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Aiden

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Aiden.

Contra todo pronóstico, he aprendido que la mujer de la recepción del gimnasio odia a Josh tanto como a mí.

Cuando él se ha acercado al mostrador para pedir una nueva toalla —porque se había caído al suelo y, en sus palabras, no le parecía muy higiénico frotarse las pelotas con un algodón que podía contagiarle algo incurable—, ella ha señalado un cartel que reza «Una toalla por miembro del club» y le ha hecho un gesto para que se fuera por donde había venido.

—A lo mejor su trabajo está terriblemente mal pagado y está buscando una forma de que la echen con la indemnización por despido improcedente —propone Josh.

—¿Y por qué lo paga con nosotros, si somos igual de pobres? —digo—. Que vandalice las paredes del gimnasio, o que llene los vestuarios de sangre de cerdo y mande un email urgente con el asunto «URGENTE: asesino en serie en el campus».

—¿Qué va a conseguir con eso?

—No sé, que le suban el sueldo por empleo de alto riesgo.

—Cierto. Me encanta tu imaginación, es muy macabra.

Me lo tomo como un cumplido.

—Gracias. Culpemos a Netflix. Y a los podcasts de crimen del iPhone. Una vez entras en ellos, no hay vuelta atrás.

—A lo mejor tendrías que recomendarle alguno a doña Una Toalla Por Miembro, así se entretiene unas horitas detrás del mostrador. Hay muchos estudios que señalan al aburrimiento como la principal causa de la irritabilidad.

—¿Estás seguro de que es una buena idea ponerla a escuchar los métodos más brutales para matar a alguien sin dejar huellas? —bromeo—. Creo que es contraproducente.

—Sólo estamos retrasando lo inevitable. Un día de estos, encontrarán nuestros cadáveres metidos en la lavadora del gimnasio.

—¿La lavadora estará en marcha?

—Y a toda velocidad —dice Josh, y suelta una carcajada.

—Eso sería desafortunadamente irónico. ¿Me he pasado toda la vida dando vueltas a las cosas y acabo dando vueltas después de morir también? Quiero poner una reclamación.

—Ya seríamos dos, entonces.

Llevamos dos horas en el gimnasio. Quedé con Josh en la entrada para hacer —esta vez en mis palabras— «treinta minutos de entrenamiento intenso», y se nos ha ido de las manos. Estoy seguro de que la razón es que tenemos todas las instalaciones para nosotros solos.

Normalmente, cuando entreno, mi objetivo es hacer el mayor número de ejercicios en tiempo récord para poder salir pitando de una sala repleta de gente sudorosa y gritos de esfuerzo. Aquí, sin embargo, no hay ningún motivo para tener prisa en marcharme.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora