Parte 28: Los recuerdos del profesor X

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El profesor X todavía estaba en la sala de entrenamiento cuando empezaron a sonar las alarmas. Estaba realmente débil y sus poderes mentales no respondían. Aun así fue capaz de comprender que habían caído en una trampa. Supo que los X-men habían sido engañados para que abandonaran la mansión X mientras los terroristas atacaban.

Xavier hizo un supremo esfuerzo de concentración, buscando a Melissa con el pensamiento, y logró captar su mente durante un par de minutos, extrayendo de ella un recuerdo crucial: el preciso momento en que Mercurio escribía el mensaje falso sobre el espejo del ropero.

Todo eso era un recuerdo muy vívido en la mente de Melissa y percibir una cosa así en circunstancias normales habría sido muy fácil para el líder de los X-men, pero Charles estaba tan débil que necesitó hacer un esfuerzo mayor al que podía soportar. Su mente se sobrecargó y se apagó como un fusible quemado. Su poder se descontroló, elevándolo en el aire por un instante, para luego apagarse completamente, dejándolo caer. El profesor X se desplomó sobre la silla de ruedas y luego cayó de costado, hiriéndose la frente al caer.

XXX

—Algo malo pasa allá abajo —advirtió Tormenta, cuando por fin llegaron a la escuela de talentos del profesor Xavier.

—La computadora está desconectada —exclamó Jean alarmada—. No detecto los pensamientos de Charles. Es como si estuviera muerto.

Olvidándose de todo lo demás, la mutante pelirroja se concentró en visualizar las habitaciones de la mansión. Su mente logró percibir la escena con claridad y entonces informó a los demás:

—Charles está herido. Puedo verlo en el suelo de la sala de entrenamiento, con un hilo de sangre que sale de su frente.

—¿Y Nicky? —preguntó Tormenta alarmada.

—Está haciendo un berrinche, pero mientras Boa se mantenga lejos estaremos a salvo.

Nightcrawler se teleportó y apareció junto al profesor X en un instante, levantó el cuerpo inerte de Xavier y volvió a desaparecer para llevarlo de regreso al Ave Negra, que ya había aterrizado en el hangar y estaba cerrando las puertas de la cancha de baloncesto. El mutante teleportador apareció en el pasillo y dejó al profesor Xavier en uno de los asientos. Tormenta revisó los ojos y tomó el pulso del hombre herido.

—Ten cuidado, Jean. Xavier está despertando —advirtió Cíclope justo a tiempo, porque una tormenta de imágenes inconexas invadió la mente de la muchacha cuando el mutante telepático más poderoso del mundo recuperó la conciencia. Varios objetos comenzaron a levitar y a girar a su alrededor, y la mutante pelirroja quedó atrapada en la visión de un recuerdo vívido y nítido como una película a todo color.

Un muchachito de 5 años corría por el costado de la mansión X, cuando ésta todavía era la vivienda de la familia Xavier. El niño se alejó de las altas paredes y se dirigió a un gran árbol que abría sus ramas cerca de allí. Una luz blanca brilló a su lado, obligando al niño a cerrar los ojos. Cuando el muchachito pestañeó, se encontró mirando la figura del viejo Boa.

—¿Otra vez en problemas, Charles?

—No puedo evitarlo, no soy un brujo como tú.

—Ya te expliqué que yo no soy brujo ni mago. Soy un mutante... y tú también.

—Yo no soy nada de eso. Nuestro jardinero dice que las cosas se mueven solas cuando hay espíritus malignos.

—¿Y tú le crees? Recuerda que tu institutriz te ha estado diciendo que no existen espíritus ni brujos.

—¡Pero la mesa de la cocina se levantó sola y flotó hasta el techo!

—No se levantó sola, Charles. Tú la moviste con tu poder mental y tú mismo puedes volver a bajarla.

—¿No puedes ayudarme aunque sea un poco, viejo Boa? Tú sí puedes bajar esa mesa.

—Lo lamento, Charles, pero ya no puedo ayudarte más. He venido a despedirme. Ya no puedo hablar contigo. Volveré en el futuro, cuando seas mayor.

—¿Cuándo sea tan viejo como tú?

—No lo creo, Charles. Yo tengo casi doscientos años de edad y tú no vas a llegar tan lejos. Pero tú todavía vas a vivir muchos años, serás un poderoso mutante y un gran científico. Y algún día... algún día vas a ser tan calvo como yo.

—¿En serio? —preguntó el pequeño niño espantado.

—No es tan malo ser calvo, querido Charles. Y tampoco es malo ser mutante. Recuerda esto cuando te sientas confundido: tu mutación es una ventaja y no una maldición. Ahorra corre a bajar esa mesa, antes que tus padres la vean y se disgusten.

El chiquillo obedeció sin perder tiempo y la imagen que Jean estaba viendo se esfumó. La muchacha se sorprendió al descubrir que se había quedado dormida y que ya no se encontraba a bordo del Ave Negra. Ahora estaba tendida sobre la cama de su propia habitación y frente a ella se encontraba el profesor Xavier, completamente recuperado y con una venda blanca sobre la herida que tenía en la frente.

—Como ves, llegué a ser tan calvo como Boa predijo —comentó el profesor en son de broma.

Jean se incorporó y trató de despejar su cabeza. Parecía que todo giraba a su alrededor y, mientras esperaba que el efecto pasara, comentó:

—Soñé un recuerdo de tu infancia, cuando estabas hablando con Boa.

—Boa fue un amigo muy querido de mis años preescolares. Al principio pensé que era mi amigo imaginario. Después comprendí que era real, pero diferente. Él me enseñó lo que significa ser un mutante. Durante muchos años esperé que regresara y finalmente supuse que había muerto.

Levantándose de la cama Jean preguntó:

—¿Cuánto tiempo dormí?

—Estuviste inconsciente un par de horas. Te desperté porque tenemos un problema mucho más grave: Melissa ha desaparecido.

—¿Pero cómo pudieron llevársela? —preguntó Jean angustiada.

—Suponemos que la niña abandonó la mansión por sí sola. También sabemos que alguien dejó un mensaje para Melissa, indicándole que buscara al abuelo en la Fábrica de Mutantes.

Jean se sintió más angustiada con la noticia. La Fábrica de Mutantes era conocida por ser tan peligrosa que ni la policía se atrevía a entrar allí sin hacerse acompañar por un escuadrón del SWAT. Se trataba de una fábrica abandonada después de una quiebra financiera. Se esperaba un comprador que la pusiera a funcionar de nuevo, pero no fue posible, porque un numeroso grupo de mutantes invadió el lugar y hasta ahora había resultado imposible desalojarlos.

El profesor y Jean caminaron por los pasillos y bajaron al subterráneo.

—¿Ya has interrogado a Sapo? —preguntó Jean esperanzada.

—El interrogatorio que hicimos a Sapo fue decepcionante. La única cosa útil que sacamos fue que Magneto se oculta en la Fábrica de Mutantes, pero ni Magneto ni Melissa ni Anne Mary se encuentran allá. Los hemos buscado por todas partes.

Entraron en la sala de entrenamiento y Jean vio que el pequeño Nicky seguía encerrado en la sala de observación.

—¿En dónde está Sapo? —preguntó confundida— Debería estar encerrado aquí.

—Tenemos a Sapo en una habitación de la planta baja. Una habitación con barrotes en las ventanas.

—Eso no lo detendrá. Escapará fácilmente de ahí.

—Eso esperamos. Suponemos que irá a reunirse con Magneto y entonces podremos seguirlo con un transmisor.


Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora