XXVIII. La verdad que prevalece

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Después de llevar a Wei Ying a su casa y tomar rumbo a la suya, Lan Zhan sentía que toda oscuridad que pudiera opacar el momento especial que acababa de pasar con el hombre de su vida era insignificante. Los ojos dorados del Lan brillaban cual luna llena. No sentía que el aire estuviera llegando correctamente a sus pulmones, todo era perfecto.

Mientras que en el tranquilo hogar de Lan Zhan, la tensión flotaba en el aire como una tormenta inminente. Apenas un pie en el portal de su casa, el joven se encontró con una escena poco común en su casa. El eco de las voces alteradas y el llanto sofocado se filtraban desde el salón principal, donde su familia se había reunido en un debate acalorado.

Al adentrarse en la estancia, Lan Zhan notó la presencia de su abuelo, Lan Zi-Teng, quien mantenía una expresión severa y firme. Los ojos de su abuelo brillaban con una mezcla de enojo y decepción. El motivo de la discusión estaba claro, viendo a su hermano mayor, Lan Xichen, arrodillado frente a su abuelo mientras su madre lloraba en los brazos de su padre.

- ¡¡Te piensas que es gracioso poner el nombre de la familia en boca de todos!! – gritaba el hombre mayor. – Y tú deja de llorar de una vez, ¿no piensas hacer algo al respecto con este hijo insensato?

- Padre, por favor An... - Qingheng intentaba proteger a su mujer una vez más de los reproches de su padre

- Esa mujer solo puede malcriar a los niños. – interrumpió Zi-Teng

- No soy un niño abuelo. – dijo Lan Xichen con la cabeza gacha. – Soy un hombre y puedo tomar mis propias decisiones, no involucres a mi madre en esto

- ¿Un adulto? Ha. – se burló él. – Me cuesta creerlo después de que hayas dicho semejante estupidez. – el hombre cerró los ojos y dijo con firmeza. – ¡No puedes romper tu compromiso! ¡Todo el mundo ya sabe de él!

Lan Zhan entendía todo ahora. Lan Xichen se negaba rotundamente a casarse con Jin Guangyao y él sabía perfectamente el motivo, no estaba enamorado, hacerlo era igual que suicidarse, ahora que su hermano moría lentamente al verse separado del hombre que realmente amaba. No obstante, el abuelo, un hombre de principios arraigados y tradiciones familiares inquebrantables, había luchado incansablemente para asegurar un matrimonio adecuadamente para su nieto mayor desde que este era muy pequeño. Y cuando el mayor de sus nietos había sorprendido a todos con su relación con el hijo de los Jin, todo se había ido al carajo.

Durante años, Lan Zi-Teng y Lan Xichen discutieron acerca de su relación y lo que representaba la ilegitimidad de Jin Guangyao y del detalle de su fertilidad que poco influía pero aún costaba aceptarlo socialmente. Después de superar los obstáculos, finalmente había cedido a la presión de todos y sobre todo de la cabeza de los Jin, quien le aseguró que su hijo era verdaderamente el mejor partido para su nieto.

Todo parecía como viento en popa, su relación, sus planes a futuro y los preparativos de una unión matrimonial, pero todo se había detenido hace un tiempo y el hombre se los atribuyó a la preparación profesional de Lan Xichen, lo cual valoró. Pero ahora la negativa de Lan Xichen a casarse con Jin Guangyao había desencadenado una guerra interna en la familia.

La decepción en los ojos de Lan Zi-Teng era palpable. Para él, el honor y la reputación familiar estaban en juego. Lan Zhan se limitaba a observar la situación, y entonces se vio a sí mismo en su hermano mayor. Él mejor que nadie entendía a Xichen que a pesar de su devoción a su familia, no podía ignorar los latidos de su corazón, que anhelaban una vida basada de amor y autenticidad con la persona que quería.

La guerra familiar estaba en pleno apogeo, dividida entre las tradiciones arraigadas y los deseos individuales de cada miembro. El destino de la familia Lan parecía colgando de un hilo, mientras Lan Zhan se debatía entre su lealtad y su apoyo incondicional a su hermano.

Deudas de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora