Entre el fuego y la guerra ▪︎ T. Chalamet

XIX. Verdades a medias

Timothée

Después del entrenamiento de la mañana, me dirigí a ver los campos de entrenamiento: hoy Carl estaba a cargo del área de disparo. No dejaba de sorprenderme lo rápido que Carl había llegado a tener un cargo de maestro considerando el tiempo que llevaba aquí, y, la verdad, es que lo hacía bastante bien. A diferencia de mí, a él se le daba muy bien el acondicionamiento físico, las artes marciales, el uso de armas y todo lo que se podía usar en una guerra. Tenía el cuerpo atlético y su resistencia física era de admirarse, a veces parecíamos dos caras diferentes de una moneda.

Al acercarme, me dedicó una mirada y una de sus sonrisas más amplias, gesto que solía encantar a cualquier chica que lo conociese. Volvió a enfocarse en los cadetes y aunque la sonrisa se desvaneció, su atractivo continuaba incluso en sus gestos más serios. Mientras pasaba al extremo del área me preguntaba cómo sería mi estadía sin él aquí, probablemente la soledad me golpearía tan duro que terminaría acoplándome a lo que esperan aquí de mí y hubiese renunciado a todos mis anhelos.

La verdad es que no era bueno en nada que pudiera servir por acá, mi contextura era delgada, aunque lo intentara mi cuerpo nunca sería fornido ni intimidante. Mis reflejos a veces no eran lo suficientemente rápidos en comparación con los de los demás. Era bueno en químicos, matemáticas y cosas de nerds, lo cual ayudaba si es que volvían a usar armas químicas, pero esperaba que no volviéramos a eso nunca más. También era bueno en tácticas y estrategias, pero nunca había querido brindar mi servicio a ello, al menos no en la guerra.

Tras en almuerzo, como cada tarde, me acerqué al ala médica, esta vez por fin me retirarían los puntos. Al acercarme a la oficina de Antonieta no pude evitar escuchar bajito un sonido instrumental, cuando giré buscando de dónde venía la música noté que venía del lugar en el que Agnes normalmente pintaba, tuve ganas de ir corriendo y, sin darle tiempo de respuesta, ver qué se traía entre manos, pescándola en el momento, pero me contuve pues la puerta frente a mí se abría, mostrándome una sonrisa cálida y unos ojos llenos de cariño que desviaron mi atención.

―Timmy ―saludó Antonieta, dándome espacio para pasar. Deposité un beso en su cabello canoso y me adentré al consultorio, sentándome inmediatamente sobre la camilla.

―Te ves radiante hoy, Anto ―respondí sonriéndole mientras ella se acercaba a mí con una sonrisa que no abandonaba su rostro ni por un segundo.

―Hoy parece que todos andamos de buen humor ―expresó encogiéndose de hombros mientras su gesto se enternecía. Solo mantuve mi sonrisa en respuesta mientras retiraba la camiseta de mi cuerpo y ella se acercaba a examinar mis puntos―. Estás un poco... diferente ―dijo tras pensar la palabra a ser usada mientras posaba una mano sobre mi pecho y usaba unas tijeras diminutas y pinzas con el fin de sacar el hilo de mi cuerpo. Al parecer Agnes tenía razón, esto dejaría una cicatriz en mi piel.

―¿Te parece? ―pregunté mientras recordaba el tacto de Agnes sobre mi herida tras el golpe de Julián, lo delicado de sus movimientos, lo suave de su piel, su presencia tan cercana y la seguridad con la que se acercaba a mí e inmediatamente deseé tenerla nuevamente frente a mí.
―Tienes un brillo en los ojos... ―canturreó sonriendo―. ¿Ha sucedido algo en mi ausencia? ―inquirió entrecerrando los ojos como si me inspeccionara detalladamente.

―Déjame ver... ―empecé a pensar y en ese instante mil imágenes de Agnes atravesaron mi mente, imágenes en las que sonreía, en las que estaba sobre mí, en las que me miraba con sus ojos oscurecidos, en las que observaba los detalles de su piel desnuda. Tuve que sacudir mi cabeza con el fin de liberarme de los recuerdos que venían a mí como ráfagas contra mí. Me pregunté qué de todo eso podría compartirle a Antonieta para ser sincero en mi respuesta ―bueno, le entregué tu regalo a Agnes ―añadí tan ligeramente como si comentara el clima, teniendo un gran contraste con la forma en la que me embargaban los momentos que habíamos compartido.