XXIV. Minirelatos

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Agnes

Entré al jet a la hora programada, ya me había despedido de Julián y de Antonieta, no dejaba nada más que me pesara. El jet estaba distribuído de una manera en la que los asientos de piloto y copiloto estaban en frente. Había unas camas plegables a cada lado de este en la zona media, junto a trajes en sus estuches preparados para cualquier situación. También había asientos, pero estos estaban plegados a las paredes. En la parte trasera estaban distribuidos los compuestos químicos y los materiales médicos, en caso sea necesario usarlos, una máquina creadora y un baño.

Me senté en el asiento de piloto tomando una larga bocanada de aire y miré a través de la ventana delantera, algunos soldados nos despedían con las manos. Asentí con la cabeza y prendí el motor, la IA ya había recibido la información y nos llevaría hasta el lugar de destino. Timothée se sentó a mi lado sin emitir palabra alguna, me preguntaba si tendría algo que ver con la última conversación que tuvimos o por lo que me pareció que escuchó entre Julián y yo, sea cual sea la razón, era más fácil lidiar con él en silencio.

—Ponte el cinturón —ordené. Él asintió y obedeció—. Torre de control, protocolo para el despegue —comuniqué mediante el audífono ubicado en mi oreja izquierda.

—Confirmando pista para el despegue. Monitores, confirmen.

—Pista despejada —contestó uno de los monitores.

—Nave Boeing-36 autorizada para despegar —continuó el soldado a cargo de la torre de control.

—Preparándonos para el despegue —respondí—. Alas expandidas correctamente. Motor encendido correctamente. IA conectada al panel de coordenadas.

—Panel de coordenadas conectado a la torre de control.

—Iniciando despliegue en pista de despegue —anuncié mientras el jet empezaba su camino sobre tierra.

En unos segundos la velocidad iba en aumento constante. Tomé un respiro cuando alcanzó su velocidad máxima. No importaba cuántas veces lo hiciera, siempre era la parte que me ponía más nerviosa. Al girarme, observé un Timothée curioso pero aún taciturno.

—Torre de control, listos para el despegue.

—Adelante.

El jet empezó a ascender y tras unos segundos se estabilizó en el aire, me deleité con el color del cielo que nos rodeaba a esa hora, apenas iba amaneciendo y estaba teñido de un celeste difícil de observar en circunstancias habituales.

—Despegue exitoso —murmuré ni bien nos estabilizamos.

—Correcto —respondieron desde la torre de control y me desconecté de esta. Si bien es cierto, desde la torre podrían comunicarse en cualquier momento con nosotros, no podrían rastrear de forma específica el lugar en el que fuésemos a aterrizar. Solo podíamos comunicar si se presentaba algún inconveniente o si necesitábamos algo.

Me desabroché el cinturón con intención de acomodar las cajas que nos habían dejado de más "por si acaso". Timothée me miró en silencio e imitó mis acciones.

―Así que... Julian y tú eh ―preguntó tras los minutos de tranquilidad falsa que nos envolvían en el que movíamos las cajas, intentando parecer relajado, ignorando que la fuerza que ejercía sobre sus manos lo traicionaba señalando que estaba centrando sus emociones en algo más.

―¿Es celos lo que oigo, Chalamet? ―pregunté poniéndolo en jaque. Él no podía hacer esas declaraciones, tampoco podía quejarse sobre nada al respecto. Temía que si le daba cabida a algún tipo de privilegio nuestra situación se saldría de la línea más de lo que ya estaba.

Entre el fuego y la guerra ▪︎ T. ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora