Parte 25: ¡¡¡Mística!!!

95 12 0
                                    


A pesar de las palabras de Xavier, Kurt salió de la habitación sintiendo que su deber era librar a Anne Mary del peligro que representaba ser la novia de un mutante. Últimamente Kurt y Anne Mary ya no salían del departamento. No podían dejarse ver en plena calle y eso los hacía sentirse como prisioneros.

Kurt caminó lentamente por los pasillos de la mansión y entonces vio a Jean. La mutante pelirroja se había sentado en una larga banca ubicada frente a un luminoso ventanal y se veía tan triste como Kurt se sentía. Kurt pudo adivinar fácilmente lo que estaba pensando: trataba de decidir si convenía plantearle a su novio la necesidad de no tener hijos, pues ahora, tras escuchar la historia de Boa, todos podían comprender los peligros que implicaba la paternidad de los mutantes ¿Cómo serían y qué poderes tendrían las futuras generaciones afectadas por el gen que producía las mutaciones? Hasta ahora sus efectos se habían mantenido bajo control, ¿pero qué pasaría más adelante, entre hijos y nietos de mutantes?

Kurt resopló desalentado al pensar en Anne Mary. Sería imposible que una mujer normal, joven y bella como Anne Mary, lo aceptara sabiendo que podía engendrar un monstruo. Sin embargo, en la cabeza de Kurt resonaron las palabras de Xavier y una última llamita de esperanza calentó su corazón. Xavier había dicho: "Eso depende de cuánto la quieres... y de cuánto te quiere ella a ti".

Por lo tanto necesitaba saber cuáles eran los sentimientos de Anne Mary y la única que podía ayudarlo con eso era Jean Green. Caminó directamente hacia la mutante pelirroja y comenzó a decir en tono suplicante:

—Jean, por favor. Necesito que me ayudes. Tú podrías...

Pero ella no lo dejó continuar. Abrió los ojos y levantó la mano en señal de alto, diciendo:

—Lo lamento, Kurt... sé lo que vas a pedirme y tú deberías saber que no puedo ayudarte. No estaría bien.

Y se levantó dándole la espalda a Kurt, para alejarse por el pasillo vacío, aunque no llegó muy lejos. Kurt se teleportó directamente frente a ella y le cerró el paso.

—Por favor —insistió poniendo sus azules manos sobre los hombros de la muchacha—. Trata de entender. Si sólo supieras...

—¿Si sólo supiera cómo te sientes? —lo interrumpió ella furiosa—. Lo sé de sobra, Kurt. No puedo evitar saberlo y eso me desespera. Pero si no soy capaz de cerrar mi mente a los pensamientos ajenos, al menos puedo evitar explicarle a todo el mundo lo que he escuchado. No tengo derecho a decirte lo que vi en la mente de Anne Mary. No, a menos que eso sirva para salvar tu vida o la de ella.

—Sólo una vez, sólo una —suplicó el mutante azul persuasivo—. Dime solamente una palabra: sí o no. Me basta con saber si debo o no debo dejarla. Por favor, Jean, ayúdame.

—De acuerdo —contestó la mutante pelirroja indignada y mirándolo burlonamente, pues sabía bien que una sola palabra no sería suficiente para Kurt—. La respuesta es no. No la dejes.

Y trató de seguir su camino pasando entre el mutante azul y las hojas de un gran macetero ubicado junto a la pared. Nightcrawler tomó su brazo y la detuvo diciendo:

—Espera un momento, Jean... Yo no quería decir que... yo... en realidad yo...

—Me pediste una sola palabra, Kurt —le recordó ella todavía furiosa y burlona—. Pero no te basta, ¿verdad? Ni siquiera me crees. Estás pensando que te dije lo que querías oír.

—¿Y no lo hiciste? —se sorprendió Kurt. Luego protestó débilmente—: Pero no lo entiendo. ¿Cómo podría ella preferir vivir con un mutante? ¿Cómo podría ella elegirme a mí sabiendo que ella podría... que ella debería... que tal vez...

Y entonces Jean ya no pudo seguir enojada, porque los pensamientos de Nightcrawler eran un lío. Resultaba gracioso verlo tan confundido como un adolescente en su primer amor. Kurt Wagner estaba sintiendo que nada era suficientemente bueno para Anne Mary. Pensaba que ella merecía tener un príncipe encantador, y Kurt suponía que su deber era quitarse del medio para que su querida Anne Mary tuviera oportunidad de alcanzar ese príncipe. Jean rio y contestó alegremente:

—Es que ella es ambiciosa, Kurt. Anne Mary quiere mucho más que un príncipe encantador... ella quiere un ángel.

La mutante pelirroja sintió una pequeña satisfacción al notar que los pensamientos de Kurt se volvían aún más confusos, dejándolo desconcertado. Entonces agregó para ayudarlo a comprender:

—Ella te preguntó si eras un ángel, ¿verdad?

—¿Pero cómo...

—¿Qué cómo lo supe? Porque esa conversación es uno de los recuerdos más queridos de Anne Mary y porque puedo sentir que ella todavía opina lo mismo. Anne Mary creyó que eras un ángel cuando apareciste en su habitación. Luego supo que en realidad eres un mutante, pero no le importa. Ella sigue pensando que pareces un ángel.

Hubo un cambio completo en los sentimientos de Kurt, que del asombro pasó a la rabia sin aviso y protestó:

—¡No te burles, Jean! ¿Piensas que jamás he mirado un espejo? Sé exactamente cómo soy y no hace falta que me lo recuerdes. Me veo igual que esas imágenes de Satanás que pintaban en la Edad Media. ¿Cómo podría ella seguir confundiéndome con un ángel?

—No te enfades. No bromeo —aseguró Jean—. Recuerda que Lucifer era el arcángel más hermoso de los cielos y también piensa que los demonios son sólo ángeles caídos: peligrosos y malvados, pero no necesariamente feos.

Kurt soltó el brazo de Jean y se quedó mirándola pasmado. La mutante pelirroja sintió que toda la tristeza del corazón de Kurt se derretía como se derrite el hielo a la luz del sol. Y para animarlo todavía más le dijo:

—No puedes dejarla ahora que ya te conoce, Kurt. Nada de lo que le digas la consolará si la dejas. Ella prefiere morir contigo a vivir sin ti y en este mismo momento ella está pensando que...

Jean se detuvo bruscamente, espantada. Sus ojos se abrieron inmensos y tomó las manos de Nightcrawler, gritando:

—¡Ella está contigo!

—¿Cómo dices?

—Anne Mary cree que tú estás en su departamento. Estoy percibiendo sus pensamientos ahora y ella se siente muy feliz de verte.

—¡Mística! —gritó Nightcrawler, comprendiendo al fin, y desapareció sin perder más tiempo.

—No vayas solo, Kurt. ¡Espera! —Trató de advertirle la mutante pelirroja, pero se encontró hablando frente a una nubecilla de humo.

Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora