Parte 6: El micrófono

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Fuera del orfanato, en el callejón lateral, una figura silenciosa se acercaba a las ropas que Kurt Wagner dejó tiradas en el suelo.

Un hombre vestido con una larga capa negra tomó el borde del abrigo de Nightcrawler y adhirió un pequeño micrófono al dobladillo de la tela. Luego se elevó en el aire rápidamente y las luces de la ciudad se reflejaron en el metal pulido de su casco rojo.

Cualquiera de los X-men habría reconocido a Magneto, líder de la mayor organización terrorista del país. Pero nadie vio a Magneto salir del callejón y el pequeño micrófono se quedó donde lo había puesto.

X X X

Mientras tanto, en la despensa del orfanato, Nightcrawler intentó dar una explicación, pero la madre superiora lo detuvo diciendo:

—No hace falta disculparse, señor Wagner. Me alegro de que haya llegado en el momento justo. Yo tampoco soporto a las personas que golpean a los niños. La hermana Christina ya había sido amonestada muchas veces por esta falta, pero continuaba. Sospecho que ahora ya no volverá a intentarlo. Venga conmigo, estaremos mejor conversando en mi oficina.

—Traje sombrero y abrigo para ocultarme —explicó Nightcrawler—. Si me da sólo un minuto los traeré.

—Adelante —aprobó la vieja religiosa, deseando ver la teleportación de Kurt, pues el profesor X le había hablado de ese fenómeno.

El mutante azul desapareció con un fuerte chasquido (¡BAMF!) y reapareció trayendo sus prendas en un abrir y cerrar de ojos. Junto con el abrigo trajo sin darse cuenta el pequeño micrófono que había dejado Magneto. La teletransportación de Kurt llenó la despensa de un humo negro y maloliente, y la madre Encarnación comentó:

—Sus apariciones despiden olor a azufre. Son demasiadas coincidencias juntas. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué Dios decidió hacerlo tan parecido a la imagen del maligno?

Sin que ella lo supiera, sus palabras fueron transmitidas por el micrófono escondido hacia los oídos de Magneto. El aparato funcionaba perfectamente.

—Busqué respuestas durante muchos años, pero no encontré nada que me ayudara —respondió Kurt humildemente—. Sólo sé que mi aspecto físico no concuerda con mi fe. Soy católico bautizado y confirmado, aunque parezco un demonio.

Salieron de la despensa y caminaron lentamente por los pasillos, siguiendo el paso de la religiosa, que se apoyaba en su bastón y avanzaba algo lento. Con toda sinceridad la madre superiora dijo:

—Verse como la imagen de Satanás no me parece un obstáculo para ser un buen católico, mientras el corazón sea bueno. Es más, un sacerdote con su apariencia sería muy útil para enderezar a los malos católicos. En serio me gustaría tenerlo cerca si la hermana Christina vuelve a ponerse pesada. ¿Nunca ha pensado en tomar los hábitos?

—Viví en un monasterio por largo tiempo. Pensaba ordenarme, pero lo abandoné y ya no volveré más allá.

—¿Por qué lo abandonó, señor Wagner? ¿Perdió la fe?

—Mi fe sigue siendo la misma, gracias a Dios. Lo que perdí fue la arrogancia. Descubrí que no tengo la paciencia necesaria para ser un buen sacerdote. El abad me ordenó vivir un tiempo fuera del monasterio, antes de ordenarme. Salí, conocí más el mundo y ya no pude volver.

En ese momento llegaron al vestíbulo donde arrancaban las escaleras. La madre Encarnación se detuvo y golpeó el suelo con su bastón tres veces, provocando un sonido retumbante que subió por el hueco de las escaleras hasta el techo, dos pisos más arriba. El retumbar del bastón en el suelo hizo que Magneto sacudiera la cabeza, molesto, pues el micrófono lo transmitió demasiado bien.

Luego, la monja gritó:

—¡Jim Harris! ¡Juan Méndez! ¡Joe Martin! ¡Salgan de ahí inmediatamente y vuelvan a sus camas!

Magneto tuvo que sacarse el audífono del oído frente a tales gritos.

En el rellano del tercer piso aparecieron tres cabecitas de niños y Nightcrawler reconoció al chiquillo gordo y rubio que había visto en la despensa.

—Se los dije —exclamó Jim entusiasmado—. Es de color azul.

—¿Y dónde está su cola? —preguntó Juan.

—La lleva debajo del abrigo —respondió Jim.

—¡Ya me oyeron! —los interrumpió la monja con tono severo—. Vuelvan a sus camas y quédense allí.

Los niños abandonaron el rellano de mala gana y se fueron comentando:

—¿Qué fue lo que hizo para verse así? Debe haber robado todo el azúcar del mundo.

—Yo sé lo que hizo —contestó el pequeño Joe—. Atacó al presidente de los Estados Unidos. Lo vi por televisión.

Nightcrawler se encogió angustiado cuando oyó este comentario. Esperaba que la madre Encarnación no lo reconociera como el mutante que se vio mezclado en el ataque terrorista contra el presidente del año pasado, pero ahora que el niño había mencionado el incidente, con seguridad la monja lo identificaría.

Por fortuna la madre Encarnación lo sacó de su angustia al comentar tranquilamente:

—Yo también escuché esa noticia. Y además escuché decir que el presidente se negó a levantar cargos.

—Las cosas no son como la prensa las ha descrito.

—Pocas cosas son como la prensa las ha descrito —confirmó la anciana monja—. Por eso preferí recibirlo personalmente y conocer su versión de los hechos. Ahora, por favor, vayamos a mi oficina antes de que Jim despierte a todos sus amigos y los traiga acá.

Bajaron las escaleras hacia el primer piso y caminaron por un largo pasillo hacia la oficina de la madre superiora.

Kurt iba memorizando los espacios que veía, pues esos espacios le servirían luego para teletransportarse. El mutante azul sólo podía aparecer en lugares que hubiera visto previamente. Si llegaba a un lugar desconocido podía encontrarse con algún objeto sólido en medio de su camino. Por eso tomó nota mental de que el vestíbulo y los pasillos de los pisos uno y dos estaban despejados. Podía moverse entre ellos en forma segura y eso le daba tranquilidad.

Cuando llegaron a la oficina de la madre Encarnación, la anciana religiosa abrió la puerta con su llave e invitó a Kurt Wagner a pasar amablemente. La puerta se cerró tras ellos y el pasillo quedó vacío, hasta que varias cabecitas de niños curiosos asomaron por el extremo más cercano a las escaleras.

Los amigos de Jim querían ver al mutante azul, pero no alcanzaron a llegar a tiempo.

Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora