37. Cabeza de Puerco

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Arlina y Harry (quienes no estaban seguros de que las palabras que tenían grabadas en el dorso de la mano llegaran a desaparecer del todo) ya había terminado los castigos con la profesora Umbridge antes de que volvieran a abordar el tema durante una desapacible y tempestuosa tarde de finales de septiembre, cuando estaban sentados en la biblioteca buscando ingredientes de pociones para otro pesado trabajo que les había encargado Snape.

Hermione no volvió a mencionar la idea de que Arlina y Harry enseñaran Defensa Contra las Artes Oscuras hasta al cabo de dos semanas, justo en ese momento, en el mismo lugar donde les había hablado su idea por primera vez.

—Oigan —dijo de pronto Hermione—, ¿han vuelto a pensar en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras?

—Pues claro —repuso Harry malhumorado—. ¿Cómo vamos a olvidarla, con la arpía que tenemos de profesora? El otro día Arlina y yo comentábamos que...

—Me refería a la idea que tuvimos Ron y yo.

Ron, alarmado, le dirigió una mirada amenazadora a Hermione, quien frunció el entrecejo y rectificó:

—De acuerdo, de acuerdo, a la idea que tuve yo de que nos dieran clase.

Ninguno contestó enseguida. Harry fingió que leía detenidamente una página de Antídotos asiáticos y Arlina siguió escribiendo en su pergamino, porque ninguno quería decir lo que estaba pensando. Lo cierto es que durante aquellas dos semanas habían reflexionado mucho sobre aquel tema, y lo habían comentado bastante cuando no estaba ni Ron ni Hermione.

A veces les parecía una idea descabellada, como les había parecido la noche que Hermione la propuso, pero otras se sorprendían a sí mismos intercambiando ideas de cuáles hechizos serían los primeros que deberían enseñar. No sólo eso, sino que una vez terminaron planeando las clases... hasta que se dieron cuenta de lo que hacían y se recordaban que si Umbridge los atrapara, volvería a castigarlos. Y así como Arlina no deseaba volver a herir a Harry, él había evitado a toda costa contestarle a Dolores para no tener que seguir lastimando a Arlina.

Harry, incómodo, cambió de postura en la silla.

—Ya les dije que gran parte de mi éxito se debió a la suerte.

—Y yo realmente soy tan inexperta como el resto. El que sabe es Garrett. Yo no, Hermione.

—A ver, Harry —replicó Hermione suavemente—, es inútil que finjas que no eres bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único, además de Arlina, que supo bloquear la maldición Imperius a la perfección, sabes aparecer un patronus, sabes hacer cosas que muchos magos adultos no saben. Viktor siempre decía...

Ron giró la cabeza hacia ella, y lo hizo tan bruscamente que dio la impresión de que se había lastimado el cuello. Se lo frotó y dijo:

—¿Ah, sí? ¿Qué decía Vicky?

—Decía que Harry sabía hacer cosas que ni siquiera él sabía hacer, y eso que estaba en el último curso de Durmstrang —dijo Hermione con voz de aburrimiento.

Ron miraba a Hermione con recelo.

—No seguirás en contacto con él, ¿verdad?

—¿Qué hay de malo en eso? —repuso Hermione en tono cortante, aunque se había ruborizado un poco— Si quiero, puedo tener un amigo por correspondencia...

—Eso no era lo único que él quería —comentó Ron con aire acusador.

Hermione movió negativamente la cabeza, exasperada, y sin hacer caso a Ron, que seguía mirándola fijamente, le dijo a Harry:

the watcher | harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora