Aiden.
De alguna forma —aunque no se conozcan—, Carter y Josh parecen haberse puesto de acuerdo para no dejarme solo en ningún momento del día. No voy a quejarme porque, llegados a este punto, cualquier distracción es bienvenida.
Ya me lo esperaba, pero Josh ha demostrado ser perfecto a la hora de mantener una conversación. Una sola pregunta en el local de kebabs orgánicos nos ha llevado a una tarde entera sin dejar de hablar. Aunque no hemos entrado en demasiados detalles —principalmente hemos discutido sobre nuestras universidades, el futuro y la vida—, Josh transmite una cercanía sorprendente para alguien que recién conozco.
No me percato de las horas que han pasado hasta que el sol termina de esconderse y recibo un mensaje de Carter en el que me avisa de que está de camino.
—Se está haciendo tarde —digo en cuanto Josh hace una pausa. Acabamos de cruzar el parque de la otra noche.
Me sabe mal interrumpir una conversación, pero quiero dejar claro que, ya que voy a estar aquí un mes, me encantaría retomarla en otra ocasión si le apetece.
—Oh. —Mira el móvil y cae en la cuenta de que es la hora de cenar—. ¿Cómo pueden ser las ocho?
—Lo sé —coincido—. Por eso lo he dicho.
—Perdón. Si empiezo a hablar no hay quien me pare. Es uno de mis defectos. De mis pocos defectos —bromea.
Sonrío. Me hace gracia su confianza en sí mismo. Necesitaba interactuar con alguien así, transparente y directo. Después de las contradicciones de Kim y del embrollo en el que me ha metido, prefiero lidiar con algo de orgullo a ir descifrando los secretos de una persona.
—Creo que tenemos el mismo problema.
—Es una pena que no estudies en la USD, porque se me ha ocurrido la idea perfecta para monetizar nuestra verborrea. Podríamos empezar un podcast y hacernos de oro.
—Lo más probable es que nadie lo escuchase. Si no nos paran los pies, los programas durarían seis horas.
—¿Y cuál es el problema?
—Que nadie tiene seis horas libres hoy en día.
—Sería un programa para universitarios deprimidos que se pasan horas tirados en la cama saltándose las clases.
—Entonces a lo mejor tenemos una oportunidad, sí.
—Y tanto, todos mis compañeros de Física Computacional entran dentro de esa etiqueta —me promete—. Por cierto, ¿quieres pillar algo de cena? Hay un restaurante tailandés bastante conocido a un par de manzanas de aquí. Su decoración es un atentado contra el buen gusto, pero ponen la comida para llevar, así que podemos tomárnosla en un banco.
Niego despacio.
—Me encantaría, pero ya he quedado. —Me sabe mal dejarle con las ganas—. Además, compré el plan de comidas en la universidad, así que probablemente debería amortizarlo.
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Off-shore | ©
RomanceCarter Davis sólo tiene una cosa en mente: aprovechar las vacaciones de verano para olvidar a su ex. Ha alquilado una habitación individual en la residencia de la Universidad de San Diego y planea pasar las próximas semanas surfeando y llorando hast...