Dragon Marked War God

CAPÍTULO 189: YUN CAN DE LA SECTA ESPADA CELESTIAL!

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En ese momento, tanto Taoísta Negro como Guo Shan se sumergieron en una profunda reflexión y silencio. La Provincia Qi era sólo una de las provincias más débiles del continente oriental. En la fuerza total era bastante similar a la fuerza total de la Provincia Qian. En comparación con otros poderes, la diferencia era enorme. No había ni un solo Guerrero Alma de Combate en toda la provincia Qi.

Esa era la razón por la cual la Dinastía Marcial Santa había abandonado a estas dos provincias. Ambas eran realmente las provincias más débiles del continente oriental. Supuestamente, Taoísta Negro debe sentirse feliz de que de que la Dinastía Marcial Santa llegará a la provincia Qi para invitar a un genio a unirse a ellos, era buena suerte para la Provincia Qi. Sin embargo, él no se sentía feliz en absoluto, y creía que la secta Espada Celestial y el Valle de la Felicidad sentían lo mismo.

Todos sabían muy bien qué tipo de persona era Nan Bei Chao. No era alguien que se quedaría en un pequeño lugar como este. Incluso si él no fuera invitado a unirse al Palacio Marcial, el panorama general de la Provincia Qi todavía se rompería en pedazos por este hombre. Una vez que Nan Bei Chao se una al Palacio Marcial y consiga cultivar tanto en el Palacio Marcial como en la Dinastía Marcial Santa, su nivel de cultivo se elevará por los cielos. Con la intensa relación entre las cuatro grandes sectas de la Provincia Qi, todas las otras tres sectas tendrían que enfrentar pronto una gran amenaza.

Pero Jiang Chen que estaba sentado enfrente de ellos tenía una expresión emocionada. Su mente estaba experimentando enormes fluctuaciones ahora. Nunca temió que su enemigo se fortaleciera, porque en su mente, mientras más poderoso era su enemigo, el desafío que tendría que enfrentar sería más grande. El descubrimiento de la Dinastía Marcial Santa y el Palacio Marcial había enviado un torbellino en su mente. En un instante, él había descubierto un nuevo objetivo; La Dinastía Marcial Santa y el Palacio Marcial.

Nan Bei Chao era alguien que no se quedaría en un lugar pequeño, y Jiang Chen era un Verdadero Dragón que tarde o temprano volará a través de lo más alto en los cielos. La pequeña provincia Qi era sólo un pequeño escalón para el futuro de Jiang Chen, y así, el Palacio Marcial y la Dinastía Marcial Santa se habían convertido en su próximo objetivo.

Jiang Chen tenía grandes ambiciones y tarde o temprano, iba a llegar a la cima del continente oriental y comenzaría su viaje de regreso al Continente Divino. Él reclamara todo lo que le pertenecía en su vida anterior. Su Espada Santa todavía residía en el Acantilado de los Santos, y hace 100 años, la había usado para dividir la puerta al Reino de los Inmortales. En esta vida, él iba a cortar los cielos.

Este era la gran ambición de Jiang Chen. La Provincia Qi era sólo el primer paso hacia su objetivo final, la Dinastía Marcial Santa y el Palacio Marcial era su siguiente paso.

Eso no tiene importancia para mí. Cuanto más fuerte se vuelva Nan Bei Chao, mejor será. Nunca tengo miedo de que mi oponente se vuelva cada vez más fuerte. Si no fuera así, el acuerdo de lucha en un año no tendría sentido. Jefe de la secta, no se preocupe demasiado, el estado general de la Provincia Qi pronto cambiará, y no pasará mucho tiempo antes de que suceda. Sin embargo, no será debido a Nan Bei Chao, será por mí, Jiang Chen.

Jiang Chen se levantó lentamente de su asiento. Con las dos manos su espalda, inclinó la cabeza un poco hacia arriba, el miraba la luna por encima de los cielos con un par de ojos brillantes. La energía que emitía no podía ser ignorada.

Taoísta Negro y Guo Shan se miraron, se podía ver una mirada de asombro en sus ojos. Jiang Chen siempre les había dado una clase diferente de impresión, y en este momento, este joven justo en frente de ellos parecía muy poderoso. Era el espíritu de alguien tratando de llegar a la cima de los cielos. Él estaba allí de pie, pero él les daba la impresión de que se trataba de alguien por encima de todos, por lo que era imposible no admirar.