La Universidad de San Diego nos devuelve la mirada, imponente. Las vacaciones de verano se han acabado; prueba de ello son el interminable atasco que se ha formado en el desvío de la carretera y los centenares de estudiantes que recorren los caminos de piedra desfilando hasta las residencias.
Una de las habitaciones de alquiler es la nuestra. Por estadística, es difícil que nos toque la misma de junio; no obstante, quitando las cuatro paredes que presenciaron nuestro primer encuentro, todo lo demás seguirá intacto. Nos hemos sentado en unas escaleras para descansar y, a nuestro lado, están apoyadas la tabla de surf, las mismas maletas que nos llevamos en el avión a Chicago y la funda que resguarda un portátil que ha presenciado grandes cosas, entre ellas el correo de admisión que dio pie a una celebración memorable.
Ha sido un verano maravilloso. Sin duda, el mejor verano de nuestras vidas. Hemos alquilado una caravana para recorrer la costa este, hemos pisado la playa, e incluso hemos hecho el amor allí debajo de las estrellas. Esto último fue más para tacharlo de nuestra lista de cosas por hacer antes de morir que por otra cosa; la arena demostró ser extraordinariamente aparatosa y volvimos a cometer el delito de no llevar ropa en una playa pública (aunque fuera de madrugada). No pensamos arriesgarnos de nuevo a que nos pille la policía.
Ahora, el nuevo curso tiene la compleja tarea de mejorar un verano que, por ahora, parece insuperable. Conservamos la fe en que, de algún modo, logre superar unas expectativas que deben de estar rozando este cielo limpio y celeste. No en vano San Diego nos ha recibido con unas temperaturas ideales. La única explicación que se me ocurre es que sea el viento off-shore, empujándonos desde la tierra hacia el mar.
De todas formas, sé que nuestras expectativas se cumplirán por imposibles que parezcan. Porque, sin importar qué ocurra durante los próximos meses, nos enfrentaremos a ello de la mano. El arquitecto desesperado por levantar un futuro juntos y el biólogo marino dispuesto a curar cualquier herida con el agua salada del océano. Es un plan infalible.
Todo ha cambiado. Han sido pocos meses, pero nuestras vidas han dado un giro espectacular. Echando la vista atrás, es fascinante cómo nuestras vidas han conseguido encajar a la perfección. Cómo han conseguido unificarse.
A partir de ahora, la historia la narramos juntos.
*espacio para dejar salir emociones*
Gracias por llegar hasta aquí 🤍
Nos vemos en unos días en la nota del autor final, que quiero hacer agradecimientos.
Espero que os haya gustado la novela :)
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Off-shore | ©
RomansaCarter Davis sólo tiene una cosa en mente: aprovechar las vacaciones de verano para olvidar a su ex. Ha alquilado una habitación individual en la residencia de la Universidad de San Diego y planea pasar las próximas semanas surfeando y llorando hast...