XVI. Ira

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Agnes

(El siguiente capítulo contiene escenas +18)

Era raro encontrarme en esta posición con Chalamet, sentía que prontamente me iba terminar arrepintiendo; sin embargo, el alcohol en mi sangre y las sensaciones que su cuerpo me provocaba no permitían que esa voz de la razón pudiera seguir diciéndome qué no hacer.

Noté acelerarse mi respiración cuando me rozó el cuello con sus labios. Me puse ligeramente tensa y en un acto reflejo, eché la cabeza hacia un lado sutilmente para favorecer su acercamiento. Con ello, noté su sonrisa contenida ante tal invitación y no tardó en pasear sus labios húmedos por mi cuello de arriba abajo, mientras no dejábamos de movernos, ni de contonear las caderas con un ligero vaivén que nos permitía rozarnos de manera insinuosa. Posteriormente, me rodeó el cuerpo con el otro brazo, posando la mano bajo mi pecho mientras mordisqueaba suavemente el lóbulo de mi oreja.

―Agnes ―susurró mientras sus llegaban a mis clavículas, con sus dedos bajó las tiras del vestido, dejando desnudos mis pechos mientras tomaba uno de ellos entre una de sus manos y llevaba sus labios al otro.

―Timothée ―dije en medio de un gemido al sentir la presión que su lengua ejercía contra mi piel sensible realizando círculos sobre esta.

―Me encanta cómo suena mi nombre en tus labios ―murmuró separando sus labios de mi cuerpo y dedicándome una mirada. Se veía sumamente atractivo, sus ondas estaban desordenadas, sus labios entreabiertos y sus ojos dilatados y aún así parecía sacado de una revista―. Dilo una vez más, por favor.

Esas palabras me terminaron de encender completamente, nunca me había sentido tan atraída hacia alguien. Estaba acelerada, notaba calor en las mejillas y un cosquilleo interno que no quería que acabe. Por un momento, temía perder el poco control que mantenía sobre mi cuerpo.

Miré fijamente su rostro, insinuándose bajo la intermitencia de luz que provoca la luz cálida que emana el bar. Su atractivo rostro y su atrayente personalidad me hacían respirar nerviosa, no podía creer lo que estaba haciendo. Él sujetó mi cuello con sus manos y me besó nuevamente, invadiéndome por entero, mordisqueándome los labios de forma desenfrenada. El contacto con su boca desataba una inusitada corriente eléctrica en mi piel que no había sentido jamás. Sentí que me abandoné por completo, dispuesta a dejar mi cuerpo a su merced.

―Timothée ―repetí cayendo en cuenta de que era la primera vez que lo llamaba por su nombre. Inmediatamente volvió a mis labios de forma brusca, mientras una de sus manos se posaba en la parte baja de mi espalda, atrayéndome más hacia él y mientras, con la otra, jugaba en mi pecho jugando con mi pezón y generando que algunos gemidos se escaparan de mis labios.

En un momento detuve mis movimientos para desabrochar su pantalón, haciendo que él levantara sus caderas y me ayudara en el proceso, deshaciéndome también de su bóxer con él y volviendo a situarme sobre él, rozando su erección.

―Agnes, espera... ¿Estás segura de esto? ―podía haberme zafado de él, decir que no y buscar algo con qué herirlo y apartarlo de mí, pero quería y deseaba que siguiera, que me toque, que me haga subir al cielo o al mismísimo infierno, aunque solo fuera por un momento.

―No estoy lo suficientemente ebria para no tomar mis decisiones, Chalamet ―le respondí, haciendo que me sonriera y nuevamente asintiera con la cabeza, atrayendo mis labios a los suyos y deslizando una de sus manos entre mis piernas, acariciando suavemente mis pliegues y ocasionando un jadeo de mi parte, a lo que respondí jalando sus cabellos y atrayendo sus labios a los míos, callando mis gemidos sobre estos.

Deslizó una mano por mi espalda y la puso sobre mis muslos, apretándome contra él. Su respiración se hacía mucho más profunda y sonora cuando puso su mano sobre uno de mis senos oprimiéndolo con deseo. La destreza con que deslizaba sus manos por mi cuerpo me hacía gemir y cerrar los ojos. Él se dedicaba a besar mi piel desnuda por todas partes, y yo apenas podía soportar esta sensibilidad tan placentera; sentía erizado el vello, los pechos y el cuerpo entero.

Entre el fuego y la guerra ▪︎ T. ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora