32. Pociones

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—¿Qué te pasa, Harry? —preguntó Arlina apenas se acercó a hablarle— Te ves de muy mal humor.

Esa mañana al despertar, Arlina sonrió aliviada y satisfecha consigo misma cuando vio cómo la mayoría de los Hufflepuff se portaron más amables con ella, como si quisieran volver a ganarse su confianza, respeto o estima. Notó en las caras de muchos cómo se veían arrepentidos, aunque algunos seguían testarudos y no le dirigían ni la mirada.

Greg había desayunado con ella, sin prestarle atención a absolutamente nadie más, y la había hecho reír a carcajadas con sus comentarios y chistes malos. La verdad era que Arlina jamás se hubiese esperado que su primer día en Hogwarts fuera a ser así de bueno, pero se rehusó a dejar que alguien lo arruinara.

—Seamus cree que Harry miente acerca de Quien-tú-sabes —le explicó brevemente Ron, al comprobar que Harry no respondía.

La chica suspiró, lo cual sorprendió al muchacho, que esperaba que manifestara indignación.

—Sí, lo entiendo. Casi todo Hufflepuff también lo cree —comentó con tristeza, mirando sus zapatos mientras caminaba lejos del Gran Comedor.

—No sé si lo sigan creyendo —opinó Greg, que iba a su lado—. No después del discurso que diste anoche. Me pusiste la piel de gallina.

—¿Qué discurso? —preguntó Harry, finalmente esfumando su mal humor para mirarla.

Sintió un pequeño pinchazo en el pecho por verla sin ojeras, con una sonrisa y las mejillas sonrosadas. Arlina se veía tan feliz como el primer día que la conoció, y no pudo evitar darse cuenta de lo mucho que había madurado físicamente. Si hace un año era bonita, ahora era preciosa.

—No fue nada.

Greg se rehusó a dejarlo así y le explicó al trío de oro lo sucedido.

—Arlina prácticamente le gritó a todos los de nuestra casa que se fueran a la mierda por creerle a El Profeta y no a ti y a Dumbledore. Los acusó de manchar la memoria de Cedric por creer que lo que ocurrió fue sólo un accidente.

Las mejillas de Arlina perdieron su color cuando escuchó el nombre de su mejor amigo. Sus hombros levemente decayeron, pero trató de recomponerse. Como se había propuesto: hoy tendría un buen día.

—No fue tan grave como lo dice, de verdad —mintió.

—Nunca la había visto tan enojada —añadió Greg, contradiciendo a Arlina. Su sonrisa ladina mostraba unos dientes blancos y radiantes—. En fin, tengo que irme a clase. Arli, no le grites a nadie más hasta que yo vuelva.

Arlina rodó los ojos con una sonrisa y lo despidió con un movimiento de mano, ya que no volvería a verlo hasta la hora del almuerzo. Cuando miró de vuelta hacia Hermione, Ron y Harry, se sonrojó por la mirada que le dedicaban, pero no comentaron nada más al respecto y se dirigieron a la primera clase del día: Pociones.

—Hoy vamos a preparar una poción que suele salir en el examen de Título Indispensable de Magia Ordinaria: el Filtro de Paz, una poción para calmar la ansiedad y aliviar el nerviosismo. Pero se los advierto: si no miden bien los ingredientes, pueden provocar un profundo y a veces irreversible sueño a la persona que la beba, de modo que tendrán que prestar mucha atención a lo que estén haciendo.

Arlina, que estaba sentada a la derecha de Harry, se enderezó un poco; la expresión de su rostro denotaba una concentración absoluta. Harry se dio cuenta entonces, de que nunca antes había compartido la clase de Pociones con Hufflepuff.

—Los ingredientes y el método —continuó Snape, y agitó su varita— están en la pizarra. —En ese momento aparecieron escritos—. Encontrarán todo lo que necesitan —volvió a agitar la varita— en el armario del material. —A continuación, la puerta del mueble se abrió sola—. Tienen una hora y media. Ya pueden empezar.

the watcher | harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora