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Aiden

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Aiden.

Después de cenar, Carter y yo volvemos a la habitación. Me asombra haberme enterado de todos los detalles que me ha contado sobre el proceso de recuperación de las focas, porque pensaba que no iba a poder concentrarme en nada tras el beso con Josh. No ha sido así en absoluto.

Creo que la principal razón es lo transparente que ha sido Josh. ¿Me habría gustado besarle de nuevo? Probablemente, pero respeto demasiado sus razones para no querer hacerlo como para entristecerme de que lo nuestro no vaya a ir más allá de lo de hoy. Por eso, lejos de haberme dejado con ganas de más, me he quedado sorprendentemente satisfecho.

—He visto antes unos carteles en la calle —le digo a Carter—. Al parecer, van a hacer conciertos nocturnos en el parque donde fuimos a correr. Empiezan la semana que viene y son gratuitos, lo digo por si quieres que vayamos.

—Suena genial —responde—. Cuenta conmigo.

—Eso sí, me parece que no tocará nadie conocido. Claro, que a ti eso te da igual, porque ya podría venir el mismísimo Freddie Mercury si aún viviera, y tú preguntarías quién es.

—Oye, sé quien es Freddie Mercury. El de Nirvana. —En cuanto ve mi expresión de terror, dice—: Es broma. Queen.

—A lo mejor estamos a tiempo de salvar parte de ti.

—Sí, no tengas muchas esperanzas. Has ido a dar con uno de los tres cantantes que me suenan.

Frunzo el ceño.

—Tienes que estar de coña.

—Otro igual que Kelsi. —Resopla—. Aceptad de una vez que no me interesa la música. A principios de verano, puse un par de playlists en Spotify para ver si me ayudaban a superar a Oliver y no funcionaron. Puedo apreciar las letras de Adele, pero no me provocan ninguna emoción.

—Estoy seguro de que eso es un rasgo de psicopatía.

—No exageres.

—No, te lo digo en serio. Hasta ahora, habría jurado que la música era la única experiencia universal que todos disfrutamos por igual, con independencia de nuestros gustos.

—Pues ya ves.

—Me das miedo. ¿Seguro que no eres un robot?

—De momento, no he encontrado mi número de fábrica.

Averiguar esto sobre Carter chocaría a cualquier persona, pero quizá a mí especialmente. La mayoría de mis citas con Kim —cuando estábamos ambos en casa, claro— eran en un karaoke, tengo canciones asociadas a todos mis recuerdos, y de pequeño siempre pedía CDs por mi cumpleaños. Considero que una vida sin banda sonora no es una vida.

Cada uno con sus rarezas, supongo.

—¿Quieres ver una película? —pregunta de la nada.

—Ah, ¿películas sí ves?

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora