Capítulo 39

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Dos meses después...

Adrien:
Habían sido unos meses tranquilos: mis negocios habían marchado bien, y la organización de Priscilla parecía haber desaparecido, ya que ni mis socios, ni yo habíamos oído hablar de ella. No obstante, creí haber escuchado a alguien decir que había regresado a Italia; como sea, lo único que me interesaba de esa información, es que ella se mantuviera lejos de mí, de Marinette, y de mi hijo

Louis nacería dentro de una semana, y ya teníamos el cuarto de hospital preparado en casa, habilitado para cualquier emergencia que pudiera surgir, incluyendo una cirugía. Lo que el dinero puede comprar, ¿no es así? Mi padre solía comprar mi silencio, dándome todo lo que le pedía, excepto por mi libertad. En cambio, yo prefería comprar la seguridad y el bienestar de mi familia.

Era cierto que planeaba tener a mi futura esposa como la reina que era, y darle las mejores cosas a mi hijo, pero también planeaba estar ahí cuando dijera sus primeras palabras, cuando diera sus primeros pasos, o cuando se enamorara por primera vez. A diferencia de mí, Louis siempre tendría un padre atento, con el que podía contar, también para sus necesidades emocionales.

Me encontraba abrazado a Marinette, y eran alrededor de las 3:30 A.M. Ella dormía, pero se retorcía a cada rato, como si algo le doliese. Yo acaricié su cabello, y eso pareció tranquilizarla un poco, pero volvió a retorcerse.

Estaba consciente de que todo su cuerpo le dolía, debido al gran peso que estaba cargando, Louis era grande, y saludable, pero Mari era una chica delgada, y cargarlo todo el tiempo la dejaba adolorida en las noches.

Besé su frente, y fui acariciando su piel, hasta que conseguí despertarla. Primero, me miró confundida, y luego, hizo una mueca, como si hubiese tenido una punzada, repentina.

—¿Quieres que te preparé un té?—le dije, pacientemente.

—¡Joder! Duele más que antes—dijo, y enterró su cabeza en mi pecho.

Comencé a sentir las sábanas y el colchón húmedos, y eso disparó una alarma en mi mente. Aún no es tiempo, aún no debe nacer, ¡es peligroso, maldita sea!

—Ma-mari-nette—tartamudeé, y mi voz temblaba, con mi sangre helada—dime que esa humedad es porque te hiciste pipí, y no porque...

—¡AGH!—se quejó, y sujetó su vientre.

—C-cero que r-romp-pí la f-fuente—me dijo, y respiraba agitada—Este do-o-olor n-no es n-normal, tienen que s-ser co-o-ont-tracciones.

—N-no puede ser—dije, y sentí que no pude respirar bien—La fecha no es hasta dentro de una semana.

—¡Ni aguantaré una semana!—gritó, y apretó fuerte mi mano—Tu hijo nacerá esta noche.

Estiré mi mano, y agarré mi celular, para marcar el número de teléfono del doctor.

—¿Señor Dupont? ¿Ocurrió algo?—me preguntó el doctor, aún medio dormido.

—¡Es una emergencia!—dije, desesperado—Dante irá a buscarlo, necesito que venga a mi casa a atender el parto de mi mujer. ¡Joder! Rompió la fuente antes de tiempo.

—Tranquilo, señor, fue solo una semana. Ambos estarán bien—me dijo, con voz calmada—Me vestiré, me prepararé un café, e iré para allá, ¿de acuerdo?

—De acuerdo—dije, y colgué, para luego, abrazar a Mari—¿Te duele mucho, amor?

—Sí... ¡AY! ¡Levántate de ahí! Estás sentado sobre...

—¡No me importa sobre lo que estoy sentado! ¿Vale?—le dije, nervioso, y tomé su rostro entre mis manos—Me importan Louis y tú, que estén bien, así que si me tengo que sentar sobre fluidos corporales, lo haré, con tal de poder estar a tu lado, y ofrecerte el apoyo que necesitas.

My Love in your Shadows [Miraculous Ladybug]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora