Parte 29: Búsqueda frenética

55 9 0
                                    


El segundo día de la búsqueda fue tan infructuoso como el primero. Dividiéndose en equipos, tanto de día como de noche, los X-men recorrieron la ciudad de punta a punta buscando una pista que los guiara a encontrar a las prisioneras. El tiempo se acortaba y las posibilidades disminuían. Melissa sería encontrada muerta al día siguiente, según había predicho Boa. Nightcrawler no había dormido desde que raptaron a Anne Mary y la falta de sueño comenzaba a notarse en su concentración.

Finalmente, a las primeras horas de la tarde, Sapo escapó. El Ave Negra regresó a la mansión X y en poco tiempo estaban todos reunidos, mirando la pantalla donde se veían las señales del transmisor. Por desgracia el rastreo de Sapo fue otra desilusión, ya que el mutante de la larga lengua sólo se dirigió a la Fábrica de Mutantes y allá dejó de transmitir.

—¿Están seguros de haber revisado todos los posibles escondites? —preguntó Xavier.

—Seguros —contestó Wolverine enfadado—. Hemos recorrido el lugar centímetro a centímetro y Magneto no está allí.

—Yo creo que están allá —opinó Nightcrawler desesperado—. Es la única pista que tenemos y voy a seguirla.

Nightcrawler se teleportó dejando en su lugar la acostumbrada nubecilla de humo negra. Wolverine gritó enfadado:

—¡Maldición! Tenemos que hacer algo para quitarle la mala costumbre de salir sin esperar al resto del equipo.

—Nightcrawler no se encuentra bien —advirtió Xavier—. El secuestro de Anne Mary lo ha trastornado. Creo que en este momento podría ser peligroso para sí mismo y para los demás. Tenemos que vigilarlo muy de cerca, porque Kurt puede llevarnos al escondite de Magneto, pero él no lo sabe. Puse un micrófono en su ropa. Tarde o temprano, Magneto se pondrá en contacto con Nightcrawler y le ofrecerá cambiar a Anne Mary por algún favor que perjudique a la organización X. En ese momento debemos estar atentos para interceptarlo.

—Kurt no nos traicionaría —protestó Cíclope.

—Lo hará —insistió Xavier plenamente convencido—. He visto sus pensamientos y estoy seguro de que su única prioridad es Anne Mary. Se siente culpable por lo que ha pasado, siente que tiene el deber de rescatarla y devolverla a la vida normal que antes tenía. Hará cualquier cosa por liberarla. Eso es lo que siente.

—Entonces no perdamos más tiempo y vamos a seguirlo —propuso Wolverine y salió de la sala de entrenamiento en dirección al hangar.

Todos lo siguieron excepto Xavier, que quedó frente a la ventana del cuarto de observación.

XXX

La Fábrica de Mutantes se llenaba de una multitud bulliciosa y desenfrenada durante las noches, pero durante el día estaba casi desierta. Sólo un grupo de chicos y chicas vigilaba entre las líneas de producción y las grandes calderas, con el propósito de impedir que les arrebataran el lugar o que entraran extraños.

Se sabía que los terroristas de Magneto a veces los visitaban y elegían a quienes podían pasar a formar parte de su organización. Muchos de esos jóvenes mutantes estaban dispuestos a dar la vida por tener la oportunidad de trabajar para Magneto.

Esa tarde había una actividad especial. Nightcrawler llegó cuando siete chicos y cuatro chicas estaban llenando de agua las oxidadas calderas y poniéndolas a calentar. El mutante azul apareció sobre una de las vigas metálicas del techo y se ocultó en un lugar cercano para escuchar lo que se decía.

­—Inténtalo tú, Zafiro ­—dijo un muchacho alto que dirigía a los demás—. ¿Crees que puedes llenar de agua la caldera mayor?

Una chica vestida de azul se paró junto al canal de desechos que corría cerca y alzó las manos. Al instante el agua del canal se desvió levantándose y formando una gruesa columna, que se dirigió a la boca de la caldera mayor. Cuando el enorme tambor estuvo lleno de agua, Zafiro cayó sentada junto al canal, agotada.

—Así van a tardar tres días en llenar las calderas —se burló un chico pelirrojo que acababa de llegar.

—¿Qué sabes tú? ­—preguntó desafiante el chico que los dirigía—. ¿Acaso dominas el agua?

­—Tú sólo sabes hacerte invisible, Jerry —dijo otro muchacho que tenía la cara escamosa—. Por eso Magneto nunca te encarga nada. A nosotros nos dio la misión de llenar las calderas y ponerlas a funcionar.

—Magneto me encargó una misión muy importante —dijo Jerry—. No un simple trabajo de mantenimiento como a ustedes.

—Ya sabemos —se burló Zafiro—. Trabajo de chofer. Y lo hiciste tan mal que quedaron parados en mitad de la calle.

—¡Lárgate de aquí! —amenazó el líder del grupo­—. Hoy sólo podemos venir los que tenemos poderes que sirvan para llenar las calderas.

Jerry se alejó diciendo con tono burlón:

—Por lo menos yo ya me he enfrentado con los X-men y ustedes no les han visto ni el pelo.

"Tu enfrentamiento con los X-men todavía no ha terminado" pensó Nightcrawler en el techo, sin perder de vista al muchacho pelirrojo.

Jerry se dirigió a la puerta de la fábrica y Nightcrawler lo siguió saltando silenciosamente de viga en viga. Cuando Jerry salió al exterior, el mutante azul se materializó a su lado, lo agarró de la ropa y lo zarandeó diciendo:

—¡Dime dónde llevaron a las rehenes! ¡Habla!

Espantado, Jerry se arrodilló gimiendo:

—No sé dónde las llevaron. Magneto no me lo dijo ¡Lo juro!

—No pongas aprueba mi paciencia —gruñó Nightcrawler dirigiéndole una mirada cargada de amenazas.

En ese momento fueron interrumpidos por el Ave Negra, que descendió rápidamente frente a la fábrica.

—Muy bien —dijo Nightcrawler sin soltar a Jerry—. Están llegando las personas que pueden ayudarnos.

La compuerta del Ave Negra se abrió, dejando bajar a Tormenta y a Jean Green.

—¡Kurt, suéltalo! —dijo Jean—. ¡El no sabe dónde está Magneto!

—¿Ya sondeaste su mente? —preguntó el mutante azul.

—Por supuesto que sí. La de él y la de todos los chicos que frecuentan la fábrica. Ninguno sabe dónde está Magneto, nos aseguramos de eso desde el primer día que vinimos a buscar aquí. Magneto no permite que nadie conozca su paradero, excepto los terroristas de mayor confianza.

—Es verdad —aseguró Jerry con voz suplicante—. A mí no me dijo nada, sólo me mandó que condujera y que hiciera el auto invisible. Mística bajó del auto y se llevó a la mujer que había traído. Me dejó solo en mitad de la calle y desde entonces no me han vuelto a llamar.

Nightcrawler lo soltó gritando con rabia:

—¡Lárgate!

Jerry corrió tan rápido como un ratón asustado y se perdió en el interior de la fábrica.

—Fue a llamar a sus amigos —dijo Tormenta —. Entremos al Ave Negra y vámonos de aquí. No estoy de humor para discutir con críos.

Subieron a la nave y se alejaron, elevándose rápidamente. Toda la tarde y las primeras horas de la noche buscaron en otros lugares, pero no hubo suerte.

Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora