Aiden.
—¿Entonces pretendéis replicar lo que hicieron? —pregunto.
Carter asiente.
—No sé si funcionará, pero el hecho de que fuera un éxito en Florida... no sé, como que lo hace parecer más posible.
Asiento y le rodeo con el brazo.
—¿A Jay le parece bien?
—No lo sabe aún. Me ha dicho Kelsi que lo mejor es mantenerlo en secreto hasta que pongamos el plan en marcha. Al parecer, Jay se vuelve muy negativo en cuanto alguien menciona la clínica y diría que no merece la pena intentarlo.
—¿Y en qué habéis quedado ella y tú?
—Kelsi no quería marcharse a casa todavía, por lo que seguirá allí tratando de contactar a los dueños de otras empresas que puedan querer ayudarnos. Mañana me contará.
Carter se ha pasado la cena poniéndome al corriente de cómo están las cosas en el trabajo. Ya no le veo tan pesimista como las últimas veces que salía el tema en alguna conversación; parece que lo que les ha contado su mejor amiga ha servido de ayuda, de lo cual me alegro.
Dejamos atrás el eco de la cantina.
—¿Quieres que nos quedemos aquí fuera un rato?
—¿Nos tumbamos en el césped? —propone.
Como respuesta, paso por encima del cartel que reza «no pisar la hierba» y me tumbo boca arriba. Noto los tallos frescos haciéndome cosquillas en el cuello. Carter hace lo mismo y pone las palmas detrás de su nuca a modo de almohadón.
—¿A qué te has dedicado hoy? —me pregunta.
—No he hecho gran cosa. Por la mañana me acerqué a la entrada para despedirme de mi amigo. El del bar de copas.
—Josh, ¿verdad?
—Me hace gracia que te acuerdes de su nombre aun habiéndolo mencionado dos veces pero te equivocaras con el mío las primeras noventa veces cuando nos conocimos.
Carter se ríe. Dios, voy a echar de menos esta risa.
—Tengo que admitir que la mitad de las veces era aposta. Y suelo tener muy buena memoria. Estoy seguro de que, si no me entraba en la cabeza, es porque estaba convencido de que olvidándolo a cada rato conseguiría que desaparecieras.
—Te odio.
—Ambos sabemos que no es verdad —dice con total seguridad—. Pero sí que nos odiábamos entonces.
—¡Yo nunca te odié! El único que me tenía amenazado de muerte eras tú, desde el segundo que cruzaste la puerta.
—¡Había un desconocido en pelotas en mi habitación!
—Pues ir a secretaría para conseguir que me echen no es la reacción que estás teniendo estos días al verme desnudo.
—Ha cambiado el contexto —se defiende.
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Off-shore | ©
RomanceCarter Davis sólo tiene una cosa en mente: aprovechar las vacaciones de verano para olvidar a su ex. Ha alquilado una habitación individual en la residencia de la Universidad de San Diego y planea pasar las próximas semanas surfeando y llorando hast...