XXXI. Un Regalo Para Ti

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- ¿Qué crees que vas a hacer? – Chéngměi estaba furioso y Canyang intentaba detenerlo. – Ya déjalo Měi

- No, ¿qué no me escuchaste? Xingchen corrió a él, tú mismo dijiste que puede sobrevivir. – Chéngměi rompía todo a su paso

- Měi, ya déjalo, si vive o muere, ¿de verdad crees que algún día te amará?

- ¡¿Crees que me importa?! – le gritó Chéngměi a Canyang. - ¿Qué me queda si lo pierdo Yang? Xingchen es mi único lugar seguro y no estoy dispuesto a entregárselo a nadie, solo puedo estar bien si estoy con él

- ¿Y dónde me deja eso a mí? – Canyang siempre era dejado de lado. – Todo lo que yo soy, ¿no significa nada para ti?

Aquello era el mayor sacrificio de Canyang, siempre apoyándolo, cuidándolo, procurándolo, amándolo. Y, sin embargo, no significaba nada para los Xue, porque no era alguien que beneficiara a la familia. La vida era cruel en todas las vías, mientras unos odiaban y se odiaban por poder traer a un bebé al mundo, él se odiaba por no poder hacerlo. Canyang, desde muy pequeño, siempre estuvo seguro de lo que quería, así que estaba seguro de que Chéngměi era la persona que deseaba para amar. No obstante, eso fue un sueño que se hizo añicos cuando el padre de Chéngměi puso sus ojos en el hijo de Baoshan.

- No hagas esto Yang. – Chéngměi le dio la espalda. – No tú, no ahora

- Bien, no lo haré más. – Canyang se dio la vuelta.

- No, no me dejes Yang. – Chéngměi tomó desesperado al chico. – Sabes lo que significas para mí. – decía mientras tomaba su rostro. – Y sabes lo que debo y no debo hacer, eres mi conciencia Yang, eres mi freno, mi ancla en la realidad, no me abandones ahora

- Ya no puedo seguir ayudándote, no debí hacerlo desde el principio. – Canyang ya había sobrepasado su paciencia, jamás recibiría ese amor, porque Chéngměi era un cobarde que se refugiaba en él cuando le convenía, jamás iría en contra de su familia, y ahora, se había obsesionado con Xiao Xingchen lo suficiente como para olvidarse de que alguna vez, él fue el dueño de sus caricias.

- ¡Bien! ¡Lárgate! ¡Te vas a arrepentir Canyang! – Chéngměi vio a su mejor amigo dejarlo, como todos. Eso dejaba en claro que la única persona con la que podía contar era con él mismo. Lo único que le quedaba era Xiao Xingchen y no lo iba a dejar ir. Estaba solo, desesperado por encontrar una solución a lo que le pasaba.

Pero, así como él no estaba dispuesto a dejar ir a Xiao Xingchen, él, no iba a dejar a Song Lan. Habían pasado las horas y Xingchen no se había despegado del lugar, había llorado y suspirado. Si Ming llegó un poco después y lo consoló, cada minuto que pasaba, era un dolor profundo en su mundo que se terminaba de destrozar.

- Xingchen. – llamó Si Ming. – Tienes que comer algo

- No tengo hambre. – Xingchen seguía pegado a la ventana, esperando a que lo dejaran pasar con Song Lan de nuevo

- Él tiene razón, me alegra ver que Song tenga a alguien que lo ama tanto, pero lo mejor que puede hacer ahora jovencito, es mantenerse fuerte, para que cuando despierte, tenga una preocupación menos. – la capitán alentó a Xiao. – Vaya a la cafetería, coma algo, yo me quedaré y estaré informándole

Si Ming tomó a Xiao de la mano para ayudarle a caminar hasta la cafetería donde ordenaron algo que Xiao pudiera comer. Si Ming y Xiao Xingchen estaban en absoluto silencio, ambos eran prácticamente todo lo que tenía Song Lan, pero Ming tenía algo que seguía rondándole la cabeza.

- Sé que no es el momento, pero no puedo dejarlo pasar. – empezó a hablar Si Ming. - ¿Cómo te enteraste? ¿No es que decidiste desaparecer de su vida?

Deudas de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora