Lexa vio a Clarke trastabillar y antes de pensar siquiera en que hacía la atrapó para evitar que se fuera de bruces al suelo. Cuando fue consciente de la forma en que el cuerpo de la rubia se había pegado al suyo, lo sintió tan dolorosamente familiar que renegó de sus reflejos.
La combinación de las notas cítricas del perfume de Clarke con ese olor que era solamente de ella estaba haciéndola añicos. Los recuerdos la habían embestido con la sutileza con que te embestía una locomotora. Se recordó oliendo su cabello en cada regreso al pueblito, cada vez que la recibía en la estación de trenes. Se recordó hundiendo la nariz en su cuello en miles de abrazos, besando la piel suave y cálida, haciéndola arrugarse por las cosquillas. Recordó, y le pareció un crimen de guerra de su memoria traerle esto a colación, ese mismo olor entre los pechos de Clarke y a su lengua dibujando un camino de allí hasta el cuello de la rubia, sus dientes rasguñando la piel nívea que se enrojecia a su paso y finalmente sus bocas encontrándose en un enredo de labios, lenguas y dientes. Recordó en carne viva el peso y el calor del cuerpo de Clarke cuando se fundía con el suyo.
Lexa tuvo que abofetearse mentalmente para volver al presente, para arrancarse de esos recuerdos que se sentían tan dolorosamente vívidos.
-¿Estás bien?- preguntó la castaña mientras se desenredaba tan rápido como podía de la rubia, abochornada de sí misma y de la reacción de su cuerpo.
El taco seguía enganchado en la pasarela y Clarke casi se fue nuevamente de bruces al piso cuando Lexa deshizo el abrazo. La castaña volvió a atraparla y para su propio trastorno esta vez la rubia quedó pegada cara a cara con ella, sujeta firmemente de su camisa como si temiera caerse si la soltaba. Todavía más cerca de lo que antes había estado, sus narices coqueteando con rozarse.
-Lo estaré si no tratas de deshacerte de mí de nuevo- dijo Clarke mirándola a los ojos, haciendo referencia al brusco movimiento anterior... o eso esperaba la castaña.
Lexa gimió internamente. Quería llevar su boca a la piel del cuello de Clarke y besarlo, la sola idea de poder hacer eso la hizo sentir un inconfundible cosquilleo en las palmas de las manos.
"¡¡Controlate por un demonio!!" Se dijo a sí misma Lexa.
-Acomoda ese pie, antes de que te caigas- pidió la castaña y la voz le salió una octava más baja de lo normal, delatando su estado.
Los ojos azules de Clarke tomaron ese matiz acerado, casi oscuro, que solo les daba el deseo mientras la miraban dilucidando absolutamente lo que estaba pasando con ella.
-Con permiso- dijo la rubia con un susurro y enredó uno de sus brazos en el cuello de Lexa para equilibrarse haciendo a la castaña tragar y luego dio un pequeño tirón con el pie destrabando así el tacón de una vez.
Lexa llevó las manos a las caderas de Clarke sin pensarlo y para más bochorno sus dedos pulgares dibujaron un círculo sobre los huesos de la cadera de la rubia de esa forma juguetona que lo habían hecho antaño.
Lexa pensó que todo esa situación se sentía cómo subirse a una bicicleta después de años de no hacerlo, para descubrir que recordabas como se conducía perfectamente.
Clarke que había hecho el movimiento de enredar su brazo en el cuello de la castaña totalmente adrede, estaba tratando de recomponerse de una cosa a la vez. Por un lado el alud de recuerdos que la parecían querer desestabilizar y por otro la repentina cercanía de Lexa que iba por el mismo camino, era demasiado para procesar junto y su cerebro había activado el modo automático.
No es necesario aclarar que el modo automático con Lexa cerca era el modo ligue.
Vamos, como andar en bicicleta, una vez que lo aprendes ya nunca lo olvidas.
ESTÁS LEYENDO
Los caprichos del destino
Random¿Cuánto tiempo necesitas para enamorarte?, ¿Un año, un mes, un dia o un segundo?, Clarke y Lexa no saben muy bien la respuesta a eso pero el destino se ocupara de juntarlas y responderles...