37.

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Carter

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Carter.

—¿De donde vienes? —pregunta Kelsi—. Estás brillando.

Sonrío, porque puedo adivinar a qué se refiere. Está parada en la puerta con otro de sus típicos barquillos de chocolate. Ya se han convertido en su marca personal.

Entro en la clínica y dejo mis cosas en una silla que utilizamos como ropero. Sólo llevo una camiseta hecha con un tejido extrafino y unos pantalones cortos y aun así me estoy achicharrando.

—He estado tomando el sol. Quiero ponerme moreno.

—¿A solas? —Hace una mueca sugerente.

No se le escapa una.

—No, he estado con Aiden.

—Entonces es Aiden lo que te hace brillar, no el sol.

Hago un esfuerzo para que mi bufido suene realista.

—Kelsi, por favor te lo pido...

—¡Venga ya, Carter! No paro de escuchar sobre este misterioso compañero de habitación que está buenísimo y encima tiene unos pectorales para morirse.

—¡Yo nunca le he descrito así!

«Al menos no en voz alta», añade mi mente.

—No hace falta que me lo digas, te delata tu cara cuando hablas de él. ¿Te crees que no me iba a dar cuenta? Si me paso el día con la nariz dentro de novelas románticas. Tus gestos están detallados en todos los libros jamás escritos. Se te dilatan las pupilas, como si estuvieras muy cachondo.

—Eso es totalmente mentira —protesto.

—Es totalmente cierto. Pero explícame por qué vienes sofocado. ¿Habéis tenido una sesión intensa de morreos en la playa? Espero que al menos llevarais protección solar. O protección a secas, dependiendo de lo que hayáis hecho.

Es gracioso porque, por lo que recuerdo, apenas he dicho (como mucho) tres cosas sobre Aiden: su nombre, la poca gracia que me hizo que me lo encasquetaran al principio del verano, y que últimamente surfeamos por las mañanas. Me aterra imaginar qué podría pensar Kelsi con algún dato más.

Sólo me queda rezar por que nunca conozca a Mia. Las veo capaces de crear un grupo de iMessage, llamarlo «¿Han tenido Aiden y Carter sexo desenfrenado hoy?» y mandar un mensaje diario en el que ponga o no.

—Hemos ido al Parque Balboa —informo.

—Suena romántico. ¿Era una cita?

—No. Nos hemos tumbado en el césped a hablar. Así que tampoco ha sido muy romántico. Lamento decepcionarte.

—Perdona, pero eso es romantiquísimo.

A estas alturas, estoy seguro de que podría decirle a Kelsi que hemos estado buscando huesos humanos en un contenedor de basura y ella lo consideraría el epítome del romance.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora