Capítulo 37: "El después"

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Aclaración importante:

Los textos negrita pertenecen al pasado.

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Lexa entró lentamente al taller como siempre solía hacerlo, las luces estaban apagadas en su mayoría y las pocas que permanecían encendidas iluminaban el Grounder 304 convirtiéndolo en el foco de atención de la enorme sala. La castaña se acercó a él lentamente, casi respetuosamente y camino a su alrededor observando maravillada las líneas de la carrocería del vehículo. El corazón empezó a latirle más fuerte cuando posó la mano sobre el capó y sintió el tacto frío y suave del metal.

-Tienes esa mirada- dijo la voz de su tío Gustus a sus espaldas.

Lexa no se giró a verlo, sus ojos no podían separarse del coche frente a ella ni aunque lo intentara, esa bestia de metal la tenía cautivada de una forma que no la dejaba respirar a sus anchas.

-Tio Gustus, yo no…- trato de decir Lexa pero no pudo completar la oración, no era capaz.

-¿No lo sientes Lexa? Ese cosquilleo en el estómago, esa pulsión que nace de lo más profundo de ti, la misma que sentimos Aden y yo cuando escuchamos ronronear uno de nuestros motores, la que ha sentido cada uno de los Woods desde que tu tatarabuelo fundó este imperio- dijo el enorme hombre acercándose a ella y abriéndole la puerta del auto del lado del conductor en una silenciosa invitación.

-Ya hemos hablado de esto tío, yo no voy a correr- dijo Lexa con voz más débil de lo que pretendía.

-Dicelo a alguien que no te haya visto correr Lexa, tú fuiste hecha para esto, te llena de una forma que nada ni nadie más puede llenarte y por eso es que le temes tanto- dijo el hombre acercándose a ella.

Quedaron ambos frente a frente, mirándose en silencio, la castaña tensa como una cuerda de acero y el hombre inamovible como una montaña, la puerta del auto seguía abierta como una invitación no dejándola pensar en nada que no fuera sentarse detrás de ese volante.

-Los Woods nacemos para estar en un auto Lexa, ya sea debajo de él ajustando tuercas o detrás del volante, es nuestro destino- dijo tío Gustus con la tranquilidad de quien decía una verdad incuestionable.

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Clarke entró a su casa con paso cansado, dejó los zapatos en la entrada y caminó un par de metros antes de que su teléfono comenzara a sonar. Era el tono de Raven, hacía ya casi cuatro meses de la última vez que habían hablado para el cumpleaños de la latina y la rubia se sintió terriblemente culpable de que hubiera dejado pasar tanto tiempo desde la última vez que había tenido noticias de la que había sido una de sus mejores amigas de la secundaria. Una de las mejores amigas de su vida y punto.

Suspiró armándose de paciencia y coraje esperando el regaño de Raven por ser un ser tan desapegado y poco sociable (sabía que lo merecía) y atendió el teléfono esperando una diatriba furiosa del otro lado.

-¡¡Hasta qué por fin atiendes rubia!! ¿Dónde tenias escondido el teléfono? ¿Entre las tetas y por eso no podías encontrarlo a tiempo?- fue lo primero que dijo Raven, sin siquiera un “Hola”.

Clarke sonrió y sintió un pinchazo en el corazón, joder que habia extrañado hablar con esa latina cabeza hueca y boca floja, pero desde hacia razón de tres años las charlas con Raven siempre acaban derivando en… en ella, y su corazón dolía siempre de la misma manera cuando su nombre salía a la luz y cuando no también, pero había cosas que eran más fáciles de sobrellevar en silencio y sola que compartiendolas con los demás.

Los caprichos del destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora