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Aiden

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Aiden.

Carter podría haberme soltado la mano, pero no lo ha hecho. Debo admitir que tenía miedo de que lo hiciera; cuando ayer me cogió la mía, era para que huyéramos de los aspersores. Aquí no caben interpretaciones: si lo he hecho, es porque me apetecía.

Porque le quiero cerca.

Porque me gusta.

—¡Buenas noches, San Diego! —saluda la cantante.

A primera vista, ya me había parecido joven, pero al tenerla enfrente veo que es de nuestra edad. Tiene la nariz perfecta y unos ojos luminosos, y lleva un pin con la bandera de Reino Unido. Quizá por eso no me sorprende cuando dice:

—Es la primera vez que toco mi música en este lado del océano. —La gente vitorea—. No os preocupéis, sé que estáis temiendo que me ponga a cantar baladas fruto de una ruptura, pero he venido a que todos nos lo pasemos bien. —Más silbidos—. ¿A alguien le gusta la música de los ochenta?

La intro de una versión modernizada de Ain't Nobody, de Chaka Khan, empieza a sonar por los altavoces. La masa de gente que nos rodea se activa. La cantante tiene una voz limpia y enérgica, y dudo que necesite el micrófono para hacerse oír. Empiezo a cantar a la vez que ella desde mi sitio. Carter, como era de esperar, no la conoce, pero sonríe.

—¿Es tu primer concierto? —pregunto directamente en su oído. Apenas me escucha, pero asiente—. ¿De verdad?

Ahora es él quien se acerca a mi oreja.

—Cuando era pequeño —responde—, mi madre quería llevarme a uno de Depeche Mode, pero lo cancelaron. Mejor para mí, también te digo, porque no tenía ninguna gana de ir y sólo accedí para que me compraran una Nintendo.

—¿Conseguiste la Nintendo?

—Por supuesto —confirma como si fuera evidente—. Los eventos imprevisibles no deberían afectar a un acuerdo.

—El mundo ha perdido a un gran abogado.

—Pero ha ganado un gran biólogo marino.

—No seré yo quien lo niegue. —Me giro hacia el escenario. La canción acaba de terminar—. Ahora escucha la música. Quién sabe, quizá acabes culturizándote un poco.

No sé si se culturiza, pero nadie puede negar que Carter se divierte durante el concierto. La cantante tiene un repertorio increíblemente variado y, a las once, cuando avisa de que tiene que ir cerrando el espectáculo o de lo contrario vendrá alguien del ayuntamiento a echarle la bronca por incumplir los horarios, los asistentes piden un bis como locos.

—Está bien, supongo que hay tiempo para una más. —La cantante coge una guitarra, esta vez eléctrica, y grita—: ¿A alguien le suena un tema llamado Under Pressure?

—Me suena hasta a mí —dice Carter—. Madonna.

Creo que decir eso es delito, al menos en algunos círculos.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora