the watcher | harry potter

29. Grimmauld Place

Desde que Harry llegó al número 12 de Grimmauld Place, Arlina había bajado a cenar todas las noches, sorprendiendo a todos los que sabían que ése era un progreso después de no haber salido de su habitación desde su llegada. Sin embargo, más allá de eso, seguía teniendo su misma rutina en el día.

Por más que la señora Weasley le ofreciera comida o le dijera que podía preparar cualquier platillo que ella deseara, Arlina apenas se comía la mitad de su plato y se lo terminaba dando a Ron, quien a escondidas lo recibía y lo agradecía antes de comérselo rápido para que su madre no se diera cuenta. Se despertaba muy tarde y comía en su cuarto cuando Winky le llevaba comida a la cama; se duchaba y tomaba una larga siesta antes de la cena.

Harry se dio cuenta de que Arlina estaba mucho peor de lo que esperaba, así que empezó a invitarla a jugar ajedrez mágico o sólo pasar el rato con Hermione, Ron, Ginny, Fred y George. No fue hasta que Harry le insistió que los acompañara, que Arlina hizo algo diferente. Poco a poco, comenzó a abrirse a los demás, descubriendo que Ginny era una chica muy amigable y divertida, y que los gemelos eran increíbles bromistas que podían sacarte más de una carcajada.

Aunque Harry estaba muy nervioso por el juicio, logró calmarse cuando Arlina le explicó que iba a ser imposible que lo expulsaran de Hogwarts, pues había tenido una visión de él sentado en una larga silla con Dumbledore a su lado. El director no permitiría que fuera expulsado, estaba segura.

Al día siguiente, Harry llegó del Ministerio con una sonrisa que Arlina rápidamente adivinó por qué era, así que corrió a abrazarlo. Al momento de separarse, avergonzados, escucharon a los gemelos apostar dos sickles a que se besaban. Por suerte para ellos, Hermione interrumpió el momento y llegó a preguntar cómo había salido todo.

Una tarde en que Harry fue a verla a su habitación y se quedaron charlando sobre cómo sería su quinto año con los TIMOs, Arlina volvió se quedó en un estado de congelamiento. Tenía la mirada perdida en la nada, como si estuviera demasiado sumergida en sus pensamientos. Harry no tardó en entender que estaba teniendo una visión.

Cuando regresó su conciencia al presente, Arlina frunció el ceño y miró a Harry con curiosidad.

—¿Qué ocurre? ¿Qué viste?

—A ti —respondió—. Tu cicatriz. Vi que te dolía.

—Ah. A veces me duele, pero no siempre significa lo mismo —dijo Harry con el ceño fruncido—. ¿Por qué viste eso?

—No lo sé —admitió, suspirando—. Desde la tercera prueba, mis visiones están cambiando. Ya no necesito dibujar mis predicciones para recordarlas. Garrett dijo que es porque estoy creciendo y me estoy haciendo más fuerte, pero aún no lo entiendo del todo.

Observó la cicatriz de Harry con duda, hasta que pareció armarse de valor y se acercó, alzando la mano hacia su frente. Harry no se apartó ni un milímetro, trató de ocultar los nervios que lo inundaron por su cercanía y, sobretodo, por el tacto de sus dedos acariciando el rayo de su frente.

—¿Te ha dolido alguna vezz desde esa noche?

Harry mantenía su mirada en sus ojos, viendo lo claros que los ojos azules de Arlina podían ser en momentos, y cómo a veces se oscurecían, como cuando estaba feliz o enojada. Cuando estaba triste, se aclaraban.

—Sí —confesó con un titubeo, sintiendo electricidad en su piel por las caricias de sus dedos, que trazaban el camino de su cicatriz como si estuviera pintando sobre ella.

—Pero no se lo has dicho a nadie, ¿verdad?

—Es que —dijo, tratando de recomponerse—... no creo que sea importante. Me pasa seguido. No es nada. En serio —prometió al ver la ceja de Arlina arquearse como signo de desconfianza.