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Aiden

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Aiden.

La llamada de Josh resulta ser la excusa perfecta que estaba buscando para poder salir de la galería de arte.

No sé ni cómo he acabado ahí en primer lugar. Si no me equivoco, después de dejar a Carter en la clínica estuve vagando sin rumbo por las calles de la zona hasta que por fin me percaté de que había pasado una hora dando la vuelta a la misma manzana. Mi IQ debe de ser el más bajo del país.

No había nadie a quien preguntar por las atracciones turísticas del barrio, y usar Google Maps habría arruinado mi espíritu aventurero, así que decidí entrar en una galería que había en la calle de enfrente. Me di cuenta demasiado tarde de que, con mi bañador naranja, iba ligeramente mal vestido para una exposición temporal de un artista snob parisino.

—Gracias por llamar —digo a modo de saludo, y me voy corriendo por la puerta. Con suerte, la dependienta de la galería que me lleva mirando con asco desde que he entrado se pensará que he tenido una emergencia familiar.

—¿Aviso a los bomberos? —pregunta Josh, con ganas de saber qué ha pasado—. Porque ese «gracias por llamar» ha sonado muy parecido a «me he quedado atascado en el conducto de ventilación» o a cualquiera de sus modalidades.

—¿Por qué iba a quedarme atascado ahí?

—Eso es lo siguiente que te habría preguntado. Pero no me parece descabellado, dicen en las noticias que hemos entrado en una ola de calor, así que quizá... ¿para refrescarte?

—Creo que nadie se mete en un conducto de ventilación salvo en las películas, Josh. Pero tienes buena imaginación.

—Gracias. ¿Entonces qué ha pasado?

—Nada, que estaba a dos minutos de que me mataran unos críticos de arte a base de pincelazos.

Él se ríe.

—Voy a necesitar esa historia con más detalles.

Bien, es la respuesta que buscaba.

—¿Quieres que tomemos algo juntos?

—Claro —dice—, ¿estás en el campus de la universidad?

—No, estoy en... la verdad es que no tengo la menor idea de dónde estoy. Espera, te paso la ubicación y me cuentas si te suena. —Abro nuestra conversación y le envío dónde estoy con el icono del mapa—. Vale, mira tus mensajes.

Josh tarda un minuto en abrir el enlace.

—¡Pero si vivo aquí al lado! —exclama.

—¿Cómo que vives aquí al lado? Pensaba que te estabas quedando en un edificio de las residencias.

—¿Por qué haría eso si mis padres son de San Diego?

Tiene razón, pero mi mente había asumido que, independientemente de que su familia se ganara la vida abriendo negocios en la ciudad, él vivía en el campus. Después de todo, siempre me lo encuentro en la universidad, ya sea en los edificios donde están las clases o en el gimnasio.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora