Parte 12: Los juguetes de Nicky

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Tormenta barrió la niebla y los X-men pudieron ver lo que habían escuchado. Un gigantesco brontosaurio había aparecido en el callejón lateral del orfanato y ahora estaba atrapado entre el hogar de menores y la bodega contigua. La bestia trataba de salir de ese lugar tan estrecho y hacía temblar los dos edificios, amenazando con derrumbarlos.

La policía disparaba inútilmente contra el brontosaurio y la gente salía a las calles buscando ver qué pasaba. Los equipos de televisión, mientras tanto, estaban filmando al monstruo y transmitiendo en vivo para todos los canales, y a cada momento llegaban más y más periodistas.

—Yo creo que nos va a costar mucho trabajo mantener esto en secreto —gruñó Wolverine con preocupación—. Propongo que procedamos sin ocultarnos para tener mayor libertad de movimientos.

—Hay personas en peligro en la siguiente calle —advirtió Jean Green—. La cola del brontosaurio está aplastando los coches que alcanza con sus coletazos.

—Lleva a Kitty hasta allá y trata de rescatar a los heridos —propuso Cíclope—. Nosotros intentaremos encontrar a Melissa y detener a Magneto.

Jean levantó a Kitty con su poder mental y voló sobre el tejado del orfanato, esquivando la cabeza del brontosaurio, cuyo cuello se elevaba varios metros sobre el tejado.

Wolverine percibió un olor extraño. Un olor desconocido pero intenso. Se asomó a un costado del edificio y en la calle que corría abajo vio la causa de ese olor. Un furioso triceratops había aparecido al fondo de la calle y estaba embistiendo los contenedores de basura que tenía a su alcance. Tres niños del orfanato cruzaron desde la acera del frente y penetraron en la misma calle donde estaba el triceratops. La bestia cornuda los vio venir y corrió directamente hacia ellos. Los niños se quedaron petrificados, incapaces de moverse, y sólo gritaron aterrorizados.

Cíclope se pegó al parapeto de la azotea y dirigió el poder de sus ojos sobre la calle. Su rayo de luz abrió un boquete en el cemento, haciendo que la bestia se detuviera desconcertada.

—Esto va a necesitar un poco más que lucecitas de colores —dijo Wolverine, haciéndole una seña a Tormenta para que le ayudara a bajar.

Saltó de la azotea y cayó como plomo hasta que un fuerte viento dirigido por Tormenta lo levantó y lo hizo descender suavemente. Se posó en el suelo como un pájaro, quedando justo entre el triceratops y los niños. Sacó sus garras de adamanto y gritó:

—¡Corran!

Los chiquillos dieron media vuelta y corrieron hacia el orfanato, donde un policía los dirigió a un lugar seguro. Logan levantó su mano hacia el cornudo animal y dijo:

—Veamos quién gana: cuernos o garras.

Saltó hacia el animal, pasando sobre su lomo y lanzando un poderoso zarpazo contra la piel acorazada del triceratops. Pero las garras de adamanto sólo arañaron la coraza del animal y Wolverine cayó más atrás, convenientemente alejado de la cola de la bestia. El triceratops giró en redondo, volviendo a quedar frente al mutante de las grandes garras. Rascando el suelo con su pata delantera, como un toro de lidia, el triceratops volvió a embestir y Wolverine volvió a saltar, enfrascándose en una lucha que parecía de nunca acabar. El triceratops embestía y Wolverine saltaba sobre él, pasando las garras sobre el lomo del animal para caer más allá de su cola; la tozuda bestia giraba y embestía otra vez, divirtiéndose mucho con ese juego.

XXX

Magneto flotaba frente a la fachada del orfanato cuando apareció el enorme brontosaurio en el callejón.

Quedó tan asombrado como los demás, pero también se sintió regocijado, pues comprendió que el poder de la niña mutante era mayor de lo que esperaba.

—Melissa, Melissa —susurró complacido—. No sabes cuánto ansío conocerte.

Mientras Cíclope se quedaba en la azotea, lanzando rayos a los dinosaurios que se acercaban a las personas, Tormenta se enfrentó al líder de los terroristas y trató de detenerlo lanzando un torbellino de electricidad. Magneto lo esquivó y entró por una ventana del tercer piso. Tormenta trató de seguirlo, pero el líder de los terroristas corrió por el pasillo y desapareció al doblar la primera esquina. Cuando Tormenta llegó hasta allá descubrió que un enorme lagarto con una aleta dorsal muy pronunciada cerraba el paso y ni rastro de Magneto. La mutante del clima retrocedió y trató de acceder al mismo sitio por otro camino.

Mientras tanto Magneto, encontrándose solo, comenzó a buscar a la niña cuarto por cuarto. Una puerta se balanceaba sobre sus gozones metálicos y le impedía el paso hacia una habitación. Magneto la atrajo hacia sí y la puerta voló sobre su cabeza para ir a caer al otro extremo del pasillo. Magneto entró en la habitación y gritó:

—¡Melissa! ¡Ya no te escondas! Yo soy tu amigo. Puedo ayudarte, Melissa. Si vienes conmigo no tendrás que esconderte nunca más por ser mutante. Podrás desquitarte de todos aquellos que te han lastimado. ¡Tendrás poder, Melissa! ¡Poder!

Nadie contestó a su llamado y Magneto caminó hacia las escaleras. Allí encontró lo que necesitaba: una manada de pequeños dinosaurios herbívoros que caminaban en dos patas. Los animalitos subían torpemente la escalera y caminaban en la misma dirección, estirando el cogote hacia arriba. Magneto comprendió que buscaban a Melissa y subían para reunirse con ella en un piso superior.

Calmadamente, el líder de los terroristas siguió a los pequeños dinosaurios, dejando que ellos lo guiaran hacia su presa.

XXX

Jean Green y Kitty Pryde enfrentaban un problema distinto al tener que ayudar a las víctimas del brontosaurio. El furioso animal agitaba la cola con fuerza y había alcanzado dos automóviles a los que aplastó con sus ocupantes dentro. Un furioso coletazo final había mandado los dos coches hasta la otra esquina y ahora sus ocupantes no podían salir, atrapados entre los fierros retorcidos de los automóviles.

Kitty aterrizó suavemente junto al primer automóvil accidentado. Penetró en el interior del vehículo, tomó a la persona que estaba en el asiento del conductor y la sacó fuera, depositándola con mucho esfuerzo sobre la acera.

Kitty procedió a hacer lo mismo con las otras personas atrapadas en el automóvil y, aunque Jean le ayudó a transportar a los heridos, terminó muy cansada, ya que cargar personas inconscientes era un trabajo pesado. Sacaron dos heridos del primer coche y tres del segundo, dejándolos en un lugar donde pudieran encontrarlos los equipos de emergencia cuando llegaran.

Finalmente, la mutante pelirroja elevó a Kitty con su poder mental y ascendieron juntas hacia el cielo de la negra noche. Volaron sobre el techo del orfanato, convenientemente alejadas del brontosaurio, y en ese momento Jean Green sintió una cosa grande y alada que pasaba volando a pocos metros sobre ella. Todo estaba oscuro a su alrededor, pues la luz de los reflectores no llegaba tan alto. Sin embargo, la mutante pelirroja imaginó lo que podía ser esa cosa alada.

"Aviones" pensó preocupada. "La fuerza aérea ya está aquí y si descubren el Ave Negra la confiscarán".

Luego recordó que ningún avión vuela tan silenciosamente. Se apresuró a impulsar a Kitty hacia la azotea, mientras Cíclope, parado en el borde, le gritaba que se diera prisa. Kitty aterrizó sobre la azotea sana y salva y a Jean Green le faltaban unos pocos metros para llegar cuando uno de los pterodáctilos giró en redondo y se lanzó sobre ella.


Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora