10. Adivinación

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Cuando la luz solar se infiltró por la ventana, Helga empezó a maullar cerca de su oído, despertándola. No le quedó más opción que abrir sus ojos con cuidado, acostumbrándose a la luz. Susan y Hannah seguían dormidas, así que las despertó corriendo las cortinas, a pesar de sus quejas. Ellas nunca se despertarían a esa hora por su cuenta propia, así que Arlina lo hacía por ellas.

Después de tomar una ducha, agarrarse el pelo en una coleta alta, cepillarse los dientes, tomar su bolso y ponerse el uniforme, se dirigió al Gran Comedor.

La tormenta se había ido a otra parte, aunque el techo del Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Durante el desayuno, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre las cabezas de los alumnos, mientras Arlina, Susan y Hannah examinaban sus nuevos horarios. Cedric y Greg desayunaban frente a ellas, examinando sus horarios del sexto curso.

—Hoy no está mal: fuera toda la mañana —dijo Susan pasando el dedo por la columna del lunes de su horario—. Herbología con los de Gryffindor y Pociones con Ravenclaw.

—Y esta tarde dos horas de Adivinación —dijo Arlina con una pequeña sonrisa, untando mantequilla en la tostada.

Aparte de Herbología y Defensa Contra las Artes Oscuras, Adivinación era su materia favorita. La profesora Trelawney era una buena vidente, Arlina estaba segura de eso, aunque a veces se podía confundir un poco.

—Qué cansancio con esa profesora —se quejó Susan con los ojos en blanco—. Esa clase es tan aburrida que creo que he aprendido a dormirme con los ojos abiertos.

—La clase no es aburrida...

—Oh, vamos. Para ti es fácil decirlo —le dijo Hannah burlesca—. Eres la favorita de Trelawney.

—No soy su favorita —dijo Arlina rodando los ojos, mirando las generosas cantidades de mermelada que añadía a su tostada, encima de la mantequilla—¿Qué tal está su horario, chicos?

Greg y Cedric estaban en su sexto año en Hogwarts. Tenían materias específicas que las carreras que habían elegido solicitaban. Greg quería ser sanador, y Cedric un auror.

—No tan mal —dijo Greg con una sonrisa.

—Tengo dos horas de Defensa Contra las Artes Oscuras —comentó Cedric—. Apuesto a que la clase será interesante.

—Con Moody, no lo dudes. Mmm —dijo, mirando su horario y dándole un mordisco a su tostada y una mueca de decepción—. Yo no tengo con Moody hoy.

De repente oyeron sobre ellos un batir de alas, y un centenar de lechuzas entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino. Instintivamente, Arlina alzó la vista, pero no vio ni una mancha negra entre la masa parda y gris. Las lechuzas volaron alrededor de las mesas, buscando a las personas a las que iban dirigidas las cartas y paquetes que transportaban. Casi al final, una lechuza negra de ojos amarillos se posó sobre el hombro de Arlina.

—Hola, Reg —saludó a la lechuza, acariciando su pecho emplumado e inflado de orgullo. Tomó un caramelo que había en un cuenco y se lo tendió—. Gracias.

La lechuza tomó el dulce y salió volando, dejando una carta en la mano de Arlina.

—¿De quién es? —preguntó Cedric.

—De Garrett. ¿Las tuyas?

—Mamá y papá. Toma. Mamá te manda dulces —le dio un pequeño paquete de golosinas caseras, que la señora Diggory solía hacer y enviarles al principio de cada año de Hogwarts.

—Oh, dile que gracias —sonrió ilusionada y tomó el paquete, guardándolo en su túnica para comerlos después.

Abejita:

the watcher | harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora