54. TIMOS

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Los jardines del castillo relucían bajo la luz del sol como si acabaran de pintarlos; el cielo, sin una nube, se sonreía a sí mismo en la lisa y brillante superficie del lago; y una suave brisa rizaba de vez en cuando las satinadas y verdes extensiones de césped. Había llegado el mes de junio, pero para los alumnos de quinto curso eso sólo significaba una cosa: que se les habían echado encima los TIMOS.

Los profesores ya no les ponían deberes y las clases estaban íntegramente dedicadas a repasar los temas que ellos creían que con mayor probabilidad aparecerían en los exámenes. Aquella atmósfera de febril laboriosidad casi había conseguido apartar de la mente de Arlina cualquier otra cosa que no fueran los TIMOS.

—¿Cuántas horas al día crees que dedicas a repasar? —preguntó Ernie Macmillan con una chispa de locura en los ojos a Arlina, Hannah y Susan mientras hacían cola para entrar en la clase de Herbología.

Ernie Macmillan había adoptado la molesta costumbre de interrogar a sus compañeros sobre las técnicas de estudio que empleaban.

—No lo sé —contestó Susan—. Unas cuantas.

—¿Más o menos de ocho?

—Creo que menos —dijo Susan un tanto alarmada.

—Yo, ocho —aseguró Ernie hinchando el pecho—. Ocho o nueve. Estudio una hora todos los días antes del desayuno. Mi promedio son ocho horas. El fin de semana, si estoy inspirado, llego hasta diez. El lunes hice nueve y media. El martes no estuve tan fino: sólo conseguí llegar a siete y cuarto. Y el miércoles...

Arlina se alegró muchísimo de que la profesora Sprout los hiciera entrar en aquel momento en el invernadero número tres, lo que obligó a Ernie a interrumpir su recital.

Entre tanto, Draco Malfoy había encontrado otra manera de provocar el pánico.

—Lo que importa no es lo que hayas estudiado —oyeron que les decía a Crabbe y Goyle en voz alta frente al aula de Pociones unos días antes de que empezaran los exámenes—, sino si estás bien relacionado. Mira, mi padre es íntimo amigo de la jefa del Tribunal de Exámenes Mágicos, Griselda Marchbanks, ha ido varias veces a cenar a mi casa y todo...

—¿Creen que eso es verdad? —les susurró una alarmada Hermione a Harry, Ron y Arlina.

—Lo dudo mucho, Hermione —le dijo Arlina con voz calmante—. Relájate. Él sólo alardea. Ya sabes cómo es Malfoy.

—Y aunque fuera cierto, nosotros no podemos hacer nada —contestó Ron con pesimismo.

—Yo no me lo creo —opinó Neville, que estaba detrás de ellos—. Porque Griselda Marchbanks es amiga de mi abuela, y nunca ha mencionado a los Malfoy.

—¿Cómo es, Neville? —le preguntó de inmediato Hermione— ¿Es muy estricta?

—La verdad es que se parece bastante a mi abuela —admitió Neville con voz apagada.

Durante la siguiente clase de Transformaciones, recibieron los horarios de los exámenes y las normas de funcionamiento de los TIMOS.

—Como verán —explicó la profesora McGonagall a la clase mientras los alumnos copiaban de la pizarra las fechas y las horas de sus exámenes—, sus TIMOS están repartidos en dos semanas consecutivas. Harán los exámenes teóricos por la mañana y los prácticos por la tarde. El examen práctico de Astronomía lo harán por la noche, como es lógico.

»Debo advertirles que hemos aplicado los más estrictos encantamientos antitrampa a las hojas de examen. Las plumas autorrespuesta están prohibidas en la sala de exámenes, igual que las recordadoras, los puños para copiar de quita y pon y la tinta autocorrectora. Lamento tener que decir que cada año hay al menos un alumno que cree que puede burlar las normas impuestas por el Tribunal de Exámenes Mágicos. Espero que este año no sea nadie de Gryffindor. Nuestra nueva... directora... —al pronunciar esa palabra, la profesora McGonagall puso una cara de haber olido excremento de hipogrifo— ha pedido a los jefes de las casas que adviertan a sus alumnos que si hacen trampas serán severamente castigados porque, como es lógico, los resultados de vuestros exámenes dirán mucho de la eficacia del nuevo régimen que la directora ha impuesto en el colegio... —La profesora McGonagall soltó un pequeño suspiro y Arlina vio cómo se le inflaban las aletas de la afilada nariz— Aun así, ése no es motivo para que no lo hagan lo mejor que puedan. Tienen que pensar en su futuro.

the watcher | harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora