Parte 20: La reacción de los antimutantes

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Cierto día, Charles Xavier decidió analizar la tela del abrigo de Kurt. Ese pedazo de tejido había estado dentro de una pared de concreto y el profesor X deseaba saber cómo se habían acomodado los átomos durante esa fusión, y si se había producido algún cambio en ellos. Sin embargo, para estudiar átomos necesitaba un microscopio especializado y no disponía de un equipo tan avanzado en la mansión X.

Solucionó el problema acudiendo a un laboratorio dirigido por un antiguo amigo, que le permitió hacer uso de sus microscopios electrónicos. Llegó una mañana muy temprano y se dispuso a trabajar, preparando la muestra de tela que estudiaría.

Al pasar sus manos sobre el tejido notó una dureza en el dobladillo de la tela y extrajo el objeto que estaba alojado allí. Quedó pasmado al ver un artefacto del tamaño y la forma de una lenteja. Comprendió inmediatamente lo que era y, llenando un vaso con agua, sumergió el micrófono para que dejara de funcionar.

Cuando estuvo de vuelta en la mansión X, llevó el aparato a su laboratorio y se aseguró de que estaba inactivo. No pudo averiguar nada sobre su procedencia, pero no le costó imaginar que el responsable era Magneto.

Charles Javier hizo memoria de las ocasiones en que estuvo cerca del micrófono en los últimos dos meses. Recordó que había hablado con Kurt y Anne Mary cuando ese pedazo de tela estaba sobre el escritorio y lo lamentó. En aquella oportunidad, Charles les había explicado a los novios todo lo que sabía sobre Boa. Seguramente Magneto ya se había enterado de esa información. Pero lo peor era que habían hablado sobre la relación entre Anne Mary y Nightcrawler. Ahora Magneto también estaría enterado de eso y debía estar furioso.

El profesor X no tuvo más remedio que llamar a Kurt y explicarle lo del micrófono. Nightcrawler se sintió culpable de haber traído un aparato de espionaje a la mansión X, pero el profesor le dijo que en realidad lo había traído Kitty. De todas formas, no importaba cómo llegó el micrófono hasta ellos, lo importante era que Magneto ya sabía de la existencia de Anne Mary y debían tomar medidas: Anne Mary tendría que trasladarse a la mansión X para que estuviera segura. Kurt quedó encargado de decírselo, pero sabía que no sería fácil: Anne Mary había vivido toda su vida en el mismo departamento y no querría dejarlo.

XXX

Kurt y Anne Mary se comportaban como cualquier otra pareja de enamorados cada vez que iban al parque, pero siempre llamaban la atención. Era raro ver a un mutante y una humana tomados de la mano.

Esa tarde se sentaron en una banca y Kurt trató de convencer a Anne Mary de dejar su departamento.

—Podrías instalarte en la mansión X y así no tendrían que vigilarte por telepatía —le explicó—. Estaríamos más tranquilos y nos veríamos más.

—No puedo vivir contigo hasta que estemos casados —respondió Anne Mary horrorizada.

—Estaríamos en habitaciones diferentes.

La muchacha adoptó una actitud juguetona y preguntó sonriendo traviesa:

—¿Y qué pasaría cuando yo saliera de mi habitación por la noche y me fuera a meter a la tuya? ¿Me cerrarías la puerta?

—Te daría la llave —contestó Kurt en el mismo tono y se abrazaron riendo.

Luego se besaron, olvidándose del mundo que los rodeaba.

Ninguno de los dos vio al hombre que desde lejos los fotografiaba y grababa un video con su teléfono celular. Este hombre se llamaba Stephen Belack y era un fanático antimutantes. Su página en Internet tenía miles de seguidores y Stephen les hablaba diariamente sobre la pureza de la sangre humana, actualmente amenazada por la infección mutante. Decía que los mutantes debían ser expulsados del país, incluso había llegado a decir que debían ser exterminados.

Esa semana, Stephen Belack había leído ciertos comentarios sobre un mutante que se paseaba libremente con una mujer humana. Eso lo enfureció. Para confirmar los rumores se trasladó a la plaza donde habían visto a Kurt Wagner y Anne Mary Jones. Así pudo verlos tal y como se los habían descrito. Para él era un escándalo. ¡Los mutantes ahora querían a sus mujeres! Stephen no iba a permitirlo. Tomó fotos y videos de la pareja y los subió a su página.

La reacción fue inmediata: miles y miles de personas exigieron que se prohibieran las relaciones amorosas entre humanos y mutantes. Acudieron a las autoridades y no fueron escuchados. Jueces y legisladores dijeron que no podían limitar de esa forma la libertad de las personas. Stephen Belack alegó que los mutantes no eran personas, pero el gobierno ignoró sus declaraciones. Frustrados, los fanáticos antimutantes decidieron comenzar a manifestarse.

Una semana más tarde, Anne Mary dormía en su cama poco después de amanecer. Junto con la luz del nuevo día, entraba por la ventana el rumor de muchas voces, aunque la ventana estaba cerrada. Alguien gritaba palabras de ira frente a su edificio de departamentos. El clamor de la multitud se hizo tan fuerte que Anne Mary despertó sobresaltada.

La muchacha se levantó y fue a ver lo que pasaba. Corrió la cortina y miró al exterior. Un grupo de manifestantes alzaba pancartas y exigía que las mujeres humanas mantuvieran la pureza de la raza. Anne Mary se quedó mirándolos horrorizada y en ese momento un huevo podrido se estrelló contra el cristal de la ventana. Siguieron otros tres huevos y Anne Mary cerró la cortina, refugiándose en el interior del dormitorio. Pero los gritos no cesaban. La llamaban sucia y traidora; le exigían que renunciara a ser la novia de un mutante.

La muchacha llamó a Kurt y el mutante azul llegó a su departamento sin ser visto por los manifestantes.

—Es una razón más para que te traslades a la mansión X —dijo Kurt—. Allá nunca hay manifestaciones, porque misteriosamente un viento huracanado barre con los revoltosos y los aleja de allí.

—Kurt, no quiero dejar mi casa sólo porque a algunas personas no les gusta lo que hago. Eso no es justo.

Kurt la abrazó con ternura y besó su frente, diciendo:

—Perdóname, amor. Es culpa mía. Debí decirte que los mutantes vivimos escondidos. Si te casas conmigo, la gente no te dejará en paz y deberás llevar la misma vida.

—No me importa. Mientras estemos juntos todo estará bien, pero no quiero dejar mi casa.

—Anne Mary, por favor, comprende: estas manifestaciones están generando mucha publicidad. Los terroristas de Magneto no tardarán en presentarse y entonces estarás en un peligro de muerte.

Anne Mary se separó de Kurt y fue hacia la ventana. Corrió la cortina otra vez y miró al nutrido grupo de personas que marchaban haciendo círculos, y llevando pancartas. Otro huevo podrido se estrelló en el cristal frente a su cara, pero la muchacha no cerró la cortina esta vez. Siguió mirando hasta tomar una decisión. Se volteó a mirar a Kurt y dijo:

—Dame dos semanas para ordenar mis cosas y dejarlas en un lugar seguro. Alquilaré una bodega o algo así. Después de eso iré contigo.

Kurt se sintió aliviado y al mismo tiempo entristecido. Anne Mary estaba entrando en la forma de vida de los mutantes: siempre ocultos, siempre cuidándose de no hacerse notar. Marginados y perseguidos, como parias.

Ya no podrían dejarse ver en público. Nunca más irían al parque. La vida que Kurt podía ofrecerle a Anne Mary era difícil y llena de restricciones. Y Kurt sentía que no estaba siendo justo con la mujer que tanto amaba.


Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora