro. Todo funciona genial en su vida, hasta que conoce a Nicholas Collins, una sensación en Hollywood y el hombre...