Parte 22: Vayamos a ver a los monos

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Melissa todavía estaba inconsciente y Tormenta le vendaba la cabeza con la ayuda de Kitty Pryde, que sostenía los utensilios. Un relámpago de luz blanca las envolvió y el viejo Boa apareció en la habitación.

—He percibido que mi hermana está herida —dijo el hombre con preocupación—. ¿Qué ha pasado?

—¡Usted no puede estar aquí! —gritó Tormenta, espantada—. Nicky está haciendo un berrinche. Empeorará todo.

—Me iré cuando sepa que Melissa está bien —contestó Boa.

Melissa tosió débilmente y abrió los ojos en ese momento. Miró a Tormenta, miró a Kitty y al viejo Boa, y gritó:

—¡Nicky! ¡Tengo que ir a ver a Nicky!

—No te levantes —dijo Tormenta, empujándola hacia atrás—. Todavía estás muy débil.

—Usted no entiende —insistió la niña—. Si Nicky no me ve a su lado es capaz de...

Quedó interrumpida por otra cegadora luz blanca, que inundó toda la habitación, y Melissa se quejó tristemente:

—Ya es tarde. Ahora iremos a ver a los monos.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Tormenta.

Pero Melissa no pudo responder, porque en ese momento desaparecieron todas las personas que rodeaban a Boa. Y desapareció el mismo Boa. Un minuto más tarde, en la sala de entrenamiento, desapareció Nicky y todas las personas que estaban cerca de él.

Tormenta, Kitty, Melissa y el viejo Boa aparecieron en un extenso bosque, lleno de árboles frutales que crecían sobre suaves colinas. Al minuto siguiente aparecieron Jean, Kurt, Scott y Logan, acompañados de Nicky. Melissa corrió a recoger a su hermano, que estaba sobre la hierba, y por fin el niño dejó de llorar.

—¿Dónde estamos? —preguntó Logan, hincándose con todo el cuerpo tenso y olfateando el aire.

—Nicky nos ha traído a una época muy antigua —contestó el viejo Boa—. Antes del nacimiento de la humanidad. Cuando el mundo era virgen.

—No estamos solos —gruñó Wolverine, recorriendo la vegetación con su penetrante mirada.

—Algunas criaturas prehistóricas habitan la Tierra en este tiempo, pero no son peligrosas —dijo Boa—. Allí están. Son primates.

Entre los árboles comenzaron a aparecer, primero de uno en uno y luego en grupos. Estaban demasiado lejos como para representar un peligro, pero aun así se podía ver que eran algo parecido a los chimpancés: de cuerpo peludo y brazos largos, aunque caminaban erguidos.

—No se nos acercarán —explicó el viejo Boa—. Todas las tardes vienen buscando frutas y raíces. Han elegido este bosque porque aquí no hay animales feroces, así que no tienen nada de qué preocuparse. Cuando Nicky se duerma volverán al tiempo presente y verán que allá no ha pasado ni un minuto. Melissa puede confirmarlo. Ella ha venido acá muchas veces.

—¿Melissa, tú ya habías estado aquí antes? —preguntó Tormenta.

—Cuando me separo de Nicky, él hace que volvamos a reunirnos aquí. A Nicky le gusta mirar a los monos y ellos nunca nos han hecho daño, son muy mansos.

El grupo de los x-men se encontraba bajo un enorme manzano cargado de fruta. Algunos de los primates se quedaron mirándolos con ansiedad, pero no se acercaron. La manada prefirió ir a reunirse bajo un peral, que pronto quedó despojado de todas sus peras. Muchos miembros de la manada se quedaron sin comer, porque las peras no alcanzaban para todos. Aun así, no se acercaron al manzano. Prefirieron esperar a que los extraños se fueran.

—Parece que les estamos arruinando la cena —dijo Jean Green, preocupada—. Parémonos bajo otro árbol.

—No, espera —pidió Cíclope—. Quiero ver esto, es increíble.

El mutante de las gafas indicó a una criatura extraña que se movía bajo el peral, en medio de los primates: era un hombre envuelto en una piel negra y peluda que lo hacía más parecido a sus compañeros.

—¡Es un ser humano! —exclamó Tormenta—. ¿Qué está haciendo entre estas criaturas?

—Esta es la época en la que los humanos aparecieron —explicó Boa.

—¿No lo comprendes? —preguntó Nightcrawler, maravillado—. Es un mutante. Vive escondido entre su manada, ocultándose con esa piel para que sus compañeros no sepan que es diferente.

—Y allí hay una más —dijo Jean, indicando al otro lado del grupo de primates.

Una mujer joven y muy flaca iba también envuelta en piles, pero pasó junto a un arbusto espinoso y la piel quedó pegada a las ramas. La mujer trató de tirarla y se salió de su disfraz, quedando de pie y desnuda. Su piel sin pelo, pálida y lisa llamaba la atención. Los primates comenzaron a empujar a la humana y a amenazarla con grandes gritos. La mujer que había sido descubierta tuvo que correr lejos del grupo de primates y quedó sola, sentada bajo un gran roble.

—Los mutantes de esta época se esconden para no ser perseguidos, igual que nosotros —dijo Nightcrawler, conmovido—. Debo hacer algo por ella.

Tomó la manzana más grande que pudo encontrar y desapareció con su característico chasquido ¡BAMF!. Apareció bajo el roble junto a la mujer que acababa de ser expulsada de la manada. Ella dio un salto de miedo y se alejó un poco. Nightcrawler no se movió, sólo ofreció la manzana, estirando el brazo.

—Vamos, pequeñita, tómala —dijo con su voz más convincente.

Pasmada, Tormenta preguntó a todos los que estaban mirando la escena:

—¿Esto no les recuerda algo?

—Es sólo una coincidencia —dijo Cíclope, impresionado.

En sus ojos estaba grabada la imagen de Nightcrawler, con su apariencia de demonio, entregándole una manzana a la primera mujer del mundo.

La mujer se atrevió a tomar la manzana y la mordió con evidentes muestras de estar hambrienta, pero no la comió. En cuanto Nightcrawler volvió con el resto de los x-men, ella subió a las ramas del roble y pasó de rama en rama hasta llegar al peral.

—¿Qué hace? —preguntó Kurt desconcertado—. Pensé que tenía hambre.

—Ahora va ir a tentar a Adán —le contestó Tormenta—. Esto ya es más que una coincidencia.

Efectivamente, el hombre envuelto en pieles estaba bajo una de las ramas del peral, sentado en el suelo y procurando no llamar la atención. La mujer se acostó boca abajo sobre una gruesa rama y bajó los brazos, balanceando la manzana sobre la cabeza del hombre. El individuo trató de alcanzar la fruta, pero sus brazos no eran tan largos, así que se puso de pie, dejando su disfraz abajo. Todo su cuerpo sin pelo quedó expuesto frente a los primates, que inmediatamente le gruñeron, le gritaron y lo expulsaron del grupo, empujándolo con fuerza. El hombre fue a sentarse bajo el roble y la mujer volvió a pasar de rama en rama hasta llegar a él. Nightcrawler les llevó más fruta y dejó que comieran en paz.

Cuando Kurt regresó al manzano, Melissa pidió:

—¿Señor Wagner, podría dejar de aparecer? Nicky ya se quedó dormido y podría despertarlo con el ruido de su teleportación.

—Ahora todos regresarán al tiempo que les corresponde —explicó el viejo Boa—. Díganle a Charles que el próximo martes a las tres de la tarde vendré de nuevo. Siento causar tantas molestias, pero ya pronto dejaré de pedirles ayuda.

Y el delgado hombre negro se deshizo en una nube de luz. Todo el grupo que estaba bajo el manzano desapareció y volvió cada uno al lugar que ocupaban antes de viajar en el tiempo.

Cuando el Charles Xavier volvió a la mansión X, encontró al pequeño Nicky dormido y la crisis superada, pero disfrutó mucho el relato que Tormenta hizo de lo que habían visto.

—Fue sólo una coincidencia —opinó con convicción—. Seguramente en ese tiempo la Tierra estaba llena de grupos de primates y todos estaban teniendo el mismo problema con los mutantes.

—Bueno —dijo Tormenta, pensativa—, por lo menos fue bueno saber que nuestra situación ya se ha dado antes.

Después de eso sólo les quedó esperar a que Boa regresara el próximo martes.

Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora