Parte 15: El monstruo

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La madre Encarnación se interpuso en el camino de Magneto. El líder de los terroristas sonrió frente al absurdo gesto protector.

—Es inútil tratar de resistir, madre —dijo amablemente, no queriendo lastimar a la anciana—. Puedo apartarla de mi camino tan fácilmente como si fuera una hoja de papel.

—No permitiré que se lleve a los niños.

—Apártese o tendré que empujarla —advirtió Magneto con tono burlón, sin darse cuenta de que la resistencia de la anciana monja era mucho más útil de lo que parecía.

El par de minutos que Magneto desperdició discutiendo con la religiosa fueron suficientes para que Jean Green le informara a Kitty dónde debía atravesar la pared. La niña mutante entró al entretecho, tomó la mano de Melissa y tiró de ella, llevándola fuera de la pared junto a su hermanito Nicky. Un segundo más tarde se encontraban flotando en el aire junto al orfanato, ocultas por la oscuridad de la noche y lejos de Magneto.

—No te asustes —dijo Jean—. Somos de la organización X y venimos a llevarte a un lugar seguro.

—Te va a gustar la escuela del profesor Xavier —dijo Kitty amablemente—. Allá todos somos mutantes.

Magneto no pudo hacer nada por detenerlas. Abandonó el entretecho y salió del orfanato por una ventana del cuarto piso.

XXX

A bordo del Ave Negra, Tormenta mantenía el moderno avión detenido en un mismo punto. Repentinamente cuatro personas atravesaron el casco de la nave y penetraron en su interior sin necesidad de abrir la compuerta, gracias a los poderes de Kitty.

—Bienvenida a bordo, Melissa —dijo Cíclope poniéndose de pie.

Melissa lo saludó con un gesto de su mano y el pequeño Nicky, muy tranquilo y confiado, permaneció en sus brazos sin hacer ruido. Wolverine se quedó sentado sin saludar ni decir palabra alguna. Las dos chiquillas ocuparon los asientos más cercanos al mutante de las garras metálicas. Kitty ayudó a Melissa, ajustando su cinturón de seguridad mientras le explicaba algunas cosas acerca de la organización de los X-men.

Jean Green se ubicó en el asiento del copiloto y se ocupó de atender el radar. Tormenta puso el avión en movimiento y fijó el rumbo hacia la mansión X.

—Los aviones de la fuerza aérea ya nos vieron —advirtió la mutante del clima, alarmada—. Prepárense para realizar maniobras de evasión.

El Ave Negra tomó rumbo al mar y se alejó de la ciudad rápidamente. Por los parlantes de la cabina llegó la voz del piloto líder del escuadrón de aviones de combate que los seguía:

—Nave desconocida: se encuentra invadiendo el espacio aéreo de los Estados Unidos. Identifíquese y dispóngase a ser escoltada a la pista de aterrizaje que le indiquemos.

—¡Qué considerados! —comentó Cíclope burlonamente—. Temen que seamos un avión experimental de nuestro propio ejército y no se atreven a derribarnos hasta estar seguros.

El Ave Negra volaba ya muy lejos de la costa, sobre un mar de olas tan negras como la misma noche. Los ojos de la mutante del clima brillaron y se tornaron blancos. Una fuerte tormenta eléctrica se desató en torno al Ave Negra y a los cinco aviones del ejército que la perseguían.

—El radar está vuelto loco —informó Jean—. Estamos volando a ciegas.

—Es el magnetismo que provoca la electricidad de rayos y centellas —explicó Tormenta—. Lo bueno es que ellos también están volando a ciegas y ya no saben en dónde estamos.

Hizo girar el Ave Negra y voló de regreso a las costas de Nueva York, consiguiendo salir de la turbulencia poco antes de alcanzar la tierra firme.

Nicky comenzó a llorar extendiendo sus manitos hacia Wolverine y Melissa, asustada, dijo inmediatamente:

—Nicky quiere que usted lo lleve en brazos.

—¿Qué? —protestó Wolverine, indignado—. No soy niñera. Cárgalo tú.

Nicky lloró más fuerte y Melissa miró aterrada hacia todos lados, como buscando una salida. El Ave Negra continuaba ascendiendo y aproximándose a las luces de la ciudad, cuando una espesa nube de langostas apareció de pronto y la envolvió en un abrir y cerrar de ojos. El casco de la nave repiqueteó como si le estuviera cayendo encima una pesada lluvia de granizo. Las langostas se adherían al fuselaje, se amontonaban sobre las alas y atascaban los alerones, cargando al Ave Negra con un peso insoportable e impidiéndole avanzar.

—¡No puedo controlarlo! —gritó Tormenta espantada—. ¡Vamos a caer!

Jean se concentró usando todo su poder para mantener la nave en el aire, mientras Nicky seguía llorando. Melissa volvió a insistir con tono de urgencia:

—¡Por favor! ¡Tiene que tomar a Nicky o se pondrá peor!

En ese preciso momento apareció en el pasillo de la nave el viejo Boa y dijo sencillamente:

—Le sugiero que haga lo que Melissa pide... o morirán todos.

—¿Quién es usted? —preguntó Cíclope poniéndose en pie de un salto.

—No hay tiempo para presentarnos ahora —contestó Boa bruscamente. Y explicó—: Nicky es un mutante de clase Omega, con sus poderes plenamente desarrollados, pero no distingue entre lo bueno y lo malo porque todavía es un bebé. Sus poderes le permiten manipular el tiempo y transportar cualquier objeto que haya existido en el pasado, incluyendo todo, excepto personas. También puede reproducir en el presente cualquier desastre natural que haya afectado a la humanidad. Este niño controla pestes, plagas, huracanes, terremotos y muchas otras catástrofes. Ahora nos está trayendo una plaga del antiguo Egipto y podría ponerse peor. Podría hacer que la erupción del Vesubio se repita en la Quinta Avenida, podría lanzar la bomba de Hiroshima sobre Central Park o podría traernos el cometa que eliminó a los dinosaurios.

—¡¡¡¡Wolverine, toma ese niño de una buena vez!!!!! —gritó Cíclope alarmado y fue apoyado por todos los ocupantes de la nave.

Wolverine, de mala gana, extendió las manos hacia Melissa y la muchacha le entregó al bebé, que lloraba a gritos. Wolverine lo sostuvo un momento y Nicky se calmó. La nube de langostas desapareció al instante y la nave pudo seguir en el aire sin dificultad, pero el mutante de las grandes garras arrugó la cara en un gesto de rabia y preguntó enfadado.

—¿Cuánto tiempo tendré que sostenerlo así?

—Todo el tiempo que el niño quiera —le informó Boa con pesar—. Y si le molesta la idea, debería pensar en la situación de Melissa: ella lleva ocho meses cargando a Nicky y tratando de mantenerlo quieto. Ha sido una prueba muy difícil para ella.

Jean miró espantada alpequeño niño negro que ahora estaba muy tranquilo y satisfecho. En los brazosde Logan, Nicky se veía adorable, pero Jean se estremeció al pensar en lo quesería vivir junto a un bebé travieso y caprichoso con semejante poder. ¡El pequeñoNicky en realidad era un monstruo! 

Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora