53. Grawp

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La historia del vuelo hacia la libertad de Fred y George se contó tantas veces en los días siguientes que Arlina comprendió que pronto se convertiría en una de las leyendas de Hogwarts. Al cabo de una semana, los que lo habían presenciado estaban casi convencidos de que habían visto a los gemelos lanzar bombas fétidas desde sus escobas a la profesora Umbridge antes de salir disparados hacia los jardines. Inmediatamente después de su partida, muchos alumnos se plantearon seguir los pasos de los gemelos Weasley. Arlina oyó a varios hacer comentarios como: "Te aseguro que hay días en que me montaría en mi escoba y me largaría de aquí" o "Una clase más como ésta y creo que me marco un Weasley".

Fred y George se habían asegurado de que nadie se olvidara de ellos demasiado deprisa. Para empezar, no habían dejado instrucciones para lograr que el pantano, que todavía inundaba el pasillo del quinto piso del ala este, desapareciera. La profesora Umbridge y Filch habían intentado retirarlo de allí por diversos medios, pero ninguno había dado resultado. Finalmente acordonaron la zona, y Filch, aunque rechinaba los dientes muerto de rabia, tenía que encargarse de llevar a los alumnos en un bote hasta las aulas. Arlina no tenía ninguna duda de que profesores como Flitwick o McGonagall habrían hecho desaparecer el pantano en un abrir y cerrar de ojos, pero, como había ocurrido en el caso de los Magifuegos Salvajes Weasley, al parecer preferían que la profesora Umbridge pasara apuros.

Ningún miembro del profesorado parecía dispuesto a ayudar a la nueva directora. Es más, una semana después de la partida de Fred y George, Arlina vio que la profesora McGonagall pasaba junto a Peeves, que estaba muy entretenido aflojando una lámpara de araña, y habría jurado que oyó que le decía al poltergeist sin apenas mover los labios: "Se desenrosca hacia el otro lado".

Por si fuera poco, Montague todavía no se había recuperado de su estancia en el servicio; seguía desorientado y aturdido, y un martes por la mañana vieron a sus padres subiendo por el camino muy enfadados.

—¿No deberíamos decir algo? —propuso Hermione con preocupación mientras pegaba la mejilla a la ventana del aula de Encantamientos para ver cómo el señor y la señora Montague entraban en el castillo— Sobre lo que le pasó. Por si eso ayuda a la señora Pomfrey a curarlo.

Arlina recordaba con una sonrisa que habían sido Fred y Georde quienes encerraron a Montague en un armario por bajarles puntos.

—Claro que no. Ya se recuperará —dijo Ron con indiferencia.

—Bueno, más problemas para la profesora Umbridge, ¿no? —comentó Harry, satisfecho.

Ron y él dieron unos golpecitos a las tazas de té que intentaban encantar con sus varitas mágicas. A la de Harry le salieron cuatro patas muy cortas que no llegaban a la mesa y que se retorcían en vano en el aire. A la de Ron le salieron cuatro patas delgadísimas que mantuvieron la taza apoyada en la mesa con mucha dificultad, temblaron unos segundos y entonces se doblaron, con lo que la taza cayó y se partió por la mitad.

—¡Reparo! —exclamó Hermione rápidamente, y arregló la taza de Ron con una sacudida de su varita— Todo eso está muy bien, pero ¿y si Montague se queda mal para siempre?

—¿Y a mí qué? —replicó Ron con fastidio mientras su taza volvía a incorporarse sobre las delgadas patas, temblando y tambaleándose— Montague no debió intentar descontarle todos esos puntos a Gryffindor, ¿no te parece? Si tanto te apetece preocuparte por alguien, preocúpate por mí.

—¿Por ti? —se extrañó ella, y agarró su taza cuando ésta salió correteando alegremente por la mesa con sus cuatro robustas patitas de estilo chino y la colocó de nuevo en su sitio— ¿Por qué voy a preocuparme por ti?

the watcher | harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora