Capítulo 11 🔞

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Narrador:
Marinette no podía creer lo que escuchaba: ¿lo que había pasado entre ellos, un error? No podía ser así, Adrien no podía verlo así. Entonces, recordó la conversación que había tenido con Alya y Plagg. Adrien intentaría protegerla de él mismo porque no creía ser suficiente.

Marinette negó con la cabeza, conteniendo las pequeñas gotas saladas que se acumulaban en sus ojos, mientras que Adrien evitaba mirarla a toda costa, pues sabía que no lograría sostener aquella mirada llena de amor y dolor.

—¿Ya no me amas?—preguntó, en un hilo, la voz de Marinette, y el corazón de Adrien se encogió.

¡Por supuesto que la amaba! Y por eso la estaba alejando. No quería meterla en un mundo lleno de peligros, negocios turbios, y sobre todo, demasiada muerte. No soportaría verla desperdiciar su vida de ese modo, y se reprochó a sí mismo todo lo que hizo después de la supuesta muerte de su amada.

Si hubiese sabido que ella estaba viva, todo habría sido tan diferente: habría robado el dinero de su padre, e igual, habría fingido su muerte, pero habría escapado lo más lejos posible de aquella maldita mafia, y de aquella ciudad que se lo habían quitado todo. Habría cuidado de Marinette, y habría encontrado la forma de despertarla, y traerla de regreso a un mundo en el cual, tendrían otros nombres, una linda casa, y toda una vida juntos por delante, lejos de toda la muerte que rodeaba a los Agreste.

Los Agreste estamos condenados, pensó el rubio, sabiendo perfectamente que la razón de la muerte de su madre había sido, muy probablemente, causada por los negocios sucios de su padre, y sintió pánico. No pudo salvar a su madre, pero a Marinette sí la salvaría. Ya él no tenía remedio, pero Marinette aún podía salir de este mundo, y ser feliz con su familia.

Para Marinette, abandonarlo no era una opción. Sabía perfectamente que él la amaba, y estaba segura de lo que sentía por él. Estaba segura de que podría entregarle su vida entera en ese momento, si él se lo pidiese, y le dolía profundamente verlo hundido en ese estado, odiándose a sí mismo.

—Eso ya no importa—dijo el rubio, y besó la frente de la chica—Te prometo que todo esto pasará rápido. Acabaré con mi padre y con su organización, y entonces, serás libre. Yo mismo te llevaré con tus padres.

—¿Y desaparecerás de mi vida?—preguntó su voz rota, y ya no pudo más, explotó en llanto.

—Será lo mejor—suspiró triste el hombre—Buenas noches, Marinette.

Dicho esto, cerró la puerta casi en el rostro de Marinette, quien pudo escuchar claramente como cerraba con seguro. El corazón de la chica latía desesperado, y su respiración se cortaba, por momentos, como si hubiese sido a puñalada, justo en el pecho. Divagó por unos segundos, cuando sus pies comenzaron a moverse, siguiendo a un pequeño kwami negro, que la guiaba hasta su habitación.

Ni siquiera se percató de cerrar la puerta, Plagg tuvo que hacerlo. Marinette se sentó en su cama, segura de que esto estaba mal. Toda la situación estaba mal: sabía que se amaban, y que no tenía sentido que ambos sufrieran la ausencia del otro por el resto de sus vidas.

Estaba segura de que no amaría a nadie más, aquel hombre necio era el amor de su vida, y no había nada que hacer para cambiarlo. Ella estaba consciente de que si él no la había olvidado con cuatro años y medio, riquezas, y mujeres, no lo haría jamás.

Su estómago se revolvió al imaginar que besó a otras mujeres, o que les hizo lo mismo que a ella la había hecho sentir tan bien; odiaba saber que otras mujeres se habían acostado con su chico, pero no lo culpaba por haber intentado olvidarla, al creer que estaba muerta. 

El enojo que sintió de repente, desapareció cuando recordó la forma en la que se habían besado aquella noche, la pasión y la ternura con la que se dedicó a besar cada centímetro de su cuerpo, y por supuesto, ¿cómo olvidar aquel primer contacto sexual entre los dos que, para ella, fue la primera vez que se sintió caliente. Había tenido una probadita de lo que se sentía tener al hombre que amaba, y no pensaba marcharse sin, al menos, vivir la especie vía completa y, con un poco de suerte, convencerlo de que estaba bien permitirse ser feliz.

My Love in your Shadows [Miraculous Ladybug]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora