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Aiden

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Aiden.

Esto ha sido... sorprendente. Para bien, claro está. Probablemente haya entrado en mi «top de experiencias nuevas».

Me gustaría decir que he podido enfrentarme al reto con una actitud totalmente despreocupada, pero sería imposible de creer. Más que nada porque, si ya de por sí es difícil afrontar situaciones desconocidas, hacerlo cuando estás cachondo y con los sentidos nublados por el deseo es incluso más complicado. Ha hecho falta mucho esfuerzo —y lubricante, para qué mentir— para pillarle el truco a lo de enrollarme con un tío.

Por suerte, Carter no se ha quejado, así que espero no estar en lo alto de su ranking de peores parejas sexuales.

Cuando me envió a por los condones, pensaba que iban a fallarme las piernas de los nervios, pero he de decir que él ha tenido mucho que ver en el hecho de que acabara tranquilizándome. No sé cómo, pero Carter consiguió que mis dudas se disiparan en cuestión de milisegundos. Es posible que esté relacionado con que acabase de arrancarme la ropa, pero siento que no habría sido así con otra persona.

Sin fuerzas después de los últimos minutos, me libero de sus brazos y me tumbo a su lado, encajándome en el diminuto hueco que hay entre la pared y él.

—Si no querías un abrazo, haberlo dicho —protesta Carter, y pone los ojos en blanco antes de sonreír.

No tiene nada que ver con que sea una muestra de afecto. Lo que pasa es que sigo muriéndome de calor: mi cuerpo está a veinte mil grados centígrados, y necesito un minuto alejado de cualquier tipo de contacto físico para no desfallecerme.

De todas formas, seguimos el uno junto al otro. Puede que ya no esté encima de Carter, pero su cuerpo está literalmente pegado al mío. Puedo sentir su respiración en mi nuca cuando se gira para dirigirme la mirada.

—Es que no me has especificado si era un abrazo de consolación o uno de «guau, Aiden, la serie de Masters of Sex debió de enfrentarse a un juicio cuando salió porque ese término ya lo tenías registrado tú» —bromeo mirando al techo.

Suelta una carcajada.

—Probablemente esté entre medias de las dos cosas... —Pasados unos segundos, añade—: Aunque está más cerca de lo segundo, las cosas como son.

—Perdón, necesito enfriarme un poco.

—Comprensible —concede.

Muevo mi cabeza para tenerle en mi campo de visión y... me cuesta creer que haya tenido delante a Carter todos estos días y, sin embargo, haya tardado tanto en aceptar lo atractivo que es más allá de un pensamiento impersonal. Ahora mismo, parece tan evidente que es mi tipo. Sólo con ver sus ojos sinceros —aunque con esa chispa sarcástica que nunca parece perder— me quedo sin excusas para justificar por qué haber tardado en besarle era una buena idea.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora