Capítulo 98

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—ella se fue... me boto hace seis meses— Cade ríe de su desamor.

—¡¿y hasta ahora me dices?! — protesta Ginn un poco ofuscada. — cada vez que fuiste a tus habitaciones ibas a una alcoba vacía — bebe hasta el fondo de ese vaso de color naranja.

En cambio, Cade hace muecas al beber del licor ambarino, menos dulce, más rasposo al pasar por su garganta. —cree que soy idiota, me cree incapaz de asumir un lugar con ella... creo que la amo, Ginn.

El vaso entre sus manos se llena una vez más directo de la mano de un droide anticuado que trabaja de camarero en esa cantina de mala muerte a mitad del borde exterior. Planeta con ley laxa gracias a la poca vigilancia de Cade en el sector. Un trato desconocido para Kylo donde los bandidos tienen ciertos privilegios a cambio de una cuota. No es un planeta que tenga gran riqueza siendo el crimen el único medio de subsistencia para los habitantes. Antes sin población, ahora una emergente por los forajidos que ahí hacen paradas para esconderse. Es un tanto tolerable la vida en ese sitio con una tregua entre carteles designando el sistema como neutro de conflictos para pasar desapercibidos al imperio. Acuerdo al que llego Cade al ser un planeta con población cero de manera oficial.

—la amo, Ginn.

—estas ebrio — ambos hablan con un arrastre de sus lenguas El efecto de esa borrachera de horas comienza a hacer estragos con sus torpes movimientos y errores al hablar. —no puedes amarla, lo prohíbo ¡es mi hermana!

—tu — la señala con los ojos entrecerrados —primero estuviste con mi hermano. No puedes prohibir nada.

—¡pero jamás lo ame! —protesta la chica.

La escena es común en los festejos de este dúo. Ambiente viciado con aroma a especias, alcohol y sexo. Música con alto volumen que mueven y animan a cada ser que entra en la cantina a beber hasta perderse.

Ginn pierde el decoro y la elegancia después de varios vasos del cocktail naranja con jugo de frutos azules, tan dulce que empalaga. El impecable peinado reglamentario se ha deshecho dejando suelta su melena rubia en desordenados rizos que caen por su frente. El labial rojo desvanecido que solo queda el contorno marcado en sus labios carnosos. El uniforme ha desaparecido mostrándose en ropa pequeña y sugerente como es costumbre al término de cada misión.

—no amarlo no borra el tiempo que pasaste con él.

Ginn se encoge de hombros con desenfado —¿Qué importa ahora? No lo amé, él no me amó... ella no te ama.

—yo la amo.

—es hora de marcharnos, estas demasiado ebrio, Cade. — hablando y actuando, ella toma sus pertenencias dejando una pila de créditos sobre la mesa, tomando la botella de whysky corelliano que bebe Cade para acunarla entre sus brazos como un bebé.

Él obedece sin oponer resistencia buscando también el abrigo del uniforme oficial que llevo consigo cuando decidieron buscar el sitio menos elegante, donde según ellos, es más divertido. No son pretensiosos cuando de cantinas se trata, prefieren las de mala reputación a los refinados clubes elitistas donde su comportamiento puede ser bastante cuestionado. Sitios donde su nombre importa y sus rostros reconocidos, en cambio, en lugares de bajo estrato a nadie le interesa quien entra y sale de su planeta, ese anonimato es el que les permite la diversión sin censuras.

Prefieren tratar con majaderos y bandidos, donde Ginn puede dejar sus modales de dama de realeza y rebajarse al de una cualquiera solo por diversión, sabiendo que cuenta con un eficaz protector. Porque pese a sus filosas palabras o comportamiento reprobable, él siempre la respalda. Es un trato acordado por su amistad y matrimonio. Además, que él no es capaz de permitir algún daño u ofensa que ella no acepte.

DOS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora