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Desde el momento en que lo vio ser nombrado Gryffindor por el Sombrero Seleccionador, Arlina Winchester sintió una fuerte atracción por Harry Potter. No por su fama o su nombre, no. Ella estaba segura de que esos encantadores ojos verdes poseían una magia especial, y ahora la tenían hechizada. Pero aún con su gran fascinación por el niño que vivió, no podía reunir el valor para hablarle.
Tres años después, continuó mirándolo en silencio y desde la distancia, mientras Harry ni siquiera sabía de su existencia... hasta el día en que necesitó su ayuda.
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