36. Algunas cosas es mejor imaginarlas que hacerlas

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— Perfecto, dos de tres chicas rumbo a casa a salvo. Solo quedas tú — Dijo Nate girando para mirar a Bris, después de cerrar la puerta y ver partir al vehículo. — Me preguntaba si tal vez querrías quedarte un poco más, espera — La detuvo rápidamente, levantando las manos, cuando notó que iba a protestar.— Antes de que digas nada o pienses mal, escúchame. Te lo digo porque creo que puedo descubrir quien le hizo eso a Amelie.

— ¿Cómo? — La expresión de ella cambió automáticamente a una cargada de interés. — ¿Lo dices de verdad?

— Sí, nosotros solemos estar por aquí y conocemos al dueño, te aseguro que tampoco a él le gusta lo que ha pasado esta noche. Así que, estoy seguro de que estará más que encantado de dejarnos revisar las cámaras de seguridad para encontrar a los culpables.

— Me gusta la idea, quiero que esos paguen ¿Imagínate que se les ocurre hacerlo con otra chica que no tenga tanta suerte como ella? — Aceptó Bris pensativa, sintiendo que un escalofrío la recorría completamente al pensar en la situación. — Pero estoy preocupada por Amelie...

— Ella está bien. Hablé con Nick hace un momento, mientras tú te despedías de las chicas y me lo dijo. También me conto que su amigo médico la revisó y solo tenía que descansar. Así que ahora está durmiendo, pero habla con ella si quieres quedarte más tranquila.

— Sí, eso haré, necesito asegurarme para poder relajarme de verdad. Pero llamaré a Milo mejor, para no molestarla a ella si está descansando. Perdona — Se disculpó y luego se alejó un momento para llamar al médico.

Entendía que Nate ya hubiese platicado con Nick y tampoco dudaba de que él cuidaría perfectamente de Amelie, pero ella necesitaba escucharlo con sus propios oídos para poder calmarse. 

Es verdad que había visto a su amiga borracha otras veces, sobre todo cuando eran universitarias, pero eso era algo totalmente diferente. Alguien había intentado aprovecharse de ella y le dieron Dios sabía que cosa para lograrlo. No podía serenarse o dejar de pensar en la infinidad de cosas horribles que podrían haberle sucedido si Edward no la hubiese encontrado justo a tiempo, ese muchacho se merecía una recompensa solo por eso.

— ¡Eh! ¿Estás bien? — Preguntó Nate dulcemente, acercándose a ella al ver que se había quedado paralizada mirando la pantalla apagada del teléfono y le temblaban ligeramente las manos.

Bris asintió levemente con la cabeza mientras se limpiaba rápidamente la cara. Trató de centrarse en la llamada que debía hacer, pero no podía ni siquiera hablar. Sentía la garganta atenazada por la pena, con los nervios todavía a flor de piel. 

Ella normalmente no era sentimental o cualquiera de esas cosas, pero estaba tan asustada por Amelie, que ahora que al parecer todo estaba bien, los sentimientos que había pasado anteriormente salían a relucir.

— No pasa nada, bonita. Ella está bien, de verdad. No tienes que preocuparte.

La muchacha seguía sin mirarlo, haciendo un evidente esfuerzo por contener las ganas de llorar, así que luego de dudarlo unos segundos acortó la poca distancia que los separaba y la abrazó. No era el momento de ponerse a pensar si era adecuado o tenían poca confianza para algo así, era evidente que la mujer lo estaba pasando mal y él no era de piedra, lo menos que podía hacer era consolarla.

La envolvió con los brazos, acariciándole suavemente el pelo y la espalda intentando calmarla. Ella temblaba como un pajarito herido y se refugiaba en el calor de su pecho, haciendo que se le rompiera un poco el corazón. 

La sostuvo con más firmeza, intentando transmitirle algo de su fuerza, de su seguridad.

Los suaves latidos retumbando contra su mejilla húmeda, la despertaron de su momento de fragilidad. ¿Qué hacía escondida contra un hombre que era casi un desconocido? Tenía que estar loca para permitirse a sí misma quedarse tan vulnerable ante alguien. 

¿Me voy a Marte o me quedo contigo? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora