Parte 21: El berrinche de Nicky

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Durante aquellos dos meses, Melissa y Nicky se adaptaron muy bien a la vida de la escuela para mutantes. Nicky ya estaba próximo a cumplir su primer año de vida y pasaba los días en el cuarto de observación de la sala de entrenamiento, entretenido por alguna alucinación que el profesor Xavier creaba para él. Gracias a eso, Melissa podía por fin hablar y reír junto a los otros chicos de su edad.

Su mejor amiga era Kitty Pryde. Dormían en la misma habitación y la niña mutante le explicaba a Melissa todo lo que ella no entendía. Para Melissa fue un agrado descubrir los videojuegos, el maquillaje, los teléfonos celulares, los vestidos bonitos y las agradables charlas que se realizaban en los jardines, entre diferentes grupos de muchachos y muchachas.

Sin embargo, Melissa no había descuidado a Nicky: lo veía todas las tardes durante dos horas y el pequeño bebé la reconocía al instante cada vez que ella entraba en la sala de entrenamiento. En realidad, Nicky esperaba a Melissa con impaciencia todos los días, pues la chiquilla era lo más parecido a una madre que él había tenido. Melissa lo abrazaba, le contaba cuentos, lo mecía y lo hacía dormir, para así poder dejarlo sobre su cuna y retirarse, hasta el día siguiente.

El profesor Xavier podía controlar a Nicky con sus alucinaciones. El pequeño veía frente a sus ojos hermosos colores y formas que lo hacían olvidarse de pedir otras cosas. Por esta razón no había vuelto a hacer una rabieta desde que había llegado a la mansión X. Y si las alucinaciones no eran suficientes, Xavier podía inducir a Nicky a caer en un sueño profundo durante una o dos horas. Por desgracia, la vigilancia de Nicky requería la atención del profesor X durante todo el día y las otras actividades del líder de los X-men se veían postergadas.

En una ocasión, el profesor X tuvo que ausentarse y puso la responsabilidad de vigilar al pequeño niño en manos de Jean Green. Otras veces el profesor había salido y había sido reemplazado por la mutante pelirroja sin ningún problema, pero ese día en especial sucedió un accidente. Melissa y Kitty caminaban por los jardines y se apresuraban a volver a la mansión, pues ya era hora de que Melissa visitara a Nicky. La niña negra no podía retrasarse ni un minuto, pues su caprichoso hermano hacía un berrinche si ella no estaba allí a las cuatro de la tarde en punto todos los días.

Pasaron junto al campo de juego donde Steve Garner y Gail Prescott estaban practicando sus habilidades en un juego de pelota. Steve era un muchacho con poderes piroquinéticos y su forma de jugar consistía en lanzarle bolas de fuego a su compañero. Gail, un joven mutante cuyo cuerpo parecía hecho de roca y era inmune a las quemaduras, desviaba los proyectiles candentes con una pala de madera. Por mala suerte una de las bolas de fuego se desvió cuando las muchachas pasaron por la orilla del campo. El proyectil llameante fue directo hacia Melissa y le pegó en la frente, tirándola al suelo. Kitty gritó desesperada, hincándose para atender a su amiga. Melissa estaba inconsciente sobre la piedrecilla del camino, con una gran herida en la frente. Steve y Gail corrieron hacia ellas, preguntando en qué podían ayudar, pero en esta oportunidad, sus poderes no servían de nada.

Tormenta vigilaba a los muchachos en los jardines en ese momento. Voló a toda prisa hasta descender al lado de Melissa. Revisó la herida y controló el pulso de la muchacha.

—Está desmayada —dijo con preocupación—. Hay que llevarla a la enfermería.

—¡No puede ser! —gritó Kitty desesperada—. Melissa tiene que estar en la habitación de Nicky en cinco minutos o el niño se pondrá a llorar.

—Ya es hora de que Nicky aprenda que no puede tener todo lo que quiere. Melissa no podrá visitarlo hoy: está herida.

Tormenta mandó a Steve y a Gail a prevenir a Jean Green sobre la situación y a explicarle lo que había pasado. Jean comprendió que Nicky haría un berrinche y se preparó para neutralizar sus poderes con la fuerza de su mente. Mientras tanto, Tormenta levantó en brazos a Melissa y la llevó volando a la enfermería. Kitty las siguió corriendo para estar cerca de su amiga.

El reloj dio las cuatro en punto y el pequeño niño negro, encerrado en la sala de entrenamiento, miró la puerta con impaciencia. Siendo un mutante del tiempo, Nicky sabía exactamente a qué hora debía llegar su hermana, a pesar de su corta edad. Esperó cinco minutos y nada pasó. Eso lo hizo sentirse frustrado y ansioso. Comenzó a llorar, pero esta vez nadie corrió a darle lo que quería, como pasaba antes cada vez que lloraba. Eso lo asustó y desató su berrinche. La sala de entrenamiento comenzó a llenarse de objetos raros: candelabros de metal, fuentes de mármol, un trono de oro, un automóvil del año 1920 y otros objetos de edades pasadas.

Jean se concentró en neutralizar el poder del niño y las cosas desaparecieron. Cuando estaba solo, Nicky era menos poderoso. El niño sólo adquiría todo su poder de adulto cuando Boa se hacía presente. Sin embargo, aún con sus poderes disminuidos, la fuerza del pequeño era tanta que Jean temió no poder controlarlo. Lo rodeo con coloridas alucinaciones e incluso lo hizo ver la figura de Melissa, como si la niña estuviera presente, pero el chiquillo no se dejó engañar. Sólo el profesor Charles Xavier tenía la fuerza mental necesaria para calmarlo en ese momento.

Jean trató de hacer que Nicky cayera dormido. El testarudo bebé se resistió a su influencia y desató un nuevo desastre: una locomotora de vapor apareció en los jardines, corriendo a toda velocidad. La máquina fue derecho hacia la mansión X y se estrelló en el muro de la sala de observación. La pared se derrumbó y la locomotora, toda retorcida, quedó humeando en el medio de la sala, mientras Nicky no paraba de llorar.

Wolverine, Cíclope y Nightcrawler corrieron a la sala de entrenamiento para saber lo que estaba pasando.

—Nicky está fuera de control —dijo Jean, espantada—. Necesitamos al profesor X para que lo detenga.

—Veré lo que puedo hacer —dijo Kurt y se teleportó a la sala de entrenamiento.

Jean se comunicó telepáticamente con Charles Xavier y el profesor le dijo que iba en camino. Mientras tanto, Nightcrawler apareció a pocos metros de Nicky y lo llamó:

—Hola, amiguito. ¿Te acuerdas de mí?

El bebé del tiempo lo miró confundido, pero lo reconoció y detuvo su rabieta, aunque no paró de llorar. Nicky quería ver a Melissa; se sentía abandonado sin ella. Sin embargo, allí estaba ese simpático personaje de color azul, que lo había tratado bien cuando se conocieron. Y eso lo distrajo.

Jean Green estaba a punto de atrapar al niño con su pensamiento para inducirlo al sueño, cuando sucedió lo que menos querían: el viejo Boa apareció en la enfermería, junto a la cama de Melissa.


Los ojos de Nightcrawler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora